Sir Ringo Starr
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Lo abro aquí y no en el talante, ya que no se trata del tema catalán en sí, y me gustaría que se evitara en medida de lo posible entrar en discusiones políticas, sino que con este hilo quiero anunciar una decisión que llevo tiempo madurando:
RENUNCIO a mi catalanidad. Renuncio a reconocer mi origen. Habrá quien me llame botifler, renegado y traidor, y es precisamente por ellos que me doy de baja de Catalunya S.L.
No puedo vivir en una tierra que, abanderando el más radical progresismo, esté prohibiendo absolutamente todo día tras día. Se prohíben, por supuesto, las corridas de toros. Se prohíbe andar por su capital sin camiseta. Se prohíbe escuchar música en la playa. Se prohíbe andar con bicicleta por las aceras a no ser que ocupen más de cinco metros. En poco tiempo prohibirán no pensar como ellos, no creer que Cataluña es la pera limonera, la nación más avanzada y próspera del mundo.
No puedo comprender a aquellos catalanes que se creen superiores a cualquier persona del resto del estado. Entre ellos mi familia más directa. ¡Realmente creen que somos más similares a Finlandia que a (el resto de) España! ¿Cómo se puede vivir en ese engaño? De acuerdo, Cataluña es una de las comunidades que más aportan al PIB nacional, pero ello se debe a una industrialización pronta y a una política proteccionista arancelaria. En absoluto a una superioridad racial. De ese racismo hacia España hacen gala cada día en toda suerte de reuniones familiares. Identifican el idioma y costumbres españoles como algo cercano a lo bárbaro comparado con nuestra elegancia fenicia. En esta casa no se cambia de canal si está puesto TV3. Y en tantísimas otras ocurrirá otro tanto. Hubo un día que, viendo en APM (celebérrimo programa de la autonómica) una escena del Diario de Patricia en el que salía uno de aquellos personajes random que pueblan dicho programa, un familiar mío afirmó que "esto no ocurre en Cataluña". ¿Será posible vivir ese engaño de postal que muestra TV3 y sus medios satélite día tras día?
No tolero que unos chauvinistas ridículos acusen de salvajismo a un país que, lejos de ser la panacea democrática o cultural, sabe respetar a otras regiones a nivel general, sin hablar de excepciones igualmente vergonzosas.
Por el generalismo de esas actitudes a una enorme parte de la población catalana (en la última encuesta de Noxa para La Vanguardia el sí a la independencia alcanzaba casi un 50%) yo, catalán de nacimiento y nombre, charnego de herencia y futuro, renuncio a mi identidad catalana.
Y ancha es Castilla.
RENUNCIO a mi catalanidad. Renuncio a reconocer mi origen. Habrá quien me llame botifler, renegado y traidor, y es precisamente por ellos que me doy de baja de Catalunya S.L.
No puedo vivir en una tierra que, abanderando el más radical progresismo, esté prohibiendo absolutamente todo día tras día. Se prohíben, por supuesto, las corridas de toros. Se prohíbe andar por su capital sin camiseta. Se prohíbe escuchar música en la playa. Se prohíbe andar con bicicleta por las aceras a no ser que ocupen más de cinco metros. En poco tiempo prohibirán no pensar como ellos, no creer que Cataluña es la pera limonera, la nación más avanzada y próspera del mundo.
No puedo comprender a aquellos catalanes que se creen superiores a cualquier persona del resto del estado. Entre ellos mi familia más directa. ¡Realmente creen que somos más similares a Finlandia que a (el resto de) España! ¿Cómo se puede vivir en ese engaño? De acuerdo, Cataluña es una de las comunidades que más aportan al PIB nacional, pero ello se debe a una industrialización pronta y a una política proteccionista arancelaria. En absoluto a una superioridad racial. De ese racismo hacia España hacen gala cada día en toda suerte de reuniones familiares. Identifican el idioma y costumbres españoles como algo cercano a lo bárbaro comparado con nuestra elegancia fenicia. En esta casa no se cambia de canal si está puesto TV3. Y en tantísimas otras ocurrirá otro tanto. Hubo un día que, viendo en APM (celebérrimo programa de la autonómica) una escena del Diario de Patricia en el que salía uno de aquellos personajes random que pueblan dicho programa, un familiar mío afirmó que "esto no ocurre en Cataluña". ¿Será posible vivir ese engaño de postal que muestra TV3 y sus medios satélite día tras día?
No tolero que unos chauvinistas ridículos acusen de salvajismo a un país que, lejos de ser la panacea democrática o cultural, sabe respetar a otras regiones a nivel general, sin hablar de excepciones igualmente vergonzosas.
Por el generalismo de esas actitudes a una enorme parte de la población catalana (en la última encuesta de Noxa para La Vanguardia el sí a la independencia alcanzaba casi un 50%) yo, catalán de nacimiento y nombre, charnego de herencia y futuro, renuncio a mi identidad catalana.
Y ancha es Castilla.