LA HISTORIA OLVIDADA (catalanes, no hablamos de vosotros, pero podeis opinar tambien)

sandokan begins rebuznó:
Hasta hace dos días como quien dice no te jode, ahora dirás que tu madre satisfizo el derecho de pernada.

Claaaaro hombre!!!

Como si para ver esas cosas hubiese que irse a la edad media, lo de partir la herencia entre todos los hijos es de hace cuatro dias.

Por si no lo sabias, hasta 1978 una mujer en España no podia abrir una cuenta en el banco sin permiso del marido o del padre, al igual que trabajar o sacarse el pasaporte.

Hablais de cosas como si hubiesen ocurrido hace trescientos años o mas y eran lo mas normal hace cincuenta años.
 
SrEstaire rebuznó:
Pastores contra moros, Almogavares, están tan olvidados que está más completa la wikipedia en inglés que en español:face:


Joder, depende para qué zona de España esta gente son "olvidados". Y aparte que tienen el grito de guerra más amazo de la puta historia.
 
Buen hilo para los que tenemos que echar la tarde. A ver si teneis algo más antiguo a lo posteado
 
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Danke Paleto.
Pero pra orta vez, si pudes y te sal os de webs, ponelo en letera como hasta ora, ques pra leer en el bus con le celular.

Krama y zul tintror.
 
ignaciofdez rebuznó:
Danke Paleto.
Pero pra orta vez, si pudes y te sal os de webs, ponelo en letera como hasta ora, ques pra leer en el bus con le celular.

Krama y zul tintror.

¿Se estrelló el autobús o es que te has comido el botón de "parada solicitada"? :lol::lol:
 
Estaba con la gpollez de lo del Liachu. Es asín de sucnormal
 
Aqui va otro relato que postearon en un foro que frecuento

Los leones de Canossa

Introducción: ¿Tiempos de paz?

En marzo de 1502, la situación de las tropas españolas en Italia era dramática, deseperada.

Con una relación de fuerzas de casi 1 a 5, los franceses rodeaban a los animosos soldados españoles tanto por el Sur, en Calabria, donde Everald Stewart, el escocés (D´Aubigny), toma una tras otra las indefensas fortalezas españolas, como en el Norte, donde un inmenso ejército de 40.000 hombres, a las órdenes del Virrey francés, Louis D´Armagnac, el duque de Nemours, espera ansioso ódenes de arrasar las posiciones españolas en el Regno. El Gran Capitán está, refugiado, en Atella, pero manda tomar Manfredonia, para asegurar la línea del Ofanto, y conseguir por lo menos apoyar las defensas sobre líneas naturalkes.

Los franceses han conocido y sufrido el heroísmo y la valentía de las tropas españolas, pero, convencidos de que cualquier resistencia es, en la práctica, un suicidio, dada su superioridad y el hecho de que los españoles están encajonados, pactan una tregua, con el objeto de negociar, con la aquiescencia de los respectivos soberanos, en posición de fuerza, un acuerdo de paz que legitime de una vez por todas sus aspiraciones territoriales.

Las conversaciones, en una ermita cercana a Melfi, reúnen a todos los capitanes de ambos ejércitos (Stewart, Nemours, la Palise, Pierre Bayard, Gaspard de Coligny... y El Gran Capitán -en adelante EGC-, Pedro Navaro, Paredes, Mendoza...). Giulio Escrociato es el negociador francés, mientras Tomás de Malferit es el español.

Los gastos corren de cuenta de los españoles, que agasajan con grandeza a los franceses. Bailes, conciertos, banquetes, torneos, se suceden día tras día. No existen enanos ni bufones disponibles en el Sur de Italia, pues todos están allí, dedicados a entretener a los asistentes. Muchos de los capitanes, después de tantos enfrentamientos, son ya, en el fondo, entrañables amigos. Los españoles enseñan a los franceses a jugar a las cañas.

En una de las cenas Nemours reprocha a EGC lo que considera una actitud impropia de caballeros por parte de la infantería hispana. "El atacar a los caballos antes que a los caballeros incumple las leyes de caballería", le afirma, a lo que EGC responde:

- Mayor incumplimiento es intentar tomar por la fuerza lo que a uno no pertenece. Pero, si queréis evitar el triste espectáculo de ver jamelgos despanzurrados, mantened vuestras tropas lejos de los infantes españoles.

Para sorpresa de los franceses, que esperaban una rendición que evitara una masacre, los españoles no aceptan ninguna de las condiciones que se van proponiendo, y van dando largas. Al duodécimo día, Nemours, harto y afirmando que "si estos locos quieren morir, la muerte van a encontrar", abandona apresuradamente la ermita de Melfi, para desencadenar de forma inmediata una ofensiva que el piensa rápida, brutal y definitiva.

EGC sabe que necesita 2 cosas: tiempo y refuerzos. Apenas cuenta con 7000 hombres en el norte y 2000 en el Sur, frente a 40.000 y 15.000, respectivamente. Pide refuerzos al rey. Un ejército de entre 4 y 5000 infantes para contener a D´Aubigny en el Sur, y sólo 1000 lansquenetes alemanes para derrotar a Nemours en el Norte.

Pero, además, sabe que la única plaza en la que puede resistir la acometida francesa es Barletta, cuyas defensas se encuentran en muy mal estado. Necesita ganar tiempo como sea para repararlas. Y decide poner carnaza en el camino para entretener a Nemours.

2. Los planes para la defensa.

EGC va a concentrar la mayor parte de sus tropas en Barletta y reparar a toda prisa sus fortificaciones. Para entretener a Nemours y sus 40.000 suizos y franceses decide defender 2 posiciones avanzadas. La primera, en Canosa, donde los 150 gastadores (ingenieros) de Pedro Navarro y los 400 peones de Cuello, bajo el mando del primero, tienen 2 objetivos:

- Defender la fortaleza todo el tiempo que puedan, hasta la muerte, para dar tiempo a las tropas españolas a concentrarse en Barletta y asegurar su fortificación.
- Engañar a los franceses, haciéndoles creer que la mayoría de las tropas españolas están allí, y evitar que Nemurs disperse sus fuerzas.

Por si Canossa falla, o Nemours divide su ejército, EGC fija una segunda posición avanzada en Ceriñola, al mando de Diego García de Paredes y 1500 infantes. El resto, a toda mecha, a refugiarse en Barletta.

Tras impartir estas órdenes en el consejo de Capitanes, EGC exclama, gritando a viva voz:

"Que Dios nuestro Señor nos ayude en esta apurada ocasión, pues nos asiste la Justicia"

3. El sitio

La villa de Canossa estaba rodeada de un recinto amurallado bastante débil, que difícilmente prodría resistir un par de días a la artillería francesa. El castillo, por otro lado, se encontraba en el interior de dicho recinto y se situaba en un pico elevado.

Adicionalmente, el castillo estaba atestado de túneles y galerías, que Navarro inspecciona personalmente a fondo. Descubre para su sorpresa un pasadizo que lleva 1 milla más allá del pueblo, frente al cauce del Ofanto, y que podría constituir una vía de escape. En las bodegas del castillo, además de alimento, hace guardar cal viva, azufre, nafta, estopa, resina, aceite y azufre, para recibir a los franceses con los merecidos honores así se asomaran a la muralla.

No obstante, tanto Navarro como Cuello saben que son hombres muertos. 500 hombres difícilmente pueden contener a 40.000. Lo saben y no lo esconden a la tropa, que decide, al unísono, morir con honor.


Mientras tanto, EGC deja rastros difusos, lanza proclamas equívocas, y pagando a unos espías y engañando a otros, convence a Nemours de que la mayoría de las tropas españolas están en Canossa.

Las tropas francesas llegan rápido, más de lo que ellos hubieran querido. Para colmo de males, Stewart, el único capitán francés cuyo historial frente a EGC registra un empate (Seminara) y no una colección completa de derrotas, decide quedarse en el Norte, sin sus tropas del Sur, para aconsejar a Nemours en el asedio y toma el mando de parte de la infantería. Y por si fuera poco, los franceses traen consigo 24 piezas de artillería: 4 enormes bombardas de bronce, las mayores fabricadas hasta esa fecha, 2 culebrinas gruesas, 6 finas, y el resto falconetes, para barrer con metralla las almenas.

Cuello y 200 infantes cubren la parte de las murallas de la villa llamadas "de las Iglesias", 150, con Navarro al frente, cubren la que da al Ofanto, y es resto se refugia en el Castillo, como reserva.

Lo que no saben los franceses es que Navarro, considerado el fundador de la guerra de minas moderna, es un genio militar, uno de los primeros que aplica las matemáticas a cuestiones como el alcance de la artillería, la cantidad de explosivos necesaria para abrir brecha... Fue el primero que cubrió las cargas de los explosivos en las minas, lo que quintuplicaba sus efectos explosivos.

Y les había preparado un recibimiento de aúpa. navarro decide situar en las galerías bajo tierra de las murallas a la mayoría de sus hombres, cada uno de ellos con "artefactos" de su invención. Dejaría hablar a la artillería francesa, y cuando los franceses acudieran con las escalas, les harían sufrir como jamás hubieran soñado. Las reservas del castillo vigilarían los lugares donde los cañonazos abrieran brecha, para cerrarlas y defenderlas.

Antes de iniciar el ataque, una pequeña comisión francesa acude a parlamentar. Antes de que lleguen, les grita, haciendo bocina con sus manos:

- ¿Para qué venís a parlamentar¿ ¿Es que no conocéis ya a los españoles?

Los franceses ni siquiera siguen adelante. Riendo, dan media vuelta.

4. El primer asalto

La artillería francesa empieza a batir las murallas. Navarro apenas sitúa hombres en ellas, consciente de que sería un absurdo desperdicio de vidas, que no se podía permitir. La mayoría están en las cavernas o en el castillo. Las casas del pueblo van cayendo, una a una. Pero las murallas resisten sorprendentemente bien. Un pequeño lienzo cae y es reparado de forma inmediata por los infantes españoles. Los franceses intentan colarse, pero llegan tarde y sufren algunas bajas.

Después de 3 días de fuego continuado, los franceses deciden concentrarlo, intensamente, en el punto que han adivinado más débil, la parte que mira a la ribera del río. Navarro ordena a la tropa de las cuevas que vaya subiendo, y se prepare para ocupar posiciones. Traen infinidad de ollas, cazuelas, cacerolas e incluso una especie de sifones que el propio Navarro había ideado. Al poco tiempo, sucede lo inevitable: un lienzo de 5 metros cae por entero, Los cañones callan.

Navarro sitúa a un pelotón de rodeleros y escopeteros en la brecha, mientras los demás acuden a lo alto de las murallas y se sitúan a intervalos regulares, previamente convenidos. Saben que deben esperar a que Navarro de la señal. Los franceses, que han visto la apertura, comienzan el asalto.

Suenan las trompetas. Los franceses (y los suizos, y los griegos, y los albaneses y los italianos...) se acercan, andando, entre vítores y algarabía. Los ánimos están encendidos. La gloria de Francia está a sólo unos pasos. Cuando la distancia es ya corta, los caballeros desmontan y, tras un alarido feroz , se lanzan salvajemente al asalto. Bayard se irrumpe violentamente en la brecha de la muralla.

La lucha en ella es brutal y despiadada. Pese al tremendo empuje de los caballeros franceses, los infantes españoles no ceden un solo palmo. Rápidamente cada vez más y más infantería francesa se agolpa en la brecha, mientras el pié de las murallas está poblado de los infantes de Nemours, que arrojan sus escalas.

En ese momento, en medio del gritería general, se oye la voz potente de Navarro: “¡AHORA!”. De repente, las tropas francesas se ven bañadas por un líquido que no saben identificar, pero que notan pegajoso. Y segundos más tarde, empiezan a arder.

El sufrimiento es terrible, las escenas, dantescas. Decenas, centenas de soldados se están quemando vivos, las armaduras hacen más lacerante el dolor. Los gritos de la tropa francesa son auténticos aullidos. Los caballeros que no arden, huyen a la carrera, mientras se desembarazan de sus armaduras. Bayard está a punto de morir, pero se salva cuando un sirviente logra arrancarle su armadura. No obstante, las graves quemaduras le alejarán un largo tiempo del combate.

Los españoles, gritan, agitan los brazos, cantan victoria.

NOTA: historia y leyenda.


En este punto las fuentes son asombrosamente “raras”. Mientras algunos historiadores -y novelistas- dicen que Navarro redescubrió el fuego griego,. Otros hablan de mezclas de cal y agua y otros hablan de mezclas de aceite, petróleo y estopa. Lo cierto es que los franceses verdaderamente volvieron chamuscados.

Por cierto que los libros que he leído discrepan enormemente en cuanto a la cantidad de tropas en la campaña. Eso sí, todas coinciden en que la superioridad francesa era abrumadora.

5. El sitio

Los franceses comienzan un sitio en toda regla, mientras se restañen las heridas. Cortan y vigilan férreamente los accesos a Canossa. Las bocas de los cañones vuelven a hablar, pero los ingenieros españoles tapan las brechas una tras otra de forma casi milagrosa.

Los franceses empiezan la “guerra bacteriológica”. Matan vacas, ovejas y cabras en grandes cantidades, las despiezan, las dejan pudrirse y luego las arrojan más allá de las murallas. Los españoles se multiplican para enterrarlas rápidamente. Lo único que les hace falta es una epidemia. Advertido esto por los galos, hacen la fauna más variada y los trozos, más pequeños. Empiezan a lanzarse también ratas, ratones y conejos muertos y podridos.

Bayard se recupera y encabeza dos nuevos asaltos. Ya no hay “fuego griego”, pero sí aceite hirviendo y una nueva arma que hace que la palabra dolor alcance en bocas francesas nuevas dimensiones de sufrimiento. Los infantes españoles cuecen arena durante horas, y la dejan caer, hirviendo, sobre las tropas atacantes. Los granos se introducen en las armaduras, el suplicio se hace insoportable para los caballeros galos.

Los asaltos se suceden, los días pasan. Nemours está descorazonado. Lo que prometía ser un paseo lleno de honores y gloria se ha atascado a los pocos kilómetros. Debe tomar de una vez el maldito pueblo y el maldito castillo para poder ocupar el Regno, para poder seguir avanzando.

A un asalto, se sucede otro. Las bajas francesas son aterradoras. Y los asaltos cada vez son más débiles. La figura del castillo y de los diablos españoles que lo defienden es una hiriente pesadilla. Los ánimos franceses están hundidos (bueno, verdaderamente estaban “quemados“). Si una brecha se abre, ensegguida es cubierta y defendida. Si un lienzo se desprende, inmediatamente es reparado. Y ello les hace creer aún más que el grueso del ejército español está allí, riéndose de ellos mientras se desangran, cerrándoles las puertas de Nápoles y de la victoria.

En Calabria han desembarcado los refuerzos españoles para contener las tropas del Sur. Son 5.000 asturianos y gallegos que estabilizan las posiciones y pronto podrán pasar a la ofensiva. En Barletta, EGC se ha hecho ya fuerte, a pesar de que aún no han llegado los 1000 lansquenetes pedidos.. Si los franceses quieren Nápoles, van a tener que pagarlo caro.

El tiempo cambia. La primavera ha sido soleada y sangrienta. Y ahora llega el verano.

6. La rendición y la victoria

Han pasado casi 6 meses desde las fiestas y los banquetes de Melfi. La resistencia en Canossa ha sido asombrosa. Pero Navarro no se engaña. De los 500 españoles que empezaron a defender la villa, solo quedan apenas 100 vivos. Las provisiones son inexistentes. Frutos secos, hierbas... Cada muerto se contempla como una boca menos con la que compartir alimentos. Con el calor de Agosto, la peste debería aparecer rápido. Quizás haya fuerzas para resistir un asalto más. No las habrá si éste te repite.

Pero han cumplido con su deber. EGC está ya seguro, fortificado. Han entretenido a las tropas francesas durante unos meses preciosos. Les han hecho numerosas de bajas. Y la mayoría de ellos recordarán Canossa mientras vivan: bien por las heridas y quemaduras, que les acompañarán hasta su muerte, bien en forma de pesadilla y de horror. Más aún, los franceses ni siquiera han conquistado las murallas.

Pese a todo, los infantes supervivientes apenas pueden dormir. El hambre, el enterrar ratas, el reparar lienzos de forma continua les ocupa la mente y el cuerpo. Saben su muerte segura. Saben que han sido unos héroes. Y resignados a ello, están dispuestos a morir matando.

Amanece el 6 de Agosto. Y cuando esperaban una nueva salva de las bombardas y un nuevo asalto, lo que ven es una comisión francesa para parlamentar. Navarro se mueve astutamente. Y organiza, rápidamente, una ficción. Manda a sus soldados que oculten sus caras, que cuando los franceses pasen una puerta, corran a la siguiente. Tiene que parecer que son muchos. Les pide que sonría, que rían. Que utilicen sábanas y estopa bajo sus camisas para aparentar que están bien alimentados. Manda situar las pocas municiones y provisiones que les quedas de forma visible para la comisión francesa.

Y los franceses pican. Ofrecen a Navarro la rendición. Este se niega. Luego contraofertan: permitirán la salida de los españoles, y de sus armas, con la condición de que abandonen la posición. Navarro acepta, pero exige que se les permita salir con los pendones alzados en señal de victoria y que las tropas francesas hagan formación de pasillo en reconocimiento del triunfo español. Sorprendentemente, los emisarios aceptan.

Un griterío de alegría se oye en el campo francés, cuando los comisionistas comunican el resultado de las negociaciones. Sí, los españoles pueden creer que ellos han ganado, pero nosotros tenemos vía libre para llegar a Nápoles y tomarla. Perderemos de vista esta infame villa y este espantoso castillo. Y las tropas españolas no podrán evitar, porque no existe otro punto fuerte, que lleguemos a Nápoles y disfrutemos de la perla de Italia.

7. El desfile

Los españoles no pueden creerlo. Van a salir de allí vivos y victoriosos. Lloran y rezan, dando gracias a Dios. Navarro manda que las armas y las armaduras se limpien y estén lo más relucientes para el día siguiente. Los zapatos deben limpiarse, las medias coserse, las barbas afeitarse y pulirse. Las lágrimas y las risas se mezclan. No más enterramientos, no más lucha, no más hambre.

Al días siguiente, se abren las puertas de la villa. Los pocos niños que acompañaban a la tropa, abren la marcha, tocando sus tambores y flautas. A continuación, alzado, imperial, gloriososo, el estandarte de los Reyes Católicos, que antes podía verse en lo alto del castillo, es llevado por dos infantes orgullosos. Tanto monta dice, y lleva el yugo y las flechas. Y tras él desfilan las tropas, con Navarro a la cabeza.

Los franceses forman en pasillo. Al poco, mandan parar a los españoles. Prenden a Navarro, al que conducen ante Nemours, y mandan batidores a la villa y el castillo. Cuando vuelven, los franceses están visiblemente enfadados. “¿Dónde está el ejército español?” Preguntan a Navarro. “Los que no están aquí, están ahora en la villa, pero bajo tierra”, responde éste.

Bayardo, D´Ars, Coligny no salen de su asombro. Un pequeño grupo de sucios desarrapados les ha impedido el paso a Nápoles durante meses. Algunos españoles no pueden evitar la sonrisa. El engaño ha sido descubierto, pero su honor, y el ejército español, está a salvo.

Los franceses podrán ser muchas cosas, pero tienen un alto sentido del honor. A pesar de sentirse burlados, consienten a los españoles seguir el desfile.

No obstante, la mueca de descontento se torna en mueca de piedad. Los españoles parecen unos espectros andantes, están famélicos, están marcados por el hambre, las heridas, las privaciones. Cuentan algunas fuentes (y algún que otro biógrafo) que la sensación de piedad ofendió a los infantes. Y que entonces uno de ellos empezó a gritar: ¡ESPAÑA! Y que después, el resto de la tropa, enfurecida, empezó a exclamar al unísono: ¡ESPAÑA! ¡ESPAÑA! ¡ESPAÑA!.... (vamos ya sabemos de dónde viene el frente atlético).

Post-scriptum: EGC acabó ganando la guerra, tras las victorias de Barletta, Ceriñola y Garellano. El destino de Navarro es más triste. Tras caer prisionero de los franceses en 1512, ofendido porque el rey de España no pagara su rescate, se pasó a los franceses, siendo capturado tras Bicocca y ejecutado unos años después por traición. Por cierto que fue el inventor del fuego por filas, ya al servicio de los gabachos.
 

Que buenos han sido los ingleses siempre tampando sus derrotas y miserias joder.


La Contra Armada Inglesa:"El mayor desastre naval de la Historia de Inglaterra"


La Invencible Inglesa fue una flota de invasión enviada a la Península Ibérica por la reina Isabel I de Inglaterra en la primavera de 1589.
Los ingleses lograron ocultar durante siglos que la expedición del pirata Drake para acabar con el Imperio concluyó con un desastre aún mayor que el español . Esta batalla forma parte de la guerra anglo-española que termino con la victoria española reconocida en el tratado de Londres 1604. La Contra Armada Inglesa, un hecho totalmente desconocido y olvidado por la mayoría de los historiadores del mundo y lo que es más lamentable, por el conjunto de la sociedad española.
Que buenos han sido los ingleses siempre tampando sus derrotas y miserias joder.


La Invencible Inglesa
Inmediatamente después del fracaso de la Armada Invencible 1588, Isabel I de Inglaterra preparó una flota de represalia de proporciones aún mayores que su antecesora. Fue la llamada Contra Armada o Invencible Inglesa. Su objetivo era aprovechar la debilidad de la marina española tras el descalabro de la Invencible, y asestar un demoledor golpe a España que acabase con la guerra ya iniciada.Para ello debía cumplir tres misiones.



La primera y fundamental era destruir, en Santander, la Invencible regresada, que estaba en urgente reparación. Conseguido esto dejaría a España huérfana de flota en el Atlántico europeo. Entonces tendría el mar expedito para cumplir su segunda misión: conquistar Lisboa. Así convertiría a Portugal en país satélite de Inglaterra y penetraría en el imperio luso. Para ello conducía al Prior de Crato, pretendiente al trono luso que Felipe II acababa de heredar de su madre, Isabel de Portugal. Crato había firmado previamente unas rigurosas clausulas que, de cumplirse, transformaban a Portugal en un protectorado de Inglaterra.

Su tercera misión era apostarse en las Azores y capturar la flota de Indias. De este modo, Inglaterra sería la nueva dueña del Atlántico y se aprestaría a usurpar las rutas oceánicas españolas.


El Pirata Drake y la Contra Armada Esa Contraarmada contaba con más de 150 barcos ( La Armada Invencible española contaba con 120 barcos) y unos 23.000 hombres era capitaneada por el almirante Francis Drake y por el general John Norris (el más prestigioso militar inglés de su tiempo, como general en jefe de los ejércitos transportados). Las claras órdenes dadas por su reina de dirigirse directamente a Lisboa las torció a su gusto el más famoso de los piratas (Drake) que prefirió venir en busca del desquite contra la ciudad desde la que había partido la Gran Armada, un año antes hacia Inglaterra).Se dispuso a atacar primero, el que entendían el puerto más débil, el de La Coruña.


Ataque a La Coruña (1589) Las defensas de La Coruña eran bastante deficientes. El 4 de mayo la flota inglesa se asomaba al puerto de la ciudad gallega. La San Juan, la Princesa y la Diana se apostaron junto al fuerte de San Antón y cañonearon, apoyadas por las baterías del fuerte, a la flota inglesa a medida que esta se iba introduciendo en la bahía, forzando así a los atacantes a mantenerse alejados. Unos 8.000 ingleses desembarcaron al día siguiente en la playa de Santa María de Oza, en la orilla opuesta al fuerte, llevando a tierra varias piezas de artillería y batiendo desde allí a los barcos españoles que no podían cubrirse ni responder al fuego enemigo. Finalmente, los marinos españoles tomaron la decisión de hundir las naos y resguardar las galeras en el puerto de Betanzos, dejando a la mayor parte de las tripulaciones en la ciudad para unirse a la defensa.

Durante los siguientes días, las tropas inglesas bajo mando de John Norris atacaron la ciudad, tomando sin demasiada dificultad la parte baja de La Coruña, saqueando el barrio de La Pescadería, y matando a unos 500 españoles, entre los cuales se contaron numerosos civiles. Tras esto, los hombres de Norris se lanzaron a por la parte alta de la ciudad, pero esta vez se estrellaron contra las murallas españolas. Apostados tras ellas, la guarnición y la población de la villa, incluyendo a mujeres y niños, se defendió con total determinación del ataque inglés, matando a cerca de 1.000 asaltantes. Fue durante esta acción donde se distinguió la que hoy en día sigue siendo considerada heroína popular en la ciudad de La Coruña: Doña María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, más conocida como María Pita. La leyenda cuenta que muerto su marido en los combates, cuando un alférez inglés arengaba a sus tropas al pie de las murallas, doña María se fue sobre él con una pica y lo atravesó, arrebatándole además el estandarte, lo que provocó el derrumbe definitivo de la moral de los atacantes. Otra mujer que aparece en las crónicas de la época por su distinción en los combates fue doña Inés de Ben. María Pita fue nombrada por Felipe II alférez perpetuo, y el capitán don Juan Varela fue premiado por su actuación al mando de las tropas y milicias coruñesas. Finalmente, y ante la noticia de la llegada de refuerzos terrestres, las tropas inglesas abandonaron la pretensión de tomar la ciudad y se retiraron para reembarcar el 18 de mayo habiendo dejado tras de sí unos 1.000 muertos españoles, y habiendo perdido por su parte unos 1.300 hombres, además de entre 2 y 3 buques y 4 barcazas . Además, en aquel momento las epidemias empezaron a hacer mella entre las tropas inglesas, lo cual unido al duro e inesperado rechazo en La Coruña contribuyó al decaimiento de la moral y al aumento de la indisciplina entre los ingleses. Tras hacerse a la mar, otros diez buques de pequeño tamaño con unos 1.000 hombres a bordo decidieron desertar y tomaron rumbo a Inglaterra. El resto de la flota, a pesar de no haber conseguido aprovisionarse en La Coruña, prosiguió con el plan establecido y puso rumbo a Lisboa.



Ataque a Lisboa El siguiente paso era provocar el levantamiento portugués contra los españoles. La aristocracia portuguesa había aceptado a Felipe II como rey de Portugal en 1580 quedando el país anexionado al Imperio Español. El pretendiente, el Prior de Crato, no habiendo sido capaz de establecer un gobierno en el exilio, había pedido ayuda a Inglaterra para tratar de hacerse con la corona portuguesa. Isabel aceptó ayudarle con el objetivo de disminuir el poder de España en Europa, obtener una base permanente en las Islas Azores desde la que atacar a los mercantes españoles y finalmente, arrebatar a España el control de las rutas comerciales a las Indias. Con unos precedentes poco halagüeños, finalmente la flota inglesa fondeó en la ciudad portuguesa de Peniche el 26 de mayo de 1589 e inmediatamente comenzó el desembarco de las tropas expedicionarias comandadas por Norris. Acto seguido, el ejército comandado por Norris, compuesto a aquellas alturas de la misión por unos 10.000 hombres, partió rumbo a Lisboa.Paralelamente, la flota comandada por Drake también puso rumbo a la capital portuguesa. El plan consistía en que Drake forzaría la boca del Tajo y atacaría Lisboa por mar, mientras Norris, que iría reuniendo adeptos y pertrechos por el camino, atacaría la capital por tierra para finalmente tomarla. Pero lo cierto es que el ejército inglés tuvo que soportar una durísima marcha hasta llegar a Lisboa, siendo diezmados por los constantes ataques de las partidas hispano-portuguesas, que les causaron cientos de bajas, y por las epidemias que ya traían de los barcos.


Sorprendentemente para los ingleses, la ciudad no solo no daba muestras de pretender rendirse, sino que se aprestaba a la defensa. La guarnición lisboeta estaba compuesta por unos 7.000 hombres entre españoles y portugueses. Si bien las autoridades españolas no confiaban totalmente en las tropas portuguesas, nunca llegaron a producirse levantamientos ni motines. Por otra parte, en el puerto fondeaban unos 40 barcos de vela bajo mando de don Matías de Alburquerque, y las 18 galeras de la Escuadra de Portugal, bajo mando de don Alonso de Bazán (hermano del ilustre marino español), se preparaban para el combate.


Inmediatamente las galeras de Bazán atacaron a las fuerzas terrestres inglesas desde la ribera del Tajo causando numerosas bajas a los invasores con su artillería y con el fuego de mosquetería de las tropas embarcadas. Los ingleses buscaron refugio en el convento de Santa Catalina, pero fueron acribillados por la artillería de la galera comandada por el capitán Montfrui, y se vieron forzados a salir y continuar la marcha bajo un fuego incesante. La noche siguiente, los soldados de Norris montaron su campamento en la oscuridad para evitar ser detectados por las temibles galeras. Al no conseguir localizar la posición de las tropas invasoras, don Alonso de Bazán ordenó simular un desembarco echando varios botes al agua, indicando a sus hombres que hiciesen el mayor ruido posible, que disparasen al aire y gritasen, lo cual provocó inmediatamente la alerta y la confusión en el campamento inglés, que se preparó para la defensa. Las galeras españolas distinguieron en la oscuridad los fuegos de las antorchas y las mechas encendidas de las armas inglesas, por lo que Bazán ordenó concentrar el fuego de sus barcos en las luces, lo que provocó una nueva matanza entre los ingleses.


Al día siguiente, Norris intentó asaltar la ciudad por el barrio de Alcántara, pero de nuevo las galeras acribillaron a las tropas inglesas forzándolas a dispersarse y retirarse para ponerse a cubierto, tras haberles causado un gran número de muertos. Tras conocerse que algunos habían vuelto a buscar refugio en el convento de Santa Catalina las galeras abrieron de nuevo fuego contra el edificio forzando a los atrincherados a salir y matando a muchos de ellos. Posteriormente, los prisioneros ingleses relatarían el pavor que les producían las galeras de Bazán, responsables de un enorme número de bajas entre sus filas. Finalmente Bazán desembarcó 300 soldados para atacar desde tierra al maltrecho ejército inglés. Durante los combates, la pasividad de Drake que no se decidía a entrar en batalla provocó un aluvión de reproches por parte de Norris y Crato que lo acusaron de cobardía. Drake alegaba que no tenía posibilidades de entrar en Lisboa debido a las fuertes defensas y al mal estado de su tripulación. Lo cierto es que mientras las tropas terrestres llevaban todo el peso de la batalla, el almirante inglés se mantenía a la expectativa, bien porque realmente no pudiese hacer nada, bien porque estuviese esperando el momento adecuado para entrar en batalla cuando la victoria fuese segura y recoger los laureles.


En cualquier caso, el 11 de junio entraban en Lisboa otras 9 galeras de la escuadra de España, bajo mando de don Martín de Padilla transportando a 1.000 soldados de refuerzo. Esto supuso el punto de inflexión definitivo en la batalla, y el 16 de junio, siendo ya insostenible la situación del ejército inglés, Norris ordenó la retirada. Inmediatamente se ordenó a las tropas hispano-lusas salir en persecución de los ingleses.


Tras la dura derrota sufrida por el ejército de Norris, Drake decidió abandonar con su flota las aguas lisboetas y adentrarse en el Atlántico. Por su parte, los marinos españoles se dispusieron para la persecución del enemigo.


Las Azores el final de la Contrarmada Padilla partió el 20 de junio tras la flota inglesa al mando de 7 galeras: la capitana comandada por el propio Padilla, la segunda comandada por don Juan de Portocarrero, la Peregrina, la Serena, la Leona, la Palma y la Florida. Los españoles mantuvieron la distancia con la flota enemiga, esperando un golpe de fortuna que dejase a los ingleses sin viento y permitiese atacarlos y destruirlos. El comandante español estaba preocupado por los planes de Drake, y temía que su intención fuese volver sobre Cádiz para a atacarla como ya había hecho en 1587.



Padilla ordenó a sus barcos formar en hilera y atacar a los buques enemigos que se encontraban descolgados de la formación. Así, la fila de galeras iba situándose a popa de los buques ingleses, y batiéndolos sucesivamente con su artillería se iban relevando unas a otras a medida que se recargaban los cañones. Por su parte, las tropas embarcadas batían las cubiertas inglesas con su mosquetes. Debido a la imposibilidad de defenderse o huir, los barcos ingleses atacados sufrieron un terrible castigo, siendo finalmente apresados 4 buques de entre 300 y 500 toneladas, un patache de 60 toneladas y una lancha de 20 remos. Durante aquellos durísimos ataques murieron unos 570 ingleses, y unos 130 fueron hechos prisioneros.Drake, que había sido un mero testigo del ataque pudo maniobrar con su buque insignia, y seguido por otras 4 embarcaciones mayores se dirigió hacia las galeras españolas que trataban de remolcar sus presas de vuelta a Lisboa. Por su parte, don Alonso de Bazán decidió relevar a Padilla con varias galeras de la escuadra de Portugal y continuar con la persecución, apresando tres buques ingleses más durante los días siguientes.


Drake puso rumbo entonces a las islas Azores, para tratar de conseguir el último de los objetivos acordados al planearse la expedición, pero sus fuerzas estaban ya muy mermadas, y fueron rechazados sin grandes dificultades por las tropas ibéricas destacadas en el archipiélago.


Tras otra tormenta que provocó nuevos naufragios y muertes entre los ingleses, Drake saqueó la pequeña isla dePuerto Santo en Madeira, y ya en las costas gallegas, desesperado por la falta de víveres y agua potable se detuvo en la indefensa villa de Vigo, que en aquella época era un pueblo marinero de unos 600 habitantes, a pesar de lo cual, la resistencia de la población civil causó nuevas bajas a los atacantes.El propio Drake, al mando de los 20 mejores bajeles regresaría a las Azores para tratar de apresar la flota de indias española, mientras que el resto de la expedición regresaría a Inglaterra. Essex recibió orden de Isabel de volver a la corte y Norris decidió también poner rumbo a Inglaterra.



Antes de conseguir llegar de nuevo a las Azores, otro temporal obligó al almirante inglés a retroceder,momento en el que se dio por vencido y ordenó poner rumbo a Inglaterra. Mientras la flota inglesa navegaba dispersa debido las tempestades y a la escasez de dotaciones en los navíos, don Diego Aramburu recibió la noticia de que el enemigo navegaba en pequeños grupos por el Cantábrico camino de Inglaterra por lo que inmediatamente partió de los puertos cantábricos al mando de una flotilla de zabras a la busca de presas, consiguiendo finalmente capturar dos buques ingleses más, que remolcó a Santander. La retirada inglesa degeneró en una carrera individual en la que cada buque luchaba por su cuenta para llegar lo antes posible a un puerto amigo.


La indisciplina dominó hasta el final en la flota inglesa. Al arribar Drake a Plymouth el 10 de julio con las manos vacías, habiendo perdido a más de la mitad de sus hombres y numerosas embarcaciones, y habiendo fracasado absolutamente en todos los objetivos de la expedición, la soldadesca se amotinó porque no aceptaban los cinco chelines que como paga se les ofreció. Y tan mal cariz tomó la protesta que para reprimirla las autoridades inglesas ahorcaron a siete amotinados.


Comparación en perdidas de la Armada Invencible y la Contraarmada Inglesa En 1588 la Gran Armada sufrió 11.000 bajas, a las que habría que añadir 2.000 a consecuencia de la peste, antes de embarcar en Lisboa. Ese mismo año, la Armada inglesa perdió entre 8.000 y 10.000 hombres, entre las bajas causadas por los combates y, sobre todo, por la peste. En 1589 las pérdidas de la “Contra Armada” de Drake superaron las 20.000, en su mayor parte a causa de la epidemia de peste que se abatió sobre ella en el viaje de regreso a Inglaterra.


Consecuencias de la Contraarmada dentro de Guerra anglo-española La guerra anglo-española fue muy costosa para ambos países, hasta el punto de que Felipe II tuvo que declararse en bancarrota en 1596, tras otro ataque a Cádiz. Después de la muerte de Isabel I y la llegada al trono de Jacobo I (rey de Escocia e hijo de María Estuardo) en 1603, éste hizo todo lo posible por terminar con la guerra. La paz llegó en 1604 a petición inglesa. Las cláusulas de la misma se estipulaban en el Tratado de Londres, y resultaron muy favorables a los intereses españoles. Ambas naciones estaban ya cansadas de luchar, pero especialmente Inglaterra, que en aquel momento era tan solo una potencia media y que estaba luchando en ese momento contra la monarquía mas poderosa del momento,y más cuando ya no podía sostener más los costes de un conflicto que fue muy lesivo para su economía. A raíz de este acuerdo de paz, Inglaterra fue capaz de consolidar su soberanía en Irlanda, además de ser autorizada a establecer colonias en determinados territorios de América del Norte que no revestían interés para España. Por su parte, los ingleses debieron abandonar su pretensión de controlar las rutas comerciales entre Europa y América y su promoción de flotas corsarias contra España, cesar en su apoyo a las revueltas en Flandes y permitir a las flotas españolas enviadas para combatir a los rebeldes holandeses utilizar los puertos ingleses, lo cual suponía una total rectificación en la política exterior inglesa.
Tras la derrota de la Contraarmada, España rehizo su flota, que rápidamente incrementó su supremacía marítima hasta extremos superiores a los de antes de la Armada Invencible. Dicha supremacía duró casi 50 años más, hasta la Batalla naval de Las Dunas en la que Holanda comenzó a asomar como primera potencia naval. Inglaterra no emergería definitivamente como primera potencia naval hasta la Guerra de Sucesión española, en 1700–1715
Ocultación de la Contraarmada en la Historia por los ingleses y el olvidó de los españoles
El conocimiento de la Contraarmada es imprescindible para comprender la presencia hispánica en el mundo, es incomprsible que haya quedado oculto en la historia. Se habla sobre las causas de tal ocultación. Es sintomático que haya sido el Comité de Educación Secundaria de la Asociación Histórica Británica a través de su presidente, Ben Walsh, el que haya denunciado tal enredo historiográfico: “la Armada inglesa nunca se ha enseñado en las escuelas británicas y la mayoría de los profesores de historia podrían no ser conscientes de que existió. Las culturas tienden a atesorar victorias. La Armada invencible es percibida como una victoria y la Armada inglesa, evidentemente no lo es. El plan de estudios moderno proviene de esos valores culturales… Podría parecer injusto que un ataque desastroso de Inglaterra contra España sea completamente olvidado mientras que un ataque desastroso de España contra Inglaterra sea universalmente recordado”.


 
Joder que gusto da leer las pajarracas que liaban los nuestros. Tempus fugit.
 
la venganza cantabra 1417


A consecuencia de las victorias inglesas de Agincourt (1415) y Harfleur -batalla naval-(1416) contra los franceses en la guerra de los 100 años,la region de la Normandie paso enteramente a manos inglesas, expulsando en los meses siguientes a aquellos comerciantes que consideraban non-gratos, en connivencia con la Hansa, que ambicionaba expandir su area de influencia hacia el sur.
En concreto, esta medida afecto a los comerciantes cantabros, vascos y burgaleses que frecuentemente realizaban transacciones con los puertos del canal.
Sin embargo no se resignaron, y a pesar de estas restricciones, siguieron navegando los armadores de la hermandad del cantabrico hasta que en la primavera de 1417 fueron apresadas 4 cocas de vizcaya por los ingleses, y sus tripulantes echados a las gélidas aguas del mar del norte.

La tension era palpable entre la gente de mar debido al agravio y asi se le hizo saber al rey de Castilla, quien tras deliberacion con su consejo declaró la guerra a Inglaterra y la Hansa . La 'novedad' consistió en tratarse de una guerra puramente comercial, pues no habia reivindicaciones territoriales por ninguna de las partes en este conflicto, contrariamente a la mayoria de los conflictos de la época.

Los diplomaticos enviados a Orleans vuelven con la promesa francesa de recibir apoyo y aprovisionamiento en sus puertos, e incluso naves de particulares deseosos de vengar afrentas con los ingleses. Mientras tanto, los informadores de la cámara de asistentes (servicio secreto medieval del rey de Castilla) envian mensajes de la llegada de una gran flota comercial de la Hansa a la Rochela, protegida aproximadamente por media docena de Cocas inglesas.


AL ATAQUE
Es la ocasión de jugarse el todo por el todo en una batalla decisiva y poner fin al conflicto. La Hansa ha enviado una de sus superflotas mercantes en busca del vino de Bordeaux, lana y cobre.
Se disponen a toda prisa naves en el cantabrico. Todos los puertos de la hermandad desean contribuir, alentados tambien por el olor a botin, reuniendose cerca de Bermeo una escuadra de 21 Cocas y galeras sedienta de lucha.

El 30 de octubre sale de la Rochela la flota hanseatica (41 naves) escoltada por 7 naves de guerra inglesas, en direccion a Hamburg.
La flota cantabra que ya ha sobrepasado el paralelo de la Rochela navegando al norte de la ciudad, vira en redondo por la noche, en la que captura dos naves inglesas que hubieran podido advertir de su presencia, y espera al pairo a varias millas de la costa, en silencio.
Al alba se avistan ambas flotas, avanzando en vanguardia las naves inglesas. El almirante ingles sin duda debió de tragar saliva, siendo consciente que la guerra maritima contra la hermandad siempre era a muerte, pero intenta forzar el paso con valor,agrupando en punta todas las naves de su escolta, mientras las naves de la Hansa siguen su estela. Los ingleses gritan y ahuyan intentando provocar el combate y la melee desde un primer momento con el grueso de la flota, pues saben que los comerciantes alemanes buscaran el sálvese quien pueda al primer revés,..... pero las cocas del cantabrico avanzan en orden hacia ellas, sin dispersarse en busca de la flota mercante.
Aprovechando la mayor lentitud de las grandes cocas (Kogges) de la Hansa y que los ingleses se han adelantado,12 cocas cantabras se abalanzan contra las 7 naves inglesas saltando al abordaje tras un breve e inefectivo bombardeo de metralla.Tomadas al asalto en superioridad numerica, los abordajes se desarrollan de forma sangrienta, al arma blanca, con hachas, picas de abordaje, dagas y espadas.
La flota hanseatica, ricamente cargada de mercancias y muy pesada en sus evoluciones, intenta esquivar el choque sin involucrarse en la batalla, y en un primer momento lo logra, pero tras su estela navegan aun 9 cocas y galeras, mas rapidas que ellas.


Una a una se van rindiendo las cocas de la Hansa al ser alcanzadas, a veces sin lucha, cuando sienten el aliento del abordaje en la popa, pero salvo alguna excepcion no hay ensañamiento,pues la saña solo se muestra en las naves inglesas. Durante la caza ,que se prolonga mientras hay luz, se capturan 28 naves de la Hansa, que junto con el resto de capturas se llevan a puerto al dia siguiente. El botin apresado es tal que la Hansa presenta una reclamacion a sus aliados ingleses por la falta de una proteccion efectiva.
En la batalla se perdieron 2 cocas, hundiendo 6 enemigas y capturandose 31.

Debido a la continuacion de las hostilidades, al año siguiente naves cantabras transportaron mercenarios escoceses a Francia y acosaron el comercio maritimo en el canal, hasta firmarse la paz con Inglaterra, en la que se accedia a permitir de nuevo el comercio en sus puertos.
Los beneficios de esta guerra en el norte y los elevados ingresos comerciales por la lana permitieron al rey castellano Juan II reanudar su guerra con Granada en 1431, frente en el que centró su politica exterior hasta la guerra civil en Castilla.

En1435 se produjo la reconciliacion oficial con la Hansa y se cerro definitivamente el conflicto en todos los ambitos.
 
Trisómico rebuznó:

Con permiso y con el debido respecto Trisom, lo extiendo para luego leerlo trankilamente en el bus:

[h=3]En 1585, las tropas hispanas sitiadas en la isla de Bommel lograron vencer a la muerte gracias a la repentina congelación de un río. El hecho fue atribuido a la Inmaculada Concepción[/h]


Grabado de la Batalla de Empel, en diciembre de 1585, por Frans Hogenberg y Georg Braun

Un golpe de suerte o una intervención divina. Estas eran las únicas formas de que los miembros del Tercio de Bobadilla no fueran masacrados el 8 de diciembre de 1585 mientras defendían el monte de Empel –ubicado en una pequeña isla holandesa–. Harapientos, sin provisiones y asediados por una infinidad de buques, a los soldados españoles no les quedó otra solución que rezar pidiendo un milagro, y eso es lo que obtuvieron. Aquella noche, uno de los ríos limítrofes se congeló permitiendo a los defensores cargar contra el enemigo y obtener una victoria por la que nadie hubiera dado medio escudo de oro.
Pero en esa funesta jornada el ejército español no solo triunfó en combate, sino que también convirtió a la Inmaculada Concepción en la patrona de su infantería. Y es que, según cuenta la leyenda, un soldado del Tercio encontró enterrada una imagen de la virgen pintada en madera el día previo a la contienda. Al parecer, este hecho llenó de moral a los soldados, los cuales consideraron el hielo como un regalo divino.
[h=4]Una guerra de 80 años[/h] Para llegar a la raíz del conflicto que llevó a estos españoles hasta la isla de Bommel es necesario retroceder en el tiempo hasta 1555. En ese año, Carlos I (V de Alemania) legó a su hijo Felipe II el gobierno de España y de los estados que hoy ocupan en su mayoría los Países Bajos. De esta forma, el monarca cedía las que durante toda su vida habían sido sus tierras predilectas para, después de una larga regencia, retirarse de la vida pública.
Sin embargo, el cambio de gobierno no agradó demasiado a los habitantes de la región, que vieron en Felipe a un rey extranjero que no lucharía por sus intereses. «A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se había criado en España, su lengua materna era portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los Países Bajos. (…) Los flamencos se vieron gobernados por extranjeros», afirman Andrés Más Chao y José María Sánchez de Toca en el volumen titulado «La infantería en torno al Siglo de Oro» de la obra conjunta «Historia de la infantería española».
Finalmente, las tensiones se hicieron irreconciliables cuando Europa quedó dividida entre los seguidores del catolicismo y los partidarios del protestantismo –una nueva religión muy extendida en la región flamenca–. Sin remedios para evitar un enfrentamiento latente desde hacía varios años, la contienda se materializó cuando las provincias de los Países Bajos se unieron contra Felipe II. Como contrapartida, desde España se inició la movilización de varios Tercios hacia el territorio para, mediante pica y arcabuz, terminar con las pretensiones de independencia rebelde. Acababa de iniciarse la «Guerra de los ochenta años».
[h=4]La partida hacia el combate[/h] Durante años se sucedieron centenares de combates en territorio flamenco, los cuales se cobraron miles de vidas y cubos de sangre española. No obstante, todo pareció cambiar con la llegada de algunos líderes militares como Alejandro Farnesio, quien no tuvo reparos en demostrar la capacidad militar de los tercios en decenas de contiendas.
Con todo, y a pesar de las victorias hispanas, a finales del siglo XVI todavía eran una infinidad las plazas que estaban en poder de los rebeldes y multitud las que pedían auxilio a los católicos ante la presión enemiga. «Cuando (Farnesio) recuperó Amberes en el verano de 1585, se sintió en condiciones de acudir a las «Islas de Gelanda y Holanda», cuyas poblaciones católicas oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían auxilio», señalan en su obra los expertos.



Alejandro Farnesio

Una vez tomada la decisión de atacar a, Alejandro puso al mando de su ejército al Conde Carlos de Mansfelt, que recibió órdenes de dirigirse hacia el norte de Brabante (ubicada en el centro de los Países Bajos) para sofocar las revueltas. A esta fuerza se unió a su vez el Tercio dirigido por el Maestre de Campo Don Francisco de Bobadilla, un militar con una extensa hoja de servicios.
«Ya todos juntos, marchó (…) el conde Carlos de Mansfelt con los tres tercios de españoles del coronel Cristóbal de Mondragon, de D. Francisco de Bobadilla y el de Agustín Iñíguez, repartidos en sesenta y una banderas y con la compañía de arcabuceros a caballo de españoles del capitán Juan García de Toledo», explica el Capitán Alonso Vázquez –contemporáneo de Bobadilla– en su obra «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».
[h=4]La toma de Bommel[/h] El camino de la fuerza española se detuvo al vislumbrar el río Mosa (el que, con casi 1.000 Km. de extensión, corta los Países Bajos de este a oeste). «Mansfelt llegó a la orilla meridional del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a Bobadilla que ocupara la isla de Bommel. Esta isla –el Bommelward– tiene unos 25 Km. de este a oeste, 9 de anchura máxima de norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal, que se aproximan mucho al Este de la isla, y están comunicados por brazos de unión en ambos extremos (…). La comarca es baja, fértil y bien trabajada», completan Más y de Toca.
Sin dudarlo, Bobadilla cruzó el río con casi 4.000 hombres y tomó este minúsculo terreno de escasa importancia para los rebeldes. A su vez, envió varias patrullas a proteger los diques de contención construidos para evitar que el agua anegara la isla. Y es que, si el enemigo tomaba varios de ellos, podría llegar a inundar Bommel y lanzar sobre los españoles toda la potencia contenida de los ríos. Con el terreno conquistado, Mansfelt partió hacia Harpen, a 25 Km. de la isla, dejando al Maestre de Campo al Mando.
[h=4]Holac se arma[/h] Por su parte, los rebeldes no lo dudaron ni un segundo y, aunque la pérdida de la isla de Bommel no significaba ni mucho menos un golpe de efecto, decidieron armarse para dar, por fin, una lección a los Tercios hispanos. «(Los rebeldes) juntáronse en Holanda y Gelanda y armaron y guarnecieron de muy buena infantería más de doscientos navíos, entre grandes y pequeños, porque viendo las fuerzas españolas encerradas en la isla de Bommel les creció un ánimo extraordinario de anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el yugo español que tenían sobre sus hombros», añade en su ya antigua obra Vázquez.
[h=3]El Tercio de Bobadilla tuvo que retirarse a Empel cuando la isla quedó inundada[/h]

Al mando de la armada rebelde se distinguía el Conde de Holac, quien, impulsado por el odio a los españoles, ordenó un ataque masivo desde sus buques. «(A la isla) se arrimaron los rebeldes con su armada y cortaron dos diques junto a la villa de Bommel; pero el que está entre los lugares de Dril y Rosan, que es donde Francisco de Bobadilla tenía alojados y repartidos los tres tercios españoles ya nombrados, no lo pudieron cortar aunque lo intentaron por muchas y diversas partes. (…) D. Francisco con su experiencia y valor había repartido las guardias de manera que, aunque los rebeldes acometieran por cualquier parte, hallaran mucha resistencia», señala el militar.
[h=4]Comienza la batalla[/h] A continuación, y sin ninguna piedad, los rebeldes abrieron los diques que habían conseguido tomar por la fuerza. Así, en apenas unos minutos, el agua se lanzó sobre los tercios españoles con más fuerza que una carga de caballería pesada. Bobadilla, casi sin tiempo de reaccionar, ordenó a sus hombres abandonar el campamento y dirigirse con la mayor celeridad posible hacia una de las posiciones más elevadas de la isla: el monte de Empel.
La batalla acababa de comenzar, al igual que el sufrimiento de los soldados de los Tercios quienes, totalmente rodeados de buques enemigos y agua, se aprestaron para la defensa decididos a no regalar su vida sin combatir hasta la muerte. Con todo, los españoles fueron aquella noche cañoneados con fuego de artillería y mosquetería rebelde hasta la saciedad, algo que aguantaron estoicamente durante horas.
Sin embargo, con la llegada de la noche, los decididos miembros de los Tercios devolvieron el fuego y pusieron en fuga a sus enemigos. Se acababa de ganar una pequeña batalla que podría haber decidido la guerra si los españoles hubieran sido derrotados. Por su parte, Holac, asombrado ante la tenacidad de los defensores, decidió retirar sus barcos del alcance de las armas católicas.
Aunque habían conseguido acabar momentáneamente con sus enemigos, los infantes españoles sabían que, aislados como estaban en un pequeño monte, tenían muy pocas posibilidades de salir con vida. Por ello, y con el conocimiento de que el paso de los minutos disminuía las posibilidades de escapar con vida de aquella encerrona, Francisco de Bobadilla ordenó a un soldado atravesar el bloqueo en una pequeña barca con varias cartas de auxilio. Entre ellas, se podía distinguir una que tenía como destinario a Mansfelt, el que más cerca se hallaba del lugar de los hechos.
[h=4]Mansfelt, un rescate fallido[/h] Al día siguiente, y a sabiendas de que el fuego podía acabar fácilmente con ellos, los españoles trataron de fortificar el monte para, al menos, resistir hasta la llegada de refuerzos. El socorro llegó el día 6 cuando Mansfelt envió una carta a Bobadilla proponiéndole un descabellado plan; el Conde planeaba asaltar a la flota rebelde con unas escasas 50 embarcaciones en un intento de romper el sitio. Sólo había una remota posibilidad de conseguirlo, pero era la única opción de salvar a los cercados. Por ello, Bobadilla armó a su vez 9 pleytas –o barcazas– para reforzar el desesperado ataque.
[h=3]Los soldados pensaron incluso en suicidarse para evitar morir ante los rebeldes[/h]

«El jueves 5 de Diciembre por la mañana, llamó el Maestre de campo D. Francisco de Bobadilla a los Sargentos mayores de los tres tercios españoles, y les dio orden de que en las nueve pleytas (tres para cada tercio) embarcasen en cada una diez picas, diez mosqueteros, quince arcabuceros y dos Capitanes escogidos en cada una», destaca Vázquez.
En las barcazas, Bobadilla situó a unos 300 militares dispuestos para el combate. «Los Capitanes y soldados que los sargentos mayores ya habían señalado para este efecto se confesaron y comulgaron, como siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española, y conformados todos de morir o salir con tan honrada empresa, estuvieron esperando la orden y hora en que habían de hacer el efecto», añade el militar español.
No obstante, el asalto nunca se produjo, pues las tropas enemigas, aprovechando su inmensa superioridad numérica y armamentística, arrebataron espada en mano varias posiciones a los defensores. Así, si antes la misión era casi imposible, ahora se convertía en un suicidio. Hambrientos, vestidos con ropas raídas, empapados y superados en todos los frentes, los españoles ya no tenían ningún cartucho al que recurrir. Ahora solo les quedaba morir cómo héroes y dejar una huella imborrable en la Historia llevándose consigo a todos los rebeldes que pudieran.
[h=4]El encuentro con la Virgen[/h] En la mañana del día 7 todo parecía sentenciado para los soldados españoles. Sin embargo, aquella mañana uno de los miembros del Tercio encontró algo muy especial que, según la tradición, cambió radicalmente el devenir de los acontecimientos.
«Estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para resguardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía y de la artillería que los navíos enemigos disparaban, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Acudieron otros soldados con grandísima alegría y la llevaron y pusieron en una pared de la iglesia», añade Vázquez en su obra.
El hallazgo fue tomado como una señal divina por los soldados que, después de rezar devotamente a la Inmaculada Concepción, recuperaron las esperanzas de escapar con vida de aquella trampa mortal. «El Padre Fray García de Santiesteban hizo luego que todos los soldados le dijesen un Salve, y lo continuaban muy de ordinario. (…) Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien (que por intercesión de la Virgen María) esperaban en su bendito día (…). Quedaron tan consolados lo sitiados españoles después de haber dicho la Salve (…) que no sentían tanto el hambre» completa el autor de «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».
[h=4]Una decisión hacia la muerte[/h] Animados como estaban ahora los miembros del Tercio, Bobadilla tomó la iniciativa y reunió a sus capitanes para decidir cómo actuar. Concretamente, el Maestre de Campo pretendía quemar las banderas, desarmar los cañones y, finalmente, lanzarse en un último y valeroso ataque sobre la armada rebelde hasta derramar la última gota de sangre por España.
No obstante, también hubo partidarios de suicidarse. «A todos les pareció bien la honrada determinación de D. Francisco, aunque algunos Capitanes y soldados (…) dijeron que, en caso que no tuviese efecto lo que se había acordado, se repartiesen en el dique (…) y se diesen la batalla matándose unos a otros, porque los rebeldes y enemigos de Dios no triunfasen sobre ellos. (Pero) D. Francisco mandó que no se diesen oídos a aquellas temeridades», determina el cronista.
Ese mismo día, Holac envió a varios emisarios para ofrecer una rendición honrosa a los españoles. Tuvo una tajante negativa como respuesta. Y es que, los soldados de Bobadilla lo tenían claro: preferían morir cruelmente en combate rodeados de cientos de enemigos a capitular. Todo quedó visto para sentencia, a la mañana siguiente los miembros del Tercio se lanzarían contra los navíos para librar su última batalla.
[h=4]El milagro de Empel[/h] Pero, al amanecer del 8 de diciembre, fiesta de la Purísima Concepción, se produjo un acontecimiento que los españoles no dudaron en bautizar como «el milagro de Empel»: durante la [h=3]El día 8 el agua se congeló de forma inexplicable[/h]

noche, un gélido viento se alzó sobre el río y congeló sus aguas, algo que no había sucedido en Bommel desde hacía muchos años.
Aquella jornada el frío se convirtió en un factor militar determinante, pues la inmensa flota rebelde tuvo que abandonar el asedio y retirar sus buques para evitar que se quedaran encallados en el hielo. Perplejos por la situación, a los soldados de Holac no les quedó más que maldecir durante su repliegue. «Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos río abajo les decían a los españoles, en lengua castellana, que no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos un gran milagro», completa el militar en su obra.
[h=4]El asalto final[/h] El día 9, Bobadilla llamó a voz en grito a sus soldados para que tomaran sus picas, mosquetes y arcabuces, pues era hora de aprovechar su ventaja. Decididos, los miembros del Tercio montaron en sus barcazas –más manejables que los grandes barcos rebeldes– y, tras atravesar con ellas el hielo, asaltaron el fortín que el enemigo había fabricado a orillas del Mosa.
[h=3]Finalmente, los españoles obtuvieron una victoria inimaginable gracias a los elementos[/h]

No obstante, el combate ni siquiera se inició, ya que los rebeldes corrieron para salvar su vida al ver las pleytas hispanas. Con la posición tomada ambos bandos sabían que la contienda había tocado a su fin pues, aunque se produjera un deshielo, los buques de Mansfelt pronto llegarían a socorrer al Tercio de Bobadilla. La batalla había acabado y, para asombro de todos, la victoria pertenecía a los Tercios españoles.
Después de este curioso suceso la Inmaculada Concepción fue tomada como la patrona de los Tercios y, años más tarde, de la Infantería española. Y es que, ya fuera por intervención divina o no, lo cierto es que gracias a la moral que les dio su imagen los soldados vivieron para combatir otro día y gritar, un vez más «¡Santiago y cierra España!».

[h=3]Sánchez de Toca y Catalá: «Los holandeses de entonces dijeron que "Dios era español"»[/h] M. P. VILLATORO
-¿Qué hay de verdad y qué de leyenda en el milagro de Empel?
-El hecho es incontrovertible. Los tercios estaban dispuestos al suicidio colectivo -así lo propuso un capitán-, asediados en un dique por la escuadra holandesa, cuando la súbita e imprevista helada congeló las aguas. Los holandeses tuvieron que marcharse a aguas libres bajo el fuego de los tercios. Los holandeses de entonces dijeron que «Dios era español», y después que fue un insólito concurso de circunstancias fortuitas. Para españoles e italianos -que los había y muchos- no cabía duda que era un milagro, asociado a la vigilia de la Inmaculada y al hallazgo de un cuadro de la Purísima esa misma noche.
-¿Cómo definiría la actuación de Bobadilla?
-Bobadilla actuó con serenidad y esperanza, infundió en sus hombres fe en que vendría ayuda del Cielo. La Sagrada Escritura dice que el miedo no es otra cosa que la falta de confianza en el auxilio divino, y Bobadilla le supo transmitir esta convicción a sus hombres, que estaban al borde de soluciones extremas. Un gran jefe y un gran creyente -con razón-, como se vio.
-¿Por qué las tropas españolas se empeñaron en conquistar Bommel, un territorio de tan poco valor?
-No fueron los españoles los que se empeñaron en Bommel, fueron órdenes de Mansfelt, quien ya entonces pareció sospechoso porque podría haber aniquilado lo mejor del ejército de Felipe en los Países Bajos.





Danke.
 
Como usted quiera, que era muy tarde y yo tenía pocas ganas de escribir. :1
 
EL FUEGO GRIEGO:EL PRIMER SECRETO DE LA HISTORIA

Se cree que fue Kalinikos, un alquimista originario de Halab (aleppo) quien escapando del avance del Islam llego a Constantinopla alrededor del 678 DC y ofrecio sus conocimientos al emperador de Bizancio.
En aquellos años, el Jalifa Mu'awiya estaba concluyendo el quinto año de su asedio naval a Bizancio.Los musulmanes no podian penetrar los miticos muros defensivos de la ciudad ni rendirles por hambre ya que no dominaban el acceso maritimo norte (cerrado con enormes cadenas). Era un empate tactico, puesto que los defensores no podian reanudar el lucrativo comercio que hacia de Bizancio la ciudad del cuerno de oro.

Kalinikos rompio este empate con un artilugio parecido a un cañon del calibre 20mm con un émbolo móvil que arrojaba un fluido en ignición llamado "fuego marino" por los bizantinos, "an-nash rumi" por los arabes y que ha pasado a la historia como "fuego griego"
Las propiedades de este fuego eran parecidas a las del Napalm, puesto que al igual que el sodio palmitado , podia arder bajo el agua y extenderse sobre la cubierta de los barcos como la brea liquida.

En el combate naval donde se probo este arma infernal los resultados psicologicos fueron incluso mas permanentes que la aplastante victoria bizantina.
Cientos de musulmanes se lanzaban al agua cuando su nave era alcanzada por el fuego, y segun contaban los cronistas, aquellos que ya estaban envueltos en llamas se perdian camino de las profundidades alumbrando el fondo en su camino, mientras los marinos bizantinos gritaban "hades est itur" (id asi al infierno)
En los años siguientes, el diligente kalinikos llego a mejorar en distancia el arma y su diseño se hizo mas complejo, de forma que era montado en una nave especial, donde el compuesto era calentado y presurizado bajo la cubierta, desde donde se bombeaba por marineria especializada con prendas mojadas con tal de conseguir una vestimenta lo mas ignifuga posible.
En estas condiciones se produjo el siguiente ataque musulman , en el 717 DC.Una escuadra de 45 naves cargadas de arqueros y tropas de asalto entraron en el bosforo con la idea de tomar Constantinopla por asalto aprovechando que el grueso de la flota estaba en Chipre rechazando una invasion arabe. Solo dos naves musulmanas retornaron.

A causa de la aureola mistica de arma invencible que tomo el fuego griego, su conocimiento fue tratado como un secreto de estado:
Solo unas pocas personas conocian el arte de fabricar la mixtura volatil, otro reducido grupo conocia la fabricacion del arma impulsora y otro grupo el diseño de las naves especiales que optimizaba su uso.
Ningun otro salvo el emperador mismo y un consejero conocian todo el proceso, y ninguno de ellos podia abandonar la capital.

Se podria esperar que Bizancio no sufriria ninguna derrota naval durante la edad media, pero no fue asi, y los ejemplos son numerosos. Una flota enviada a recapturar cartago en el 698 fue destrozada por ligeras galeras frente al cabo Bone. Sicilia 827 y Creta 826 , vio la perdida de unos 50 dromones bizantinos en el intento de evitar la invasion de las islas.
La batalla de Thasos en 829 finalizo con el abordaje o hundimiento de la totalidad de la flota bizantina enviada.
¿que pasaba entonces con el fuego griego?
La respuesta para estas derrotas era que solamente se destinaban las naves del fuego griego a la defensa de Constantinopla, puesto que se consideraba que , de caer en manos enemigas su fabricacion, los dias del imperio estarian contados.
El imperio bizantino no eran sus islas, ni sus colonias, ni sus posesiones, el imperio bizantino era su capital, y mientras constantinopla resistiese, los herederos del imperio romano seguirian en pie.
 
Bueno lo griego. Pero el hilo trata de historias poco sabidas españolas ¿no?
 
Hoyga que la mi reina y tambien la suya es Griega.
 
Oxido rebuznó:
Hoyga que la mi reina y tambien la suya es Griega.

Ahmadineyad, vuelva a Irán, que le necesitamos más que nunca. Ande, que el viejales éste no está por la labor de borrar a los juden de la faz de la tierra. ¿Volverá? :oops:
 
Es practicamente imposible que vuelva, pero supongo que es el precio a pagar por tener democracia en Iran.
 
Pues lo siento, en verdad. Siempre nos quedará Afganistán.
 
LOS NAZIS Y LA PICARESCA ESPAÑOLA

Según narra Juan Eslava Galán es su libro “Los años del miedo”, que ya he utilizado como fuente en alguna otra Curistoria y que ya les he recomendado, había una extraña conexión entre los nazis arios y puros de Alemania y algunos de los españoles de Jaén. O eso creían algunos. ¿Sorprendente? Lo más sorprendente se lo contaré luego, al final del “chascarrillo”.

En 1935 existía una organización en Alemania, llamada Ahnenerbe, que tenía como objetivo el estudio de temas raciales con una orientación clara hacia donde ustedes ya supondrán. Este instituto envió al norte de Jaén a unos tipos, no me atrevo a llamarlos investigadores, con el fin de descubrir la conexión entre los alemanes más alemanes y los nativos de esta zona, a raíz de unos colonos que se instalaron por allí en tiempos de Carlos III.

Para llevar a cabo la investigación debían hacer algunas pruebas comprobatorias. En concreto, era necesario medir y estudiar el cráneo de los paisanos para localizar el enlace ancestral. Los jienenses, por amor al arte no se iban a poner a disposición de los foráneos, por lo que a estos no les quedó más remedio que usar una razón más sólida y universal: el dinero. Cada paisano dispuesto al estudio cobraría 5 pesetas de la época.

Tardó un momento en correr por toda la zona la noticia de que unos extranjeros pagaban por medirte la cabeza. Y allá que fueron no pocos nativos a dejarse estudiar. Pero claro, vista la oportunidad y con el acicate a la inteligencia que da el dinero fácil, comenzaron a aparecer hermanos gemelos y hasta trillizos, que permitían cobrar por el estudio dos y hasta tres veces, usando una sola cabeza.

Pero pensarán ustedes, no puede ser que los nazis fueran tan zoquetes como para no hacer alguna comprobación de identidad. Y tienen razón. Pedían la partida de bautismo para identificar las personas y además para comprobar que eran de aquella zona, cuestión que de otro modo les invalidaba para el estudio. Pero el español, a la hora de coger dinero fácil es hábil y generoso. Y esa habilidad le llevó a encontrar una solución al problema y esa generosidad le llevó a compartir sus ganancias con algún sacristán dispuesto a hacer partidas de bautismo duplicadas y hasta triplicadas, cambiando el nombre del bautizado. No tengo que decirle la validez del estudio.

Les prometía al comienzo de la entrada que lo más sorprendente de todo esto vendría al final y ahí voy. No sé si a ustedes les parecerá tan sorprendente como a mí que unos tipos supuestamente científicos y listos, estudiantes de personas y razas, no fueran lo suficientemente listo como para saber que la picaresca del español está siempre alerta. ¿No les llamaría la atención el número de mellizos de la zona? ¿No sospecharían sobre la sonrisa de los paisanos cuando entraban en su despacho para ser estudiados y en la aún más grande sonrisa cuando salían o cuando se los cruzaban por la calle?

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FRANCISCO DE RIVERA


Hay hombres que son completamente desconocidos, no son ya héroes olvidados, son héroes jamás reconocidos, hombres valientes a los que nuestra desagradecida y desmemoriada España dejó fuera de la gloria y huérfanos de reconocimiento.
Francisco de Rivera es uno de estos hombres.


De humildes orígenes, la única salida que tenía para aliviar sus miserias era la milicia. Antes supongo que viviría como picaruelo buscavidas, igual que tantos otros en aquella generación.


Malvive en Cádiz, donde es pendenciero espadachín, mujeriego y vividor, enrolado en la escuadra de don Luis Fajardo y ostenta ya el cargo de alférez, que se ha ganado combatiendo contra los piratas berberiscos. Es un avezado marinero, astuto y valiente en las maniobras y los abordajes.


En alguna de las muchas bacanales que se organizaban en Híspalis, debió conocer a don Pedro Téllez de Girón, el Gran Duque de Osuna, el mejor noble que jamás dio España, que le ofrece de inmediato el mando de uno de sus galeones.


Con el barco, Rivera, se destaca sobre los demás durante la toma de La Goleta y el mismo Duque, impresionado, le asciende a capitán y le da el mando de una de sus divisiones. Con ella Rivera llevará la guerra hasta las mismas costas del enemigo sarraceno.


Con cinco galeones y un patache, que es un tipo de embarcación menor, recorre Chipre y ordena a su escuadra que eche el ancla, provocador y suicida, frente al Cabo Celidonia, que es una importante base de la flota otomana.


Arrogante y orgulloso fondea sus naves y lanza el guante a los turcos. Estos cabreadísimos ante la desfachatez de los cristianos, que se atreven a venir hasta sus aguas, envían una flota de cincuenta y cinco galeras contra los barcos españoles. Doce mil turcos contra apenas mil doscientos españoles. No habrá entenas para colgar tanta cabeza- piensan los sarracenos:


- 14 julio de 1616: Los turcos formados en su conocida media luna atacan la línea de barcos españoles. Tres galeones y el patache, que permanecen impávidos en línea, portas abiertas y apuntando con cuidado los cañones.
Hasta la noche dura el encuentro y los turcos no han podido ni acercarse. La artillería precisa, continua y mortal de los galeones de Rivera, se lo ha impedido. Se retiran los turcos esa noche con ocho galeras escoradas, hechas añicos y con mucha gente muerta dentro.


- 15 de julio: Por la mañana, los turcos, que se han pegado toda la noche entonando cánticos guerreros, atacan con ferocidad. Esta vez los rebencazos de los cómitres en las espaldas de los forzados les han llevado, para su desgracia, hasta tiro de arcabuz de los galeones españoles.
De nuevo la artillería, a la que se suman más de mil arcabuces y mosquetes detienen en seco los remos turcos.
Cuando se retiran, muchas galeras hacen agua, otras desarboladas y otras ni se acercan, con sus capitanes acojonados de miedo tras haber visto saltar hechos pedazos a muchos de sus hermanos.


-16 de julio: Los turcos atacan esta mañana con todas las fuerzas que les quedan. Gritan y cantan mientras rocían los barcos españoles de bombazos y de flechas.
Con el empuje fanático y con su honra en juego consiguen alcanzar las tablas de la nave capitana castellana. Pero nada consiguen. Desde el flanco, la reserva de Rivera, los destroza a cañonazos. Algunas galeras turcas estallan y se hunden en segundos, otras van tan maltrechas que apenas pueden navegar, son solamente ya tablazones flotantes cubiertas de muertos.


Desde Lepanto no recibían una paliza de tal calibre los turcos. Y en sus propias aguas, en las narices del Sultán, y encima en inferioridad numérica. ¡Con dos huevos!


Rivera es recompensado por el Duque de Osuna con el almirantazgo y con el hábito de Santiago. Su victoria causa admiración en toda Europa.
El aguerrido almirante Rivera regresa a Nápoles victorioso y cargado de botín.

En el año mil seiscientos diecisiete, el almirante Rivera, zarpa con sus quince galeones, de patrulla por el Adriático.
En noviembre y cerca de Ragusa, es interceptado por la escuadra veneciana del reconocido almirante Veniero, que trae con él dieciocho galeones, seis galeazas y treinta y cuatro galeras. Los venecianos sin dudar de su victoria, se lanzan al ataque.


Un ligero viento se levanta y los galeones y las galeras venecianas que los remolcan empiezan a volar sobre el agua, van a la turca, es decir, formados en media luna.
Los galeones españoles, que estaban dispersos, cada cual a su aire, se agrupan, ciñen el viento y ponen proa al enemigo.
La maniobra española deja al almirante veneciano pasmado por la eficacia y el arrojo de su homólogo español.


Los españoles forman una línea, como una daga, los barcos venecianos empiezan a apelotonarse, haciéndose señales como desesperados unos a los otros. Los galeones españoles, al tiempo, viran la línea y apuntan la banda de babor hacia el enemigo, abren sus portas y, con el balance y todos a la vez abren fuego sobre el enemigo.
Las galeras enemigas cortan desesperadas los cabos que las unen a sus remolcadores y bogan buscando una salida, lejos del alcance de los arcabuceros y de los artilleros españoles que disparan y recargan con mortal cadencia y eficacia.
Con prisas y sin pausas, las enormes bocas negras de los cañones asoman y disparan hierro y fuego contra los venecianos. La flota de La Serenísima se convierte en pato de feria para los artilleros e infantes embarcados españoles.


Cuando, tras catorce horas de aguantar el cañoneo español, el almirante Veniero decide retirarse, más de dos mil venecianos han muerto y su buque insignia, el "San Marcos", navega remolcado y hecho un colador, flotando de milagro y chorreando sangre.


Su desgracia no terminará con la derrota, en el camino hasta puerto, una tormenta vapuleará un poco más a los sempiternos enemigos de España, que alguna vez les tenía que tocar a ellos.


Francisco de Rivera ha vencido a turcos y venecianos en inferioridad de condiciones a base de buen hacer marinero y valor. Atacando siempre y retrocediendo jamás. Es uno de nuestros más grandes almirantes.


Cuando el Gran Osuna cae vapuleado por los envidiosos, los mentirosos y los hijos de mala madre, que esta tierra da como churros, junto a él caen todos sus protegidos. Hasta Quevedo es desterrado de la Corte.
Rivera, pese a su reconocida valía, es relegado a las flotas caribeñas y su pista se pierde de la Historia

Dicen que murió en Cádiz solo y abandonado, otros que en el Caribe combatiendo contra piratas y corsarios.
A mí me gusta más pensar que fue en el Caribe. Pero habiendo nacido donde nació, no me extrañaría que hubiese muerto indigente y borracho en las calles de Cádiz y que sus huesos se perdiesen para siempre en el pozo oscuro en el que los españoles arrojamos a nuestros más grandes compatriotas.








 
Me pregunto en que momento de la historia dejemos de ser hombres para convertirnos en los mierdas que somos hoy en dia.
 
Curro, plis, cuelga la historia de Eloy Gonzalo. A tí se te da bien eso de separar párrafos y eso y hoy estoy vago.
 
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