Barley
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- 29 Mar 2008
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Bacon en Madrid:
Vida del artista:
Aprovechando que he regresado provisionalmente por Semana Santa, visité hace poco la exposición sobre Francis Bacon en El Prado, la cual se celebra en colaboración con la Tate y el MOMA para conmemorar el centenario del nacimiento del artista. Madrid ha sido la ciudad elegida para la exposición al ser la capital de nuestro país el lugar de su defunción en 1992, reposando las cenizas del autor en el cementerio de La Almudena, pero un motivo más importante que ése fue el hecho de que, al final de su vida, visitó con vivo interés el museo, sobre todo por su sincera admiración hacia Velázquez.
Francis Bacon es un autor que nos recuerda que somos animales ligados a nuestra naturaleza instintiva, pero si hay una etapa en la que realmente refleja esta idea es en la primera de todas, en la cual muestra las figuras humanas de modo que se asemejan a cuerpos mutilados, criaturas deformes y espíritus malignos. Las dos guerras mundiales, sobre todo la segunda, tendrían un fuerte impacto en el desarrollo del arte de finales del siglo XX. En 1944 hizo el que sería su primer tríptico, Tres estudios para figuras al pie de una Crucifixión, el cual es harto importante si tenemos en cuenta que esta manera de presentar sus obras se convirtió en la predilecta especialmente hacia el final de sus días, pero mucho antes de que ese final llegase, el estilo de Bacon fue sufriendo muchas modificaciones al resultar su existencia larga y productiva.
Muchas fueron las fuentes de inspiración a las que acudió, desde libros de fotografía, hasta el cine y todo lo relacionado con el mundo bélico, pasando por cosas tan insólitas y crudas como los animales muertos en las carnicerías. De su primera etapa son característicos los estudios de cabezas, el grito, el desnudo masculino, y especialmente las muchas reproducciones que llevó a cabo del retrato del Papa Inocencio X, el cual, por cierto, el autor jamás contempló aun teniendo la oportunidad al hallarse dos meses en Roma, pues en una entrevista aseguró "me daría vergüenza ver algo tan perfecto después de todas las tonterías que he hecho con ello".
Un claro ejemplo del modo en que, a veces, Bacon trasladaba directamente fotografías a sus obras, en este caso de Muybridge, a quien solía recurrir.
Aunque durante los años cincuenta su estilo aún no se terminó de definir del todo, ya sentó las bases de los temas que trataría, así como del modo en que lo haría, destacaría la sexualidad violenta unida a la muerte entre todos ellos, tal vez porque, al saberse homosexual, Bacon se sentía estéril e incapaz de prolongar su vida a través de otra persona, de ahí que fuesen frecuentes en sus trípticos de los años sesenta y setenta las escenas cargadas de erotismo y sangre. Dentro de esta etapa, la angustia que atenaza su devenir no provendrá únicamente de la deprimente posguerra, sino de su relación con Peter Lacy, quien indirectamente sería retratado en figuras anónimas, encorbatadas y vestidas de gélido azul, de modo que en dichas imágenes se aúnan magistralmente la tristeza y la rabia, más todavía en aquellas en las que los personajes nos muestran su boca, parte del cuerpo con la que Bacon tenía verdadera obsesión. Bacon siempre se relacionaría a lo largo de su vida con personas alcohólicas y violentas, las cuales plasmaría siempre en sus óleos como frágiles, patéticas y aisladas -o más bien, la palabra correcta en este caso sería encarceladas, siempre parece querer meterlos literalmente en una especie de caja de transparentes lados y visibles aristas. El interés por lo instintivo alcanzaría su cenit en esta época, en la que prácticamente llevó a cabo la mayoría de sus obras dedicadas exclusivamente a lo animales -cuyas imágenes obtendría de los trabajos del fotógrafo Muybridge, del cual estaba especialmente interesado en la representación del cuerpo en movimiento-, de entre la que merece especial mención Estudio para un Babuino, por su expresión desesperada y cargada de ira. En ocasiones se acerca al Art brut.
No sería descabellado afirmar que Bacon tuvo su propia "etapa azul", teniendo en cuenta que Picasso fue una de sus más tempranas referencias.
Durante los sesenta, comenzaría a crear sus grandes trípticos tan característicos de su carrera pictórica, siendo el motivo más frecuente en esta década La Crucifixión, lo que no deja de resultar paradójico si tenemos el cuenta el ateísmo del ejecutor de los mismos, pero como dejó claro "desde el punto de vista de un ateo La Crucifixión es tan sólo otro acto humano más". Con estas obras quería dejar claro entre otras cosas hasta qué punto pueden ser crueles los hombres entre ellos más allá de las escasas referencias políticas que puedan existir en éstas -para Bacon la política no era sino otra de sus fuentes de inspiración entre muchas otras, no importándole ninguna ideología en concreto, sino el comportamiento primario y violento más allá de los disfraces políticos. Bacon ya había hecho una pequeña Crucifixión en 1933 que nada tendría que ver con éstas, en las que cobrarían especial fuerza el rojo sangre, las figuras cárnicas y monstruosas sustituyendo a los santos y en general el desasosiego plasmado por él en estas vivaces composiciones. "Somos carne comestible", es una idea recurrente que a partir de este momento transmitiría constantemente.
Los años sesenta fueron muy intensos en la vida de Francis Bacon, quien viajaría mucho durante la segunda mitad de la década a sitios como el sur de Francia, Túnez o Mónaco. De este último lugar es memorable el hecho de que el pintor se gastase una fuerte suma obtenida en el Casino en una suntuosa villa que sólo pudo disfrutar durante diez días, lo que nos habla de su fascinación por el azar y lo creado aparentemente de la nada, no sólo en el arte, sino también en la vida. Pero más importante para él fue el descubrimiento de una nueva manera de trabajar buscando la luminosidad, el colorido intenso y la agresividad en el trazo. Estas tres características se darían sobre todo en un cuadro cronológicamente posterior, Estudio con tres figuras en una habitación, en el cual aparecería por primera vez George Dyer, quien sería protagonista de una larga serie de retratos al ser alguien tan cercano al creador. Son frecuentes los retratos de sus más allegados, los cuales pintaba de manera indirecta, a través de fotografías de los mismos, pues decía sentirse cohibido al tratar de retratarlos en persona, ya que el hecho de que deformase a los retratados hacía que éstos se sintiesen molestos, "porque a nadie le gusta la realidad", solía decir tratando de explicar que al deformar las imágenes y reducirlas al mínimo conseguía mostrar lo esencial.
Al llegar la década de los ochenta, nos encontramos con un Bacon maduro y cansado, cuyos trípticos comenzarían a mostrar una mayor serenidad en comparación con sus fantásticos animales de descomunales mandíbulas de mediados de siglo XX, pero que aún tendría energías suficientes para continuar trabajando otros diez largos años, esta vez en compañía de su último amor, el joven John Edwards, de cuyo retrato la piel parece escaparse lenta pero inexorablemente, en un recordatorio en forma de metáfora de lo transitorio y banal de la existencia, una existencia que este genio vivió de forma dramáticamente intensa y creativa. Murió en Madrid en 1992, probablemente satisfecho de su inigualable y original trayectoria.
La exposición incluye una sala en la que ver este documental, he tenido la suerte de encontrarlo en Youtube.
Enlaces de interés:
https://www.museodelprado.es/pagina-principal/exposiciones/info/en-el-museo/francis-bacon/
https://www.estrelladigital.es/ED/diario/106121.asp
https://www.europapress.es/madrid/n...-museo-prado-semana-santa-20090403203626.html
Documental:
Su estudio:
Y, finalmente, su estudio, otra obra de arte en sí misma según sus más apasionados admiradores -aunque esta afirmación ya me parece un tanto exagerada.
PD: Todavía estáis a tiempo de ver una exposición que quizá nunca vuelva a repetirse.
Vida del artista:
Aprovechando que he regresado provisionalmente por Semana Santa, visité hace poco la exposición sobre Francis Bacon en El Prado, la cual se celebra en colaboración con la Tate y el MOMA para conmemorar el centenario del nacimiento del artista. Madrid ha sido la ciudad elegida para la exposición al ser la capital de nuestro país el lugar de su defunción en 1992, reposando las cenizas del autor en el cementerio de La Almudena, pero un motivo más importante que ése fue el hecho de que, al final de su vida, visitó con vivo interés el museo, sobre todo por su sincera admiración hacia Velázquez.
El artista en su estudio.
Francis Bacon es un autor que nos recuerda que somos animales ligados a nuestra naturaleza instintiva, pero si hay una etapa en la que realmente refleja esta idea es en la primera de todas, en la cual muestra las figuras humanas de modo que se asemejan a cuerpos mutilados, criaturas deformes y espíritus malignos. Las dos guerras mundiales, sobre todo la segunda, tendrían un fuerte impacto en el desarrollo del arte de finales del siglo XX. En 1944 hizo el que sería su primer tríptico, Tres estudios para figuras al pie de una Crucifixión, el cual es harto importante si tenemos en cuenta que esta manera de presentar sus obras se convirtió en la predilecta especialmente hacia el final de sus días, pero mucho antes de que ese final llegase, el estilo de Bacon fue sufriendo muchas modificaciones al resultar su existencia larga y productiva.
Los trípticos tienen un lugar verdaderamente destacado en la trayectoria de este artista.
Muchas fueron las fuentes de inspiración a las que acudió, desde libros de fotografía, hasta el cine y todo lo relacionado con el mundo bélico, pasando por cosas tan insólitas y crudas como los animales muertos en las carnicerías. De su primera etapa son característicos los estudios de cabezas, el grito, el desnudo masculino, y especialmente las muchas reproducciones que llevó a cabo del retrato del Papa Inocencio X, el cual, por cierto, el autor jamás contempló aun teniendo la oportunidad al hallarse dos meses en Roma, pues en una entrevista aseguró "me daría vergüenza ver algo tan perfecto después de todas las tonterías que he hecho con ello".
Un claro ejemplo del modo en que, a veces, Bacon trasladaba directamente fotografías a sus obras, en este caso de Muybridge, a quien solía recurrir.
Aunque durante los años cincuenta su estilo aún no se terminó de definir del todo, ya sentó las bases de los temas que trataría, así como del modo en que lo haría, destacaría la sexualidad violenta unida a la muerte entre todos ellos, tal vez porque, al saberse homosexual, Bacon se sentía estéril e incapaz de prolongar su vida a través de otra persona, de ahí que fuesen frecuentes en sus trípticos de los años sesenta y setenta las escenas cargadas de erotismo y sangre. Dentro de esta etapa, la angustia que atenaza su devenir no provendrá únicamente de la deprimente posguerra, sino de su relación con Peter Lacy, quien indirectamente sería retratado en figuras anónimas, encorbatadas y vestidas de gélido azul, de modo que en dichas imágenes se aúnan magistralmente la tristeza y la rabia, más todavía en aquellas en las que los personajes nos muestran su boca, parte del cuerpo con la que Bacon tenía verdadera obsesión. Bacon siempre se relacionaría a lo largo de su vida con personas alcohólicas y violentas, las cuales plasmaría siempre en sus óleos como frágiles, patéticas y aisladas -o más bien, la palabra correcta en este caso sería encarceladas, siempre parece querer meterlos literalmente en una especie de caja de transparentes lados y visibles aristas. El interés por lo instintivo alcanzaría su cenit en esta época, en la que prácticamente llevó a cabo la mayoría de sus obras dedicadas exclusivamente a lo animales -cuyas imágenes obtendría de los trabajos del fotógrafo Muybridge, del cual estaba especialmente interesado en la representación del cuerpo en movimiento-, de entre la que merece especial mención Estudio para un Babuino, por su expresión desesperada y cargada de ira. En ocasiones se acerca al Art brut.
No sería descabellado afirmar que Bacon tuvo su propia "etapa azul", teniendo en cuenta que Picasso fue una de sus más tempranas referencias.
Durante los sesenta, comenzaría a crear sus grandes trípticos tan característicos de su carrera pictórica, siendo el motivo más frecuente en esta década La Crucifixión, lo que no deja de resultar paradójico si tenemos el cuenta el ateísmo del ejecutor de los mismos, pero como dejó claro "desde el punto de vista de un ateo La Crucifixión es tan sólo otro acto humano más". Con estas obras quería dejar claro entre otras cosas hasta qué punto pueden ser crueles los hombres entre ellos más allá de las escasas referencias políticas que puedan existir en éstas -para Bacon la política no era sino otra de sus fuentes de inspiración entre muchas otras, no importándole ninguna ideología en concreto, sino el comportamiento primario y violento más allá de los disfraces políticos. Bacon ya había hecho una pequeña Crucifixión en 1933 que nada tendría que ver con éstas, en las que cobrarían especial fuerza el rojo sangre, las figuras cárnicas y monstruosas sustituyendo a los santos y en general el desasosiego plasmado por él en estas vivaces composiciones. "Somos carne comestible", es una idea recurrente que a partir de este momento transmitiría constantemente.
El Estudio para una Crucifixión, casi más cruento aún que la propia Crucifixión.
Los años sesenta fueron muy intensos en la vida de Francis Bacon, quien viajaría mucho durante la segunda mitad de la década a sitios como el sur de Francia, Túnez o Mónaco. De este último lugar es memorable el hecho de que el pintor se gastase una fuerte suma obtenida en el Casino en una suntuosa villa que sólo pudo disfrutar durante diez días, lo que nos habla de su fascinación por el azar y lo creado aparentemente de la nada, no sólo en el arte, sino también en la vida. Pero más importante para él fue el descubrimiento de una nueva manera de trabajar buscando la luminosidad, el colorido intenso y la agresividad en el trazo. Estas tres características se darían sobre todo en un cuadro cronológicamente posterior, Estudio con tres figuras en una habitación, en el cual aparecería por primera vez George Dyer, quien sería protagonista de una larga serie de retratos al ser alguien tan cercano al creador. Son frecuentes los retratos de sus más allegados, los cuales pintaba de manera indirecta, a través de fotografías de los mismos, pues decía sentirse cohibido al tratar de retratarlos en persona, ya que el hecho de que deformase a los retratados hacía que éstos se sintiesen molestos, "porque a nadie le gusta la realidad", solía decir tratando de explicar que al deformar las imágenes y reducirlas al mínimo conseguía mostrar lo esencial.
Detalle de Estudio para tres figuras en una habitación, en el que se muestra a Dyer como un ser patético y frágil, retratado con una extraña mezcla de cariño y desprecio al mismo tiempo por parte de su compañero sentimental.
Ya hemos hablado de la presencia del tríptico -prefería el gran formato- en su trayectoria artística, pero si hay un momento a partir del cual comenzó a usarlo con frecuencia ése fue el de la defunción de su amante George Dyer, el cual se suicidó de una sobredosis justo dos días antes de su exposición en el Grand Palais de París. A través de estas gigantescas pinturas en la que las grandes manchas cuadrangulares y oscuras representan la Muerte, trató de exorcizar su miedo a la mortalidad y deshacerse de sus sentimientos de culpa por la pérdida de Dyer, cuya vida afirmó haber podido salvar de haber dedicado su tiempo al mismo en lugar de haber estado supervisando la exposición. Indudablemente, Tríptico en memoria de George Dyer es el más representativo de todos.
Tríptico en memoria de George Dyer, probablemente el más emotivo y sincero de su carrera.
Al llegar la década de los ochenta, nos encontramos con un Bacon maduro y cansado, cuyos trípticos comenzarían a mostrar una mayor serenidad en comparación con sus fantásticos animales de descomunales mandíbulas de mediados de siglo XX, pero que aún tendría energías suficientes para continuar trabajando otros diez largos años, esta vez en compañía de su último amor, el joven John Edwards, de cuyo retrato la piel parece escaparse lenta pero inexorablemente, en un recordatorio en forma de metáfora de lo transitorio y banal de la existencia, una existencia que este genio vivió de forma dramáticamente intensa y creativa. Murió en Madrid en 1992, probablemente satisfecho de su inigualable y original trayectoria.
El último de sus trípticos, en el que se observa como, en una suerte de premonición, el hombre parece adentrarse en la eterna obscuridad de la Muerte.
Entrevista:Para saber más:
La exposición incluye una sala en la que ver este documental, he tenido la suerte de encontrarlo en Youtube.
Enlaces de interés:
https://www.museodelprado.es/pagina-principal/exposiciones/info/en-el-museo/francis-bacon/
https://www.estrelladigital.es/ED/diario/106121.asp
https://www.europapress.es/madrid/n...-museo-prado-semana-santa-20090403203626.html
Documental:
Su estudio:
Y, finalmente, su estudio, otra obra de arte en sí misma según sus más apasionados admiradores -aunque esta afirmación ya me parece un tanto exagerada.
PD: Todavía estáis a tiempo de ver una exposición que quizá nunca vuelva a repetirse.