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Más todavía porque en todo este asunto me atrevo yo a decir que el manotazo ya es algo secundario. Yo puedo entender que en un forcejeo se te escape el brazo y le des al rival con la mala suerte de hacerle sangre. Cosas del juego, que eso en el ajedrez o en golf no pasa. Puedo entender que en el calor del juego le trates de dar un codazo. Es roja y santas pascuas, y se resuelve moralmente con una disculpa, como hizo Cristiano. Puedo hasta entender que le calces un guantazo. Es roja, sanción, y fuera. Mal hecho, pero no un crimen.
La cosa empieza a torcerse cuando el jugador dice que la roja que recibe es vergonzosa si bien eso, sin embargo, solamente le deja en mal lugar a él. El verdadero problema es cuando desde su club se trata de justificar lo injustificable y, además, con argumentos injustificables. Valdano, tras la expulsión y también dos días despues, dijo en esencia, que no le deberían expulsar porque no tenía intención de hacer daño. No, claro. Igual quien conduce a 100 por hora por una calle tampoco tiene intención de hacer daño, pero igual le cae retirada de carnet. Y si atropella a alguien, mayor sanción aunque fuera sin querer. Al decirse y sostenerse eso, el propio club se convierte en solidario de la acción de su jugador y, a diferencia de éste, lo hace con plena intencionalidad. Bien está que defiendan que no hubo agresión pero decir que una acción de este tipo no merece sanción es recorrer el camino que va de la disculpa a la complicidad.
Parece que el club va recurrir la sanción basándose en defecto de forma como se dice, y eso que la sanción es mínima contando que al juego peligroso se une el ser la segunda expulsión. Pero si lo hace creo que estaríamos ante el definitivo entierro del tan pregonado señorío. Quien recurre una sentencia por flagrante falta o delito basándose en un defecto de forma es que demuestra que se le da una higa todo eso de la justicia y la deportividad y no le interesa más que su propio interés y ganar a cualquier precio. Defecto de forma, de todos modos, hay en este caso: el que le puede quedar a la nariz del jugador malaguista si los médicos no andan hábiles.
Diría yo de todos modos que aún nos falta un paso más en este caso: la dolorida queja desde el club de que se le está persiguiendo a él y a su jugador, y de que todo esto está desorbitado. Y a lo mejor es cierto, pero es consecuencia lógica de vivir en la permanente desorbitación y hacer bandera de ella. Si esto pasa en un Racing-Mallorca ya estaría olvidado, pero sucede con el jugador más caro de la historia del fútbol, en un club que ha hecho bandera durante décadas del ‘señorío’, que siempre que puede saca a pasear su condición de mejor club del siglo XX y que últimamente ha apostado por la baza del gigantismo: lo mejor y lo más caro, cueste lo que cueste. Pues cuando haces eso, no puede esperar que todo lo que pase en tu entorno no se multiplique por mil. Del mismo modo que como el Barça acostumbra a decir que es més que un club, todos sus errores institucionales se magnifican, las carencias de señorío del Real Madrid reciben el mismo trato.