stavroguin 11 rebuznó:
Asi que permitidme, como Pater Hilus, que contribuya contando cual fue el detonante que prendio la mecha de esta historia.
[...]
Hace tiempo abri en el rapiñas un hilo titulado "Espejismos". En el hablaba de una compañera de trabajo que me resultaba especialmente atractiva y empatica, aunque la experiencia me enseño que era mera sociabilidad profesional, y que nunca me concedio una conversacion ni una mirada fuera de lo laboral. Me extrañaba encontrarla siempre sola por la calle, sin dar pie a nada mas que a un descuidado saludo.
He leído con mucha atención sus palabras y comprendo perfectamente sus sensaciones, lo que experimentó y la razón por la cual escribió este hilo. Yo mismo he vivido situaciones similares en varias ocasiones y le entiendo como si las estuviera experimentando personalmente, pero hay algo que no me cuadra, que no acabo de comprender y de explicarme de qué manera le puede hacer sufrir todavía hoy, a estas alturas de su vida.
¿Puede usted sentir todavía esa sensación de atracción por una mujer que, si no me equivoco, conoció hace ya muchos años y que, por su edad, puede estar en trance o ser ya una auténtica ruina? Me explico, porque desde mi percepción particular, que debe ser muy sibarita, singular y quizás extraña, cualquier mujer que pase de los 25-27 años es ya un despojo en ciernes -tanto física como mentalmente- y poco más puede ofrecer que mucha mala leche, poca comprensión, más aún de mala uva y un deterioro progresivo que se aproxima bastante a las imágenes de esos vídeos a cámara rápida donde se observa el experimento científico de ver cómo se pudre y se arruga una manzana o una ciruela hasta convertirse en una especie de momia petrificada que poco o nada conserva de la lozanía, atracción y esplendor de su época de juventud.
¿De verdad siente usted algún tipo de pasión por una "señorita" que bien pudiera ya tener dos hijos en edad de merecer, porque hasta me la imagino divorciada y quemando las últimas mechas de un cohete que se apaga? Afortunadamente, yo no siento el más mínimo interés por esos recuerdos borrosos del pasado, olvido nombres con extraordinaria facilidad y cuando por casualidad me cruzo con una de esas maravillosas compañeras que tenía en el instituto o en la universidad y veo el deterioro que el paso del tiempo ha producido en ellas, sólo siento una sensación inmensa de alivio de no haber conseguido jamás empezar una relación con ninguna.
Aún recuerdo un amor platónico, de ésos jamás correspondidos, de ésos que quitan el sueño, el hambre y para los cuales vive uno sintiéndose flotando las 24 horas del día, sin pensar en nada más, que me hirió el corazón hasta hacérmelo trizas, cuando aún era un adolescente con poco más de 14-15 años, de ésos que cuando finalmente conseguí entonces superar, fue ella quien privada de su amante secreto que no paraba de mirarla, admirarla y ensalzarla, empezó a perseguirme y a lanzarme indirectas y miradas constantemente, soliviantada por mi desdén y mi olvido perpetuos para siempre; cuando un día, ya pasados muchos años, paseando por la calle la vi acercarse por la misma acera en dirección mía.
Fue como contemplar un fantasma polvoriento del pasado, un espectro del que ya no quedaba absolutamente nada de esa juventud, lozanía, ingenuidad, atracción y esplendor físico de dos tetas mirando al cielo y un culo y una cintura que sólo de mirarlos cuando aún era joven, daban vértigo y te hacían sentir el paraíso. Ahora sólo veía una señora mayor, su pelo había perdido aquel brillo precioso, sus tetas iban explorando en dirección al suelo, sus ojos parecían hundidos y nada quedaba de aquel esplendor extraordinario de los 15-16 años.
Ella se me quedó mirando, a medio camino entre una sonrisa y un pequeño sobresalto, quizás con la idea de hablarme en ese momento o expresar algo que curara la herida del pasado nunca cicatrizada y, asustado (lo confieso) cambié de acera, me alejé sin mirar atrás, acelerando el paso y respiré hondo, muy hondo... Inmediatamente, sentí una indecible sensación de alegría de no haber conseguido jamás poder acercarme a ella y fracasar en mi intento adolescente de ser su amante y de haber seguido sufriendo solo sin tenerla jamás a mi lado.
Entiendo que su "espejismo" tampoco es ya una jovencita resplandeciente. Quizás, sólo especulo ese quizás, usted siente aún demasiado esa antigua imagen que vivió hace mucho como si aún latiera viva y fuera a encontrarse a quien fue y ya no es, a una mujer que hubiera querido tener pero que, en el fondo, ya no existe y ha desaparecido totalmente. Esa señora que usted vio en ese local ese sábado ya no es la joven que usted deseó tener, sino una imagen física fantasmal y deteriorada de algo que sólo existe ya en su recuerdo. De ella sólo queda una envoltura estropeada y nada de la radiante chica que usted quiso tener a su lado. De hecho, llegué a exclamar inconscientemente mientras sonreía, en voz baja: "
Dios mío, de buena me he librado..."