Guarras, barrios chungos, random, talego, droga. En este orden.
O si hay una que combine dos o más, esa.
Ok. Una de guarras con tintes de droga.
Año 1999. Mashorca.
Llevaba un par de años en Sevilla sacando muchísimo partido a mi vida. Sin trabajo, tol día tirao en la calle y gastándome alegremente toda la pasta que ganaba con los trapis; sin pensar para nada en el future. En esto que un colega me dice que eso no puede seguir asín, que tenemos que hacer algo, porque como sigamos de ese palo vamos a acabar muertos, locos o presos (salvo lo primero, lo segundo lo llegamos a conocer a medias y lo tercero al completo. Los dos.)
En un banquito del parque Los Principes urdimos el plan mientras nos fumábamos un canuto de Jack Herer. Nos iríamos a Mashorca a ocupar parte de la casa que tenían alguilada unos conocidos allí. Hablamos con los susodichos y una semana después nos plantamos allí.
Nos fuimos cada uno con un macuto más bien pequeño, con nuestras pertenencias más imprescindibles y poco más, y con dos placas de veinticinco tripis (Simpsons) para ir vendiendo allí y sacarnos aunque sea pa un bocata de mortadela de Mickey.
Fue llegar, enseñar el cargamento y en seguida se montó una fiesta lisérgica en la casa. Tres horas después de llegar ya estábamos de subidón montando un pollo que te cagas en la casa. Medio Bart Simpson por barba para quince o dieciséis tíos que había allí provoca sin lugar a dudas una debacle del copón.
Entre la maraña de locos había tres tías. Dos normalitas y una que estaba pa cagarse en su padre directamente. Un auténtico pivón deslumbrante. Esta fulana iba detrás de uno de mis colegas, pero claro, de tripi (al menos a mi y a todos los que había allí) te suda la polla ligar. Lo único que quieres es descojonarte hasta que te duelan las tripas, chillar, decir barbaridades... En fin... El ácido.
Yo tenía especial afinidad con este colega y eso lo notó la guarra, de modo que se acercaba mucho a nosotros y se involucraba en nuestro desbarre. Le pregunté a mi colega que qué plan con la tipa, que si le iba a atacar, y me dijo que se la sudaba, que le atacase yo si quería.
Entonces vi el cielo abierto y me dije de entrarle a saco a ver qué pasaba. Y eso hice.
La colega se muestra receptiva, y yo empiezo a ilusionarme con la posibilidad de cuando baje el tripi meterle el nabo a semejante diosa. Total, que en una de estas ella me dice de irnos de allí y seguir la fiesta en su casa. No me lo podía creer. Me la iba a jincar finalmente.
Nos despedimos y nos vamos. Vivía en el pueblo del nota este que juega al tenis; Manacor. Entramos, me sirve una copa y nos acomodamos en el sofá para supuestamente "ver una peli" (odio esa puta frase). Claro, ya en esas, había que entrarle a la mayor celeridad. Y aquí es donde la tía patina.
Coge la hija de la gran puta y me rechaza. Me dice: "Tío, estoy muy ciega, no me apetece ahora mismo. Creo que voy a dormir un poco, si tienes hambre coge lo que quieras del frigo". Y se recuesta en unos cojines que había allí en el sofá haciéndose un ovillo.
Mi cerebro se cortocircuita y me quedo embobao mirando un cuadro la hostia de feo que tenía allí mientras intento resolver el puzzle de qué coño acababa de pasar.
Estaba claro. La asquerosa me había dicho de irme con ella para provocar interés-celos en mi colega y que así le echara cuenta.
Entonces pienso: "Te vas a enterar furcia asquerosa". Como me había dado permiso para comer y beber lo que quisiera, tiro pa la cocina y abro el frigo. Me lo encuentro hasta los topes de papeo y automáticamente me salió una risa nerviosa de pura maldad. Me preparé unos filetes de ternera que tenía allí (señalar que llevaba como 24 horas sin comer con el rollo del tripi y la fiesta), una buena ensalada y dos latas de berberechos. Cuando estuve jincho de papear, cogí dos bolsas de plástico que tenía por allí y comencé a llenarlas con alimentos del frigo y de un mueblecito-despensa que había al lado. Pillé botes de tomate, latas de caballa, un salchichón entero, salchichas Revilla, pan Bimbo y alguna que otra cosa más. Al día siguiente nos íbamos de excursión y necesitábamos provisiones. Dejé todos los cacharros sucios en el fregadero y me meé sobre ellos, de ese modo, al ir a fregar, se mancharía las manos con mi meao.
Cogí las bolsas, las coloqué en la puerta de entrada, volví al salón donde la guarra yacía sobada, regurgité y le solté un gargajo en el pelo antes de irme a modo de despedida.
No supe de la tía hasta una semana después en que mi colega viene y me dice: "Killo, dice esta que no veas si comes. Que le dejaste la despensa temblando". Los dos nos descojonamos porque él conocía la historia y fue partícipe indirecto al comerse casi todo el salchichón él solo en un bajón de porros. Nunca la volví a ver, y al final ni mi colega ni yo nos la follamos, pero quiero pensar que aprendió la lección. Si no, fijo que le habrán vaciado la despensa en más de una ocasión.