Main man
Limpia, fija e invita a putas a coca-colas
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Anoche emitieron en Cuatro un nuevo programa de la rentabilísima línea de Callejeros, denominado 'Hotel dulce hotel'. Salían imágenes de muchos y muy diversos (temáticos, rurales, históricos, con encanto, urbanitas...) y, como siempre, la cámara entrevistaba a personajes de lo más diverso, desde clientes excéntricos a millonarios irredentos pasando por botones paraguayos. OK.
En esto que aparece nuestro inefable míster Hilton nacional, el señor Kike Sarasola, más parecido cada día que pasa a un híbrido entre Mr. Propper y el mago chungo de Golpe en la pequeña china.

- En efecto. Me llamo Sarasola y me hice sarasa por el LOL.
En esto que aparece nuestro inefable míster Hilton nacional, el señor Kike Sarasola, más parecido cada día que pasa a un híbrido entre Mr. Propper y el mago chungo de Golpe en la pequeña china.

- En efecto. Me llamo Sarasola y me hice sarasa por el LOL.
Uno de sus amigotes y clientes habituales es nuestro gran divo patrio, Miguel Bosé. Ambos se abrazaban y disfrutaban de lo divinos que son en un publirreportaje que haría llorar de envidia a cualquier agencia de comunicación y publicidad que se precie. Lo que se vio es de denuncia pública: el artista Miguel Bosé, que tiene empresas de jamones de pata negra en Montánchez (Cáceres), le explicaba al empresario Sarasola (cuyo hermano Gigi, jinete pijo, era íntimo de Felipe González) lo genial que sería incluir en el minibar de la habitación taquitos de jamón de bellota a modo de snack, en lugar de las consabidas almendras, aceitunas y chocolatinas. El asunto era cosa hecha, pues ya tenían hasta la caja, divina también, diseñada y fabricada.
La cosa continúa con un viaje a Montánchez para conocer la fábrica de jamones de Miguel Dominguín Bosé, hijo de torero y señora de pelo azul que se dice actriz, hermano de diseñadora con ínfulas y tío de un ser andrógino con el pelo color mostaza que desfila y dice que también canta. Visitan la fábrica, el encargado les hace la ola porque ha venido el boss y la tele, Miguel presume de su producto y se cree gourmet en directo, el gayer Sarasola mea colonia como un poseso oliendo jamones y berreando que a partir de mañana habrá jamoncito en toda la cadena Room Mate y acaba el reportaje con los dos caraduras comiendo a dos carrillos y bebiendo vinazo en una taberna del puto pueblo cacereño.
La reflexión es que me siento estafado, indignado, con los huevos tocados de no sé qué manera y no sé en qué medida por el espectáculo de obscenidad bon vivant que nos ofrecen estos dos jetas a medio camino de la portada de Vanity Fair y la contra de La Vanguardia.
¿Esta es la izquierda molona que merece nuestro condenado país? ¿Gente que presume de dirigir hoteles o de dormir en habitaciones de 1.800 euros la noche? ¿Se puede ser de izquierdas e impartir lecciones de moral y, al mismo tiempo, permitirse caprichazos con los que un parado no puede ni soñar?
La cosa continúa con un viaje a Montánchez para conocer la fábrica de jamones de Miguel Dominguín Bosé, hijo de torero y señora de pelo azul que se dice actriz, hermano de diseñadora con ínfulas y tío de un ser andrógino con el pelo color mostaza que desfila y dice que también canta. Visitan la fábrica, el encargado les hace la ola porque ha venido el boss y la tele, Miguel presume de su producto y se cree gourmet en directo, el gayer Sarasola mea colonia como un poseso oliendo jamones y berreando que a partir de mañana habrá jamoncito en toda la cadena Room Mate y acaba el reportaje con los dos caraduras comiendo a dos carrillos y bebiendo vinazo en una taberna del puto pueblo cacereño.
La reflexión es que me siento estafado, indignado, con los huevos tocados de no sé qué manera y no sé en qué medida por el espectáculo de obscenidad bon vivant que nos ofrecen estos dos jetas a medio camino de la portada de Vanity Fair y la contra de La Vanguardia.
¿Esta es la izquierda molona que merece nuestro condenado país? ¿Gente que presume de dirigir hoteles o de dormir en habitaciones de 1.800 euros la noche? ¿Se puede ser de izquierdas e impartir lecciones de moral y, al mismo tiempo, permitirse caprichazos con los que un parado no puede ni soñar?
¿No les duele España, copón?