Teníamos intereses comunes: la literatura rusa, gallega y argentina. Horas y horas nocturnas pasaron hablando de Fole, Cunqueiro, Blanco Amor, Dostoiewski, Gogol, Borges, Sabato. Gran cinéfila, me contagio su afición, que se volvió casi compulsiva en los años siguientes. Me descubrió cineastas y escritores magníficos que ignoraba por completo, y la cosa se fue volviendo muy personal.
Paso lo que se imaginan: nos conocimos, charlamos, reímos, bebimos y follamos. Se enamoro de mi de manera absoluta y sufriente. Yo era consciente de que no encontraría otra alma gemela así en mi puta vida. Pero no me gustaba físicamente, y no quise dar el paso. Las paso putas, y aún me arrepiento de lo mal que la hice sentir. No se lo merecía.
Ahora vive en Galicia, felizmente casada. De tarde en tarde nos llamamos para contarnos novedades. No me guarda rencor, y en muchos aspectos aun la echo de menos. Nunca he vuelto a conocer a una mujer con un mínimo aceptable de cultura, conversación e independencia vital. Pero la polla dictó sentencia, y dijo no.