A ver, hijos de puta, que al final ayer me lié y no me acosté hasta las cinco AM. Ya me he levantado y estoy tomándome un café con la legaña puesta.
Bueno, pues eso. Que ayer fui a ARCO. Invitado por una persona que trabaja en una galería, por supuesto, si no de qué, que la entrada vale CUARENTA PAVOS, JODER, QUE VALE CUARENTA PAVOS. Que es que empezamos con las estafas desde antes de entrar, que por cuarenta pavos te recorres todos los museos de Madrid donde sí tienen expuesto arte
de verdad, no basura. Que la sala más pequeña y con menos cuadros del Prado tiene más arte en sus paredes que los dos pabellones estos juntos, coño.
Lo primero que uno percibe al entrar es un aroma, qué coño aroma, un tufo, una peste a postureo que echa para atrás. Gente con cortes de pelo asimétrico, chusma que parecía que le había cortado el pelo una rata a mordiscos, maricas con pantalones pesqueros, bigote y piercing en el septum, tías que van de divinas de la megamuerte vestidas con ponchos, gafas de pasta del tamaño del parabrisas de un autobús (mucha gafa de pasta, de hecho) y pijazos de rizos en la nuca o bolso de Vuitton. Me sorprendió el nutrido grupo de gente joven que había, todos con pinta de ser bloggers, vloggers, youtubers, community managers o tuitstars. Vamos, la purria infecta de la internet estaba ahí en persona, y yo sin napalm a mano. Alguna tía buena también había, sobre todo currando en los stands. Se ve que la técnica de poner a una cachonda para vender funciona en todos los ambientes. Lamentablemente no pude hacer muchas fotos, porque estuve acompañado la mayor parte del tiempo y no podía coger y decir "Espera, que voy a retratarle el culo a esta". Aún así...
Y luego el arte. Menudo montón de basura, amigos. No había prácticamente nada colgado de las paredes (o tirado en el suelo) que no fuera auténtica basura, mierda sin fuste ni sentido, estupideces e incluso cosas que directamente ofendían a la vista. Cualquier cosa es en ARCO susceptible de ser catalogado como ARTE. Cualquier cosa:
Sí, se os cae una chapa del coche en el taller y se os abolla y si lo colgáis en la pared ya podéis llamarla arte.
¿Que vais al pueblo de vuestra puta madre y en la casa del abuelo, que está que se cae, os encontráis la puerta del corral en el suelo? Nada, la cogéis, una mano de pintura y la ponéis en la pared
Y ya tenéis vuestra obra de arte. ¿Precio? Aunque no os lo creáis, lo de esta foto se vende por la cantidad de SETENTA MIL EUROS. Sí, amigos. El sueldo de dos años de un españolito medio os puede hacer ser los orgullosos dueños de cinco tablas unidas por bisagras. SETENTA MIL EUROS, así, porque sí.
¿Que encontráis un sello antiguo de la Alemania nazi? Pues con mucho cuidado cogéis vuestra cuchilla de afeitado clásico más afilada y hacéis esto y hale, lo revalorizáis en un 50000%:
Al menos hay que reconocer que para hacer esto hay que tener un buen pulso, ¿e o no e?
Pues todo el rato así. Basura a tutiplén. No es necesario tampoco una muestra exhaustiva de todo lo que había allí vendiéndose, todos hemos visto los ladrillos encima de la bicicleta, al hijo de puta de los palés o el "Esperando a George Clooney", pieza esta que era interactiva, porque el artista se sienta contigo, te hace un café, te da un vaso de agua mineral del Dia% y lo deja todo por medio y sin limpiar. Cualquier cosa que os imaginéis es susceptible de ser vista por esta gente como arte y darle un valor de muchos miles de euros. Una bolsa de supermercado enmarcada, un trozo de cuerda, un palo apoyado en una pared, un espejo semiesférico hecho de triángulos de espejo
La tía que aparece reflejada estaba bastante buena, lástima que no se vea bien.
También había algún cuadro que se salvaba de la quema. Un par de Antonio López, uno de Richard Estes, algún otro de cuyo autor no retuve el nombre:
En fin. Básicamente, esto es lo que había. Tontería, postureo, mierda, basura, estafa y, de vez en cuando, algo que sí estaba bien.
Si esto lo hace Manolo Martínez, operario del Ayuntamiento de Madrid o de su subcontrata, le dan dos hostias, pese a que las baldosas estén muy bien puestas. Pero como lo ha hecho uno que no es él sino uno a quien otros llaman "artista", es arte.
La persona que me había invitado más o menos me vino a contar cómo funciona esto del arte moderno. Uno no compra el cuadro o la escultura. No compra algo que es bello y conmueve el alma del humano. Uno no se gasta los cuartos en otra cosa bien distinta: un concepto y un nombre. La hobra de harte no tiene un valor intrínseco en la mayoría de los casos. Lo que tiene el valor es que lo ha hecho Fulano o Mengano y que Fulano o Mengano ha querido expresar un concepto. De lo cual se colige, claramente, que cualquiera puede ser artista. No te hace falta saber pintar, esculpir o montar una instalación impactante. Sólo hace falta producir lo que sea, por ejemplo colgar unos cristales de un tubo de hierro, y redactar un tochaco con una paja mental. Si esto gusta, si por lo que sea a un determinado grupo de personas le entra por el ojo o convienen arbitrariamente en que sí, que está bien, automáticamente eres un artista y lo que haces arte, y si no, no; a partir de ahí cuanta más gente haya a la que le parezca bien, arbitrariamente, más dinero vale. En qué se basa esta gente para sancionar positivamente cualquier mierda se me escapa, pero a ellos también. No es arte, por más que lo pretendan llamar así. Son
productos, y se rigen por la ley de la oferta y la demanda. La utilidad, belleza o estética de estos productos es irrelevante. Sólo importa que el binomio concepto-nombre esté al alza en ese mercado. Cuando uno entiende esto entiende el arte moderno, entiende el mercado que hay a su alrededor. Lo mismo valdría que le llamaran
arte que que le llamaran
axaxaxas mlö. Yo preferiría que lo llamaran axaxas mlö, pero claro, luego uno llega a un bar y se liga más diciendo que se es artista que que se es axaxaxista.