Libros Hoy y ayer. Literatura que se vende us literatura de calidad

La literatura en sí, se podría dividir en dos clases.

La literatura técnica, que es aquella, que engloba a todos aquellos textos que van desde un simple manual de instrucciones hasta ensayos de física, filosofia, historia o economía, por poner un ejemplo.

Y la literatura de fruicción o de entretenimiento. Que es aquella por su propia definición se centra en entretener. Su misión es única y exclusivamente la de hacer pasar el rato, ya sea novela, poesía o teatro. Despues, cada uno podrá interpretar de esos textos lo que quiera sacar.

Lope de vega es un autor de "cultura elevada", hoy en dia, lo que se viene a llamar un clásico, porque en su tiempo, fue un autor de "cultura popular". La mayor parte de los grandes de la literatura lo son porque la gente los hizo. Su gloria se la deben a sus lectores.
Casi todo lo que consideramos clásico, en sus orígenes fue popular, incluso despreciado por lo que antaño, en su correspondiente época, era considerado "elevado".

EL quijote es la primera novela que se puede considerar como tal de la historia. EL primer best-seller, del cual, han bebido el resto de los autores, incluido genios de la talla de Shakespeare, quien tomando un personaja del quijote creo su propia obra, recientemente descubierta -no recuerdo su nombre-.

Hoy, como antaño, hay de todo en la viña del señor.

El cancer que asola la sociedad actual, no es porque se haya masificado lo que se viene a concebir como cultura, sino la mediocridad que ha supuesto el acceso a la creación.

Formar un escritor es muy complicado. No responde a ninguna estructura educativa concreta. No tiene una formación estabulada por la que definirle como tal.
Su formación es libre, autodidacta, fuera de cualquier canón.


Como ya se ha referido con anterioridad, la mediocridad ha desvirtuado ese concepto, cuestión de estética y de pensamiento politicamente correcto, a la par que ha cortado ese flujo, o por lo menos, lo está dificultando enormemente, entre la cultura elavada y la cultura popular. Aunque yo a la primera la definiría como cultura clásica.

Y por ejemplo, yo no considero obra "elevada" a 100 años de soledad, tomadura de pelo, casposa y patética de un chupahabanos de guayabera ensangrentada. Ni a muchos, que la élite considera como tales. Y si, el señor de los anillos, o 1984, u otras tantas obras que transcienden su soporte físico, el libro, y viven, a través de años, decadas y siglos.

Ýo tengo un dicho, Si quieres ser un clásico, bebe de los clásicos; y clásicos, los hay en todos los géneros y disciplinas. El problema viene en el clasismo dogmático de muchos que se autotitulan críticos.

En si mismo, el actual sistema no es dañino para ese flujo y reflujo, ya que favorece la difusión de una obra a una escala, que por razones obvias,no se conocía con anterioridad.
EL problema radica en que no se cuida la calidad de lo que se promociona, o se hace aposta. No es lo mismo vender una fruta de excelente calidad, que venderla en cualquier estado, con el único afan de vender.
 
Tal vez lo que me entristezca, a fin de cuentas, es el fracaso del viejo sueño de la ilustración, elevar el nivel de todos, dotarnos de mayor capacidad crítica y de una sensibilidad más refinada. Fracaso en el sentido de que, dadas las potencialidades que ofrece la tecnología, los nuevos medios, podríamos llegar mucho más lejos en nuestra educación y perfeccionamiento, pero en cambio estamos creando una nueva tipología de semianalfabeto funcional. No sé, todo esto me parece un espantoso desperdicio, como si estuviéramos perdiendo una gran oportunidad.

Digamos que el mundo es un poco más complejo que antes.
Hoy no podría haber un Leonardo da Vinci.
Esa complejidad de conocimientos lleva a que hoy se sepa un poquito de cada cosa y gracias, el nivel de profundidad solo se deja para temas que son de especial interés.

Y a fin de cuentas, no es para que nos miremos en el espejo y decirnos: oh, qué culto e inteligente soy, sino porque esto nos ayudaría a resolver mejor nuestros problemas, a saber elegir más acertadamente a nuestros políticos, a entender con más hondura a quienes nos rodean, familiares y extraños.

Y me niego a aceptar que la literatura tenga que ser otro entretenimiento banal.
 
No creo que haya que calentarse demasiado la cabeza. Para saber qué es o no literatura no hace falta más que dejar obrar

al consumidor tiempo y su presteza.

Lo prescindible perecerá, y sobrevivirá lo valioso. Yo no leo más que autores muertos; cuanto más tiempo, mejor. Así sé que estoy evitando la paja.

De hecho, si nos parece que antes había más calidad es, simplemente, porque no han llegado hasta nosotros las obras putrescibles y sólo aquellas que por su excelencia pudieron conservarse del tiempo.

Por otro lado, soy de la opinión que el público sensible es siempre el mismo con independencia del número de lectores potenciales. Quiero decir que lo mismo da que haya un 60% o un 0% de analfabetos, al final siempre lee literatura el mismo número de personas.

cuellopavo rebuznó:
Y me niego a aceptar que la literatura tenga que ser otro entretenimiento banal.

No, pero es un entretenimiento. Puedes considerarlo sublime, pero lo cierto es que es un entretenimiento. No es más, pero tampoco es menos. La enfermedad del siglo presente en todas las artes (no sólo en la literatura) es idolatrar el concepto de Arte hasta el punto de hacerlo un fin en sí mismo, cuando no es más que una consecuencia. Una obra (un libro, una pieza teatral, un canción) es un entretenimiento. Y si bello y eterno, entonces como consecuencia es arte. Pero como consecuencia de ser bello y eterno. La perversión es trasponer esto y pretender "hacer directamente arte" que, como tal, hemos de tomar por bello y eterno. Esto es lo que provoca todas esas Ferias de Artes Contemporáneas donde se llega a auténticas aberraciones, porque se basan en "fabricar arte".
 
Si la literatura, y la cultura en general, no sirviera para procurarnos felicidad, entonces no hay para qué torturarse devanándose los sesos.

Quien lee "En busca del tiempo perdido", o lo hace por puro placer o es un masoquista de muchos quilates, quien por tanto también persigue, aunque de manera algo más retorcida, colmarse de gusto.

Y si alguien lo que desea es sencillamente entretenerse, porque es lo que le pide el cuerpo, lo que le viene de perlas es un buen libro de entretenimiento, desde "La cartuja de Parma" a "La isla del tesoro" o el mismo Quijote, que fue escrito con el único afán de entretener a la gente de su tiempo en las largas veladas en torno al hogar las noches del invierno, al tiempo que aprovechaba para lanzar algunas pullas contra los libros de caballería.

Otros se entretienen filosofando o resolviendo complicados problemas de matemáticas -conozco algún caso- o simplemente haciendo bricolaje, coleccionando sellos o practicando senderismo... Agobiados muchas veces por los trabajos, cada cual busca donde sabe un poco de recreo (qué buena palabra ésta: re-creo).

Quienes dedican su tiempo de ocio a actividades de carácter intelectual, es lógico que con el tiempo se vayan haciendo más exigentes en su demanda de libros y demás fuentes de placer. Lo mismo que quienes se dedican al bricolaje, que cada vez se atreven con muebles más complejos que requieren de mucha más destreza y herramientas de las que posee un simple principiante.

Pero estos dos tipos a los que me estoy refiriendo -el que prefiere recrearse en actividades de tipo intelectual o artístico, y el que lo hace mediante disciplinas mecánicas o puramente físicas- no son más que dos caras del buen burgués de vida más o menos ordenada y tiempo libre organizado en razón a sus gustos personales.

El ideal social, bajo mi punto de vista, sería que toda la masa popular que, perdida sus raíces culturales, pasa su tiempo en las grandes superficies, y cuando no emborrachándose sin tino -porque hay borracheras muy atinadas-, o de cualquier otra manera embrutecedora y falaz, acabaran aburguesándose de verdad, es decir poniendo orden y armonía en sus vidas, hasta ser capaces de encontrar las verdaderas fuentes de su placer, de su felicidad, aunque ésta sólo sea una mera aspiración, que son las que le irán haciendo crecer como seres humanos dotados de manos y de intelecto.
 
cuellopavo rebuznó:
Tal vez lo que me entristezca, a fin de cuentas, es el fracaso del viejo sueño de la ilustración, elevar el nivel de todos, dotarnos de mayor capacidad crítica y de una sensibilidad más refinada. Fracaso en el sentido de que, dadas las potencialidades que ofrece la tecnología, los nuevos medios, podríamos llegar mucho más lejos en nuestra educación y perfeccionamiento, pero en cambio estamos creando una nueva tipología de semianalfabeto funcional. No sé, todo esto me parece un espantoso desperdicio, como si estuviéramos perdiendo una gran oportunidad.

Tienes muchísima razón, yo no lo habría dicho mejor. Pero es que me temo que este fracaso es inevitable. Siempre habrá una élite y siempre habrá una mayoría que no quiera o no pueda esforzarse intelectualmente. Y esto no lo resolverá una mejor educación. Es simplemente que las cosas son así. En parte somos también animales, con gustos y necesidades de animales. Al menos, hasta que no se mejore genéticamente a la Humanidad...
 
El entretenimiento puede entenderse de diversas maneras. Puede ser algo perfectamente inútil, que solamente sirva para hacerte pasar el tiempo. Quienes busquen esto son merecedores de lástima, pues es gente que huye de su propia vida.

Un libro es como un viaje. Hay viajes a Cancún y a Marbella, donde te encontrarás lo previsto: sol, playa, berzas y sexo fácil, y hay otros en los que conocerás cosas nuevas deleitándote, aunque a veces tengas que sudar un poco subiendo un monte o acabes por la noche molido o molida en un hotel, pero satisfecha o satisfecho con tu cabeza bullente de nuevas imágenes, inquietudes y sensaciones.

Es un error pensar que la literatura depende del nivel del escritor. Depende del nivel del lector. Es lo que trato de decir aquí. Para un lector con poco tiempo, que llega cansado del curro y que no ha tenido en su vida grandes oportunidades para concentrarse en lecturas, no hay posibilidad de acceso a una literatura compleja. No podrá deleitarse con ella como no puede disfrutar el aficionado a la bicicleta de domingos a un recorrido por la sierra de seis horas: a la media hora estará muerto, no podrá más. Pero si estás entrenado, disfrutarás allí donde otro solamente sentirá agotamiento. Con el coco pasa igual.

Si no estás acostumbrado, escuchar a Bach o incluso a Mozart te parecerá un coñazo. Preferirás las cositas sencillas, chunda-chunda-tachunda, que oye, está bien para ciertas ocasiones, para las risas y para hacer un rato el ganso en la pista de baile. Pero yo aseguro que se puede disfrutar de Bach y de Mozart, no se trata de acceder a una sala de masoquismo para los que mezclan patológicamente placer y dolor. Y también pasa con Márquez, con Thomas Mann, con Cervantes, con Pessoa, con Virginia Woolf, con Alejo Carpentier, con Becquer, con George Sand, con Flaubert, con Chejov, con Gorki, con Yourcenar, con Dos Passos, con...

La cuestión es lo que hacemos con nuestro tiempo libre. Hasta hace poco, por lo menos era costumbre de gente con cultura media y educación occidental dedicarlo a una buena lectura. Si no hubiera sido así, todos esos que he citado más arriba jamás hubieran existido (como autores). Se habrían dedicado a otra cosa.

A lo mejor esto mismo es lo que está empezando a suceder ahora.
 
Exacto, de eso va, de la cultura de la masa, de la imposición de una cultura mediocre por parte de la clase media.

Mi opinión es que solo hay dos tipos de literatura, la buena y la mala. Hay obras populares muy dignas y otras que son bazura, e igual pasa con literatura de grandes escritores.
 
La literatura satisface el natural apetito humano por escuchar historias. Desde los orígenes de la literatura, oral y escrita, hay un empeño por conocer y ordenar la realidad, eso que Colón llamó "desear de saber los secretos de este mundo", pero también un afán por el juego, un afán mitológico por la palabra. Está claro que hay diversos niveles de lectura, diversos niveles de lectores también, y que ante todo, por encima de los aprendizajes, de la instrumentalización de la literatura, ésta es pasión y placer, puro enganche.

Es tan natural apetito humano, (supongo) el que provoca las historias que cuentan o se inventan en Aquí hay tomate, como Tolstoi en Guerra y Paz o Durrell en el Cuarteto de Alejandría. Sólo que unas y unos se enganchan (pasión y placer), con las desdichas de la Pantoja, y otros con el trío de Tamarís.
 
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