Parece que se me juzga como lo contrario de gente maja. El hombre como especie nunca podrá llegar a ser lo que la norma le exige, no está biológicamente preparado, por lo que "buena persona" y "mala persona" son ideas culturales con trasfondo histórico y sociológico. A todo el mundo le gusta creer que es buena persona y mantener un buen concepto de sí mismo, aún cuando casi todo el mundo es escoria degenerada. Del mismo modo que quienes incluyen en su construcción de imagen las prácticas cultuales y van a misa como una tradición no han leído las normas morales que aparecen en los evangelios, ni las practican. El individuo medio actúa bien y actúa mal objetivamente porque en el hombre conviven dos tendencias opuestas, que la cultura reprime o potencia, mientras subjetivamente se considera buena persona. El hombre no puede controlar su instinto de persecución, dejar de entrometerse en la vida de otros para destruirlos y saciarse, afirmándose con crueldad. Todo ello potenciado por la cultura del espectáculo. Si bien es posible encontrar valores morales objetivos e intemporales, prácticamente no han vivido hombres en la Tierra que llegaran a comprenderlos y mucho menos a regir su vida a través de estas leyes; si incluso creemos estar seguros de lo que no se debe hacer (no matar, no robar, no difundir falso testimonio sobre otras personas, etc.) no podemos parar de hacerlo.
Dicho esto, he aquí una anécdota que por supuesto es mentira.
Hace unos meses me encontré con un anciano delirante que iba con el soporte de un carrito de la compra roto: se le caían latas, botellas, fruta por los suelos. Me acerqué y le ayudé a colocarlo, el hombre insistía en sujetar todo sin ningún orden ni equilibrio atando los objetos con una cuerda. Se había cortado en la mano e incluso me manchó de sangre. Pensé interiormente que no había riesgo de que me inoculara algún bicho. Como vi que no podía avanzar sin volver a tirar la compra le ofrecí llevarle el trasto y meter botellas y latas en mi mochila, ya que se le iban a romper al caerse al suelo. El hombre aceptó y fuimos caminando hasta donde me dijo que vivía.
Me ofreció una lata de cerveza en recompensa pero le dije que era bohemio pero abstemio.
- Quedan pocos como usted, me dijo amablemente el anciano al despedirnos.
Vuelve la esencia del arte, vuelve, también, la poesía.