LA HISTORIA OLVIDADA (catalanes, no hablamos de vosotros, pero podeis opinar tambien)

Todo el hilo es muy bueno, Paleto, pero con este post te has superado.
¡ Puro níquel ! :121:121

Karma y coliderato.
 
Me reservo para cuando empiece con la cabronada de Annual. Lo de antes, con la manada de hijos de puta que siempre han gobernado España, con el durante, la miseria humana de los que dirigieron la carniceria y el después, los que se fueron de rositas y los pobres desgraciados que siempre ponen la carne y el dolor.
 
Leproso rebuznó:
Me reservo para cuando empiece con la cabronada de Annual. Lo de antes, con la manada de hijos de puta que siempre han gobernado España, con el durante, la miseria humana de los que dirigieron la carniceria y el después, los que se fueron de rositas y los pobres desgraciados que siempre ponen la carne y el dolor.

De annual hay poco que contar heroico. Ya se comento la carga del escuadrón de caballería de san Pedro del alcantara. Todo lo otro fue ruina.

Ya conté en otro hilo que tuve un vecino que estuvo allí y lo de la oreja que le faltaba

Enviado mediante señales de humo
 
Edelweiss rebuznó:
https://www.youtube.com/watch?v=ln0KZ3tLM2g

"Los españoles entrando a sangre y fuego en cataluña y violando a las mujeres..."

"if they don't allow us in the EU, let's invite the Chinese navy to station nuclear weapons in the port of Barcelona"


Me juego mis orocs a que este maromo es forero.


Despuésde ver el vídeo entero y el bigotillo del magufo de turno me han entrado ganas de cagar.
 
Hoy toca hablar de Los Arma.



Para hacerlo decentemente hay que hablar antes, aunque de pasada, de dos imperios.


El primero es el Imperio Sonrai o Songhai. Sustituyó, en la culva del Río Níger, al Imperio de Malí, gracias al impulso de Soni Alí Ber que movilizó a los habitantes de las orillas del Níger a la altura de Kukia y Gao (lo hizo autonombrándose jariyí e iniciando una guerra santa que le llevó a la conquista de Tombuctú y Djené). Le pasó algo parecido a lo de Shi Huangdi. Después de la conquista se apartó a su dinastía de la sucesión porque los santurrones que le habían anatemizado eligieron a alguien de su cuerda, el "askia" Mohamed Turé. Así empezó la dinastia de los "askia". En 1582 gobierna el "askia" Daud este imperio:





El otro es el Imperio Saadí. Lo llamaron así después de doscientos años de su desaparición para desacreditarlo, ya que esa denominación implicaba que los saadíes no descendieran de Mahoma, como pretendieron, sino de su nodriza. Esta dinastía nació de una "yihad" en la que, como tantas veces, los bereberes escogieron a árabes para capitanearlos. No lo hicieron mal. Se las tuvieron que ver con los portugueses y los turcos. El más importante de todos fue Ahmed al Mansur (lo de Mansur les suena, ¿verdad?) que subió al trono tras la batalla de Alcazarquivir (la del desaparecido Sebastián de Portugal). Al Mansur llegó a dominar este pedazo de tierra:




El turco, Isabel de Inglaterra, Felipe II, son actores de reparto en el choque entre una dinastía sedienta por conseguir el oro, la sal y los esclavos del lejano Sudán y otra depositaria de las tradiciones centenarias del país de los negros.


La primera vez que leí algo acerca de Pacha Joder fue en la Historia de África de Pierre Bertaux publicada por la Editorial siglo XXI. Allí se cuenta que el nombre era producto de su juramento favorito. Me gustó la idea y por eso no puedo aceptar que ahora me digan ("las fuentes más autorizadas") que, en realidad, esa tesis carece de fundamento y que el nombre correcto es Yudar, Dyaudar, o Judar. Así que me mantengo firme: ésta es la historia de Joder Pachá.


Parece que nació en Almería en Las Cuevas de Almanzora, hacia 1560 y su nombre era Diego de Guevara. Se cuenta que fue capturado por los turcos en una razia de las que eran tan frecuentes en esa época, junto con trescientos muchachos. Y terminó en el palacio de Abd el-Malik, el saadí muerto en Alcazarquivir, la batalla en la que destaca Joder Pachá. Antes le convirtieron en eunuco, claro. Sus hazañas le valieron el cargo de cadí en Marrakesh, una ciudad que debía parecer medio española en aquel entonces, repleta de moriscos y presidio de los capturados en la batalla de los tres reyes, entre ellos 1.500 españoles.


Se cuenta que un esclavo personal del "askia", que se hace pasar por su hermano, envenenó los oídos de Al Mansur, mencionando las enormes montañas de oro que se guardaban en Tombuctú. Puede que no fuera necesario. Al Mansur manda una expedición por la costa, que fracasa y triunfa, porque pone en guardia al "askia" pero le señala erróneamente el camino de la siguiente invasión. El moro no se rinde: corta las comunicaciones entre los sonrai y los turcos conquistando perdidos oasis en el Sahara y, a continuación, arrasa Teghaza, el infierno en la tierra, cementerio de negros durante siglos, que guardaba el tesoro de la sal del cuaternario. Es el punto más al norte del Imperio Sonrai y será la avanzadilla para la expedición que se prepara.


En octubre de 1590, Joder Pachá reúne un ejército impresionante. 4.000 moriscos, 500 europeos, 1.500 lanceros moros y 1.000 soldados auxiliares. 8.000 camellos llevan el material de campaña, incluyendo cuatro cañones y arcabuces. Esos cañones, la pólvora y la lona se compran a Isabel de Inglaterra. No en vano, Al Mansur e Isabel han estado en negociación secreta para invadir España por dos puntos después del desastre de la Invencible.


La travesía es espantosa. Durante seis meses recorren más de dos mil kilómetros y mueren dos de cada tres. Cuando aparecen sorprenden al Askia, que ha dividido su ejército porque espera una invasión desde el oeste. Aún así, el ejército Sonrai reúne más de 40.000 guerreros.


El 13 de marzo de 1591 los dos mil hombres del ejército de Joder Pachá se hacen fuertes con el Níger a la espalda, en Tonbidi.















El "askia" ordena que se lancen cientos de bueyes y vacas porque tiene miedo a las armas de fuego. Pero la treta se vuelve en su contra, porque las reses, asustadas por los cañones y los arcabuces, enfilan contra los sonrais. Al final del día, la disciplina, la desesperación y las armas de fuego se imponen, mientras se hunden en el Níger las barcas cargadas de oro de los principales que huyen. El emperador de los negros compra su libertad al precio de 100.000 piezas de oro, 1.000 esclavos y un tributo anual. Tombuctú y Gao formarán parte del Imperio de Al Mansur. Sin embargo, el oro que recibe de su ejército le parece escaso y corren rumores sobre las intenciones de Joder Pachá. Se dice que quiere crear un reino para los moriscos españoles en el país de los negros. Al Mansur le destituye y misteriosamente el español obedece. Se retira a Gao mientras aparece el primero de los pachás enviados desde Fez. Se irán sucediendo y muchos morirán misteriosamente, a veces como consecuencia de abiertas rebeliones de la tropa, que le idolatra. Finalmente, en 1599 regresa a Marruecos, con un enorme cargamento de regalos para su señor. Morirá en las guerras de sucesión en 1605, quizás decapitado.


Los que no regresan son los miles de españoles que han ganado un imperio. Allí se casan con las hijas de los aristócratas locales y mandan. Son los Arma.

Ahora comprenderán lo poco apropiado que resulta que se diga que René Caillié es el primer europeo que regresa de la exótica Tombuctú, en 1828. ¡Ay!, estos franceses.

II

Pachá Joder se marchó, pero muchos de sus hombres, la mayoría españoles, permanecieron en la curva del Níger y sus descendientes han estado mandando allí hasta hace poco. Se los conoce como Arma, porque, según dice la tradición, al ser atacados por el ejército del "askia" en la batalla de Tonbidi, gritaban "al arma", y así los llamaron desde entonces los conquistados.



Joder Pachá fue el poder en la sombra los primeros años, pese a los sucesivos nombramientos de Pachás que llegan desde Fez (algunos incluso son asesinados, al parecer por orden de Joder). Sin embargo, tras las guerras de sucesión en el Imperio Saadí se fue produciendo una dislocación que llevó al abandono material de aquellas tierras tan lejanas. Así, ya desde 1612, pese a mantenerse una soberanía formal marroquí, los propios Arma van a elegir a los Pachás (el último de los designados por Marruecos es un mercenario español llamado Mabmud «el Largo», derrocado en un golpe palaciego). Y en 1646 es elegido el primer Pachá nacido en el país Arma. Esa soberanía formal se convierte en una referencia ideológica; así, cuando los franceses llegan a la zona, la élite Arma de Tombuctú se dirige en 1892 al sultán de Marruecos pidiendo ayuda.

Como suele ocurrir, los jefes militares del ejército de Joder se casaron con mujeres de la familia del “askia” y los soldados con plebeyas de mejor o peor posición según su propio rango, algunas hijas de letrados o de miembros de la clase comerciante. Se crea, por tanto, casi desde el principio, una aristocracia mixta, basada en la milicia. Llevarán, a diferencia de sus vecinos, la espada ropera toledana, recta, y no el alfanje curvo.

Y se vestirán conforme a su rango: un recuerdo de esa costumbre se mantiene hoy, entre los Arma de Benín, que llevan en sus túnicas o “buhus” el rojo si descienden de comandantes, el negro si lo hacen de la tropa, y los verdes y amarillos, si descienden de mandos intermedios.

Pronto intentarán ampliar su Imperio desde las bases conquistadas, fundamentalmente las grandes ciudades de Tombuctú, Djené (Mopti en el mapa) y Gao. Pero no están hechos para la selva y las dificultades de las



tierras que hay más al sur, así que terminan por conformarse con lo que ya tienen. Surge así la institución del "pachalik". El Pachá Arma se asienta en Tombuctú, y designa cadíes, también entre los Arma, para las tres ciudades.

Su período de esplendor coincide con la venida de parte de los moriscos expulsados desde España (recordemos que fueron 300.000). Curiosamente, según defiende un estudioso de la materia, al que luego me referiré, entre esos inmigrantes se encuentran algunos negros mandinga que, a su vez, habían sido llevados a Cocentaina, en el Levante español, un siglo antes. Regresan, pues, a la tierra de sus abuelos, que no habían conocido. Algunos incluso se desperdigaron por Nigeria y Benín y allí se encuentran sus descendientes.

Sin embargo, las tensiones fueron constantes, sobre todo entre los españoles de origen morisco y los marroquíes, por un lado, y los renegados cristianos, por otro. Aunque se llegó al acuerdo de que habría alternancia de pachás de una y otra condición, los altercados, golpes de mano y peleas entre grandes familias se vuelven constantes. Así, entre 1660 y 1750 son designados hasta 120 pachás. Recuerda la situación de la Roma medieval, con sus Colonna y Orsini y la sucesión de papas, sólo que aquí se llaman Tezerkini, Mubarak-al-Dar’i y Za’eri.

El predominio de los Arma se mantuvo hasta 1737. En esa fecha los tuaregs acaban con su fuerza militar, en la batalla de Taya. Poco después son atacados por los bámbara de Segu, dirigidos por Cheiku Amadu. Los bámbara toman Djené en 1820 y Tombuctú unos diez años después. En 1833 se suprime la institución del "pachalik". Sólo Gao mantendrá un caíd Arma hasta la llegada del colonizador francés en 1890.

Pero mantuvieron su influencia durante todo ese tiempo. Hasta el punto de que el «amenokal», el jefe de la confederación de tribus tuaregs del Sahel Occidental, siguió recibiendo la investidura del pachá

derrotado.



Las consecuencias de la presencia y predominio Arma son muchas. Para empezar, se utilizó el español como lengua de corte. Así, algunos pachás de Tombuctú utilizan este idioma en sus comunicaciones epistolares con los sultanes de Marruecos. Hoy en día, los Arma, unas 10.000 familias, cuentan en español y usan muchas palabras españolas. Se han catalogado unas 500 palabras originarias del castellano entre los dialectos de los sonrai.

Serán especialistas, además, en ciertos gremios. Roberto Lloréns Reig, que fue vicecónsul de España en Benín y especialista en los Arma, cuenta como hay tribus cuyos nombres están asociados al gremio en el que trabajan. Por ejemplo, los Karabenta son vendedores, los Konta, pescadores, los Mandés, servidores.

También cuenta que en Atadora, el departamento situado en el noroeste de Benín, hay muchos pueblos en los que es posible rastrear el origen hispano, como Manta, Nata, el río Sarga y el poblado de Tampobre. También hay una selva y un río llamados Sota y varias comunidades más llamadas Tio, Tuya y Mahon, en las que viven Arma que siguen siendo zapateros, bordadores y





sastres, oficios heredados. También nos habla de Kandi, una ciudad al norte de Benín, fundada en el siglo XVII por Toure (que en lengua Dendi significa blanca) Bana, famosa por ofrecer su hospitalidad a las caravanas, y de Bio Guerra, el héroe nacional beninés en la lucha contra los franceses, de Ola Seguí, rey del pueblo Tchabe, Bonagana El Hadj Amadou, rey de Ouaké, Ayelo Castella, una cantante muy popular en el país y Alladatín Orden un actor muy conocido.

También son muy influyentes en el desarrollo de la ciudad, sobre todo, en la arquitectura civil, merced a las construcciones de dos plantas, típicamente Arma. La construcción de la mayor parte del conjunto de estas viviendas monumentales tiene lugar al principio del s. XVIII, en medio de una guerra civil encubierta entre las familias Arma. La función de esas edificaciones será, sobre todo, defensiva. Se organizan alrededor de un patio abierto, rodeado de galerías corridas con arcos sobre pilares. Delante un zaguán contiene la escalera que asciende al piso superior. Construidas en muros de adobe sin vanos, solo usan la piedra en la fachada, pilares y arcos interiores. Las cubiertas se apoyan en vigas de madera que se cubren con esteras de palmito sobre las que se echan adobe y barro. Hay casas señoriales, las más antiguas, que llegan a tener tres patios, el del jefe, el de las mujeres y el de los esclavos. Hoy muchas de esas casas monumentales están desocupadas por su estado ruinoso.

Y conservan algunas costumbres de origen español. Al parecer, la más evidente es un rito nupcial que


era común a algunos pueblos andaluces: la novia acude a la casa del novio montada a caballo, mientras “los parientes de ambos contrayentes protagonizan un juego simbólico en el que se intentan introducir los respectivos estandartes familiares en la casa del contrario”, cuenta Roberto Llorens.

Pero esta excepcionalidad cultural está destinada a la desaparición. Esos Arma de nombres y apellidos españoles, como Aoua, Sacko, Guindo, Pare, Konta, Tapó, Toro, Ouro, León, García o Botón, se ven enfrentados a la política del gobierno de Malí que pretende crear una unidad nacional fundada en la etnia bambara, mayoritaria.

La foto de los esteve es la polla en verso.
 
Vamos a centrarnos en las peripecias de algunos de los 30.000 hombres que se embarcaron, de los que más de 10,000 murieron. En concreto, nuestro principal protagonista es el capitán Francisco de Cuéllar, que fue de los que vivió para contarlo e, incluso, escribirlo.

La vuelta Naval a las Islas Británicas

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[TD="class: tr-caption, align: center"]La ruta de la Armada.
Lamento que figure lo de "Invencible"[/TD]
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Como os decía, en esta entrada vamos a centrarnos en las desventuras sufridas por Cuéllar depués de la cancelación del intento de invasión de Inglaterra. La misión de la Armada era, en realidad, la de transportar los tercios de Flandes desde Holanda a las costas Británicas en algún lugar del estuario del Támesis. Cuando Farnesio se niega a embarcar sus tropas, la misión puede darse por concluida y se inicia el regreso a casa. Peeeeeeero hay un pequeño problema, el embarque de tropas se iba a realizar en las costas de Flandes, que es donde, tras mucho esfuerzo, había llegado la Armada. Volver a cruzar el canal de la Mancha con el rabo entre las piernas para volver a España no parecía muy apetecible. Las condiciones meteorológicas también dificultaron el retorno, así que al final la flota se dispersó mientras se dirigía al norte, dando la vuelta completa a las Islas Británicas y volviendo hacia el sur por el Oeste de Irlanda.

No creo que esta ruta fuera de placer en ningún momento, pero las cosas terminaron de ponerse chungas a unos 54º de latitud norte, frente a las costa atlántica de Irlanda, cerca de la población de Sligo. No os lo vais a creer, pero esa podría ser la ubicación de la ficticia Innisfree; degraciadamente no el lugar en el que se rodó la película, de haber sido así el viaje estaba cantado...

Una vez más contamos con la enorme suerte de tener un relato por escrito de primera mano, en concreto una carta dirigida por el propio Francisco de Cuéllar a Felipe II. Ahora que caigo, hay que ver la cantidad de personajes que en aquella época le dirigían cartas al Rey; un día de estos me decido y le cuento mi vida a SM. Por que quede constancia de mi lucha diaria, más que nada, como parece que lo guardan todo...

Bien, comenzamos propiamente con las desventuras de don Francisco:

Náufrago en tierra extraña

El 25 de Septiembre de 1588 tres naves que habían fromado parte de la Grande y Felicísima Armada, "La Lavia", "La Julianía" y la "Santa María de la Visión" embarrancaron frente a Streedagh Strand, en el Noroeste de Irlanda. Aquí:


Ver mapa más grande


A bordo, varios cientos de hombres, entre los que se encontraba Francisco de Cuéllar, antiguo capitán del "San Pedro". Durante la ruta por el Mar del Norte Cuéllar había sido relevado de su puesto y condenado a la horca -en guerra no nos andamos con chiquitas- pero finalmente el auditor Martín de Aranda se negó a cumplir la orden salvo que se la dieran firmada por el Duque (Medina-Sidonia). Entre mensajes y no mensajes llegaron a la playa mencionada, donde se refugiaron ante el mal tiempo. Las tres naves fondearon frente a la playa esperando que el tiempo mejorase, pero lo que sucedió fue todo lo contrario. El temporal empeoró y las tres naos encallaron "a más de media legua de la tierra", lugar en el que permanecieron unos cuatro días sin poder recibir ayuda ni bajar a tierra.

Como diría Murphy: "toda situación desesperada es susceptible de empeorar" y Francisco de Cuéllar había agotado todas las posibles mejoras de su situación cuando se libró de colgar del palo mayor. Tras cuatro días embarrancados el temporal no sólo no amainó sinó que empeoró, si cabe:
"...dar fondo más de media legua de la tierra, donde estuvimos cuatro días sin proveer nada, ni aun lo podían hacer, y al quinto vino tan gran temporal en travesía, con mar por el cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener ni las velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos de una parte y de otra, cosa jamas vista , porque en espacio de una hora se hicieron todas tres naos pedazos, de las cuales no se escaparon 300 hombres, y se ahogaron más de mil, y entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos"
Hay que reconocerle cierta capacidad de generar dramatismo a don Francisco, eso de "la mar por el cielo"... acongoja sólo leerlo. En cualquier caso no hace falta caer en exageraciones para comprender que el naufragio fue un desastre sin paliativos. Y las desgracias no había hecho sino comenzar...

No soy en absoluto experto en historia de Irlanda, pero creo que es notoria la difícil relación que a lo largo de los siglos han tenido ingleses e irlandeses. En la segunda mitad del siglo XVI los ingleses andaban luchando con distintas familias irlandesas para establecer un control efectivo de la isla y tenían acuartelamientos en distintas zonas. Sligo era una de ellas.

Los pocos supervivientes del naufragio que iban llegando a la playa se encontraron, primero, con grupos de irlandeses dispuestos a pillar lo que pudieran y a abandonar a los españoles a su suerte y, después, con soldados ingleses dispuestos a pillar lo que pudieran y a dar matarile a los españoles que habían osado organizar una Armada para conquistarles:
"Los enemigos y salvajes que estaban en tierra desnudando á los que podían salir nadando, no me tocaron ni llegaron á mí, por verme como he dicho, las piernas y manos y los calzones de lienzo llenos de sangre, y así me fuí poco á poco andando lo que pude y topando muchos españoles desnudos en cueros, sin ningún género de ropa sobre; sí, tentando de frió, que le hacía cruel"
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[TD="class: tr-caption, align: center"]Este naufragio no tiene nada que ver con el tema, pero la
foto me gusta y me trae excelentes recuerdos de cuando la hice.
Es la bahía del naufragio en la isla jónica de Zakynthos.[/TD]
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Por fortuna para Cuéllar y algunos pocos más, el botín que había ya en la playa era sumamente tentador, así que tanto los "salvajes" (irlandeses) como los ingleses estaban bastante entretenidos carroñeando y/o matando náufragos, de modo que los que de alguna manera conseguían abandonar la playa encontraron algo de tranquilidad.

Cuéllar se dirigió a un monasterio cercano, pero se lo encontró casi destruido y con doce españoles ahorcados dentro. Por si a estas alturas no le había quedado claro, supongo que este detalle ya le hizo percatarse definitivamente de que se encontraba en una situación manifiestamente mejorable. Supongo que os imagináis, sin embargo, que sus circunstancias no iban a ir precisamente a mejor.

Algunos días después tuvo un encuentro con un inglés, que se supone que ya venía enseñado de la playa al respecto de donde guardaban los españoles lo poco de valor que aún pudieran llevar encima y, efectivamente, le aliviaron aún más de carga:
"...el salvaje me empezó á desnudar hasta quitarme la camisa, y debajo della traia una, cadena de oro de valor de poco más de mil reales, y como la vieron, alegráronse mucho, y buscaron el jubón hilo por hilo, en el cual yo traía cuarenta y cinco escudos de oro, que me había mandado dar el Duque en la Coruña por dos pagas, y como el inglés vio que yo traía cadena y escudos, quísome tomar en prisión, diciendo que le ofreciese rescate"
Así que añadimos el intento de secuestro a las afrentas que pasó nuestro amigo Cuéllar. Afortunadamente consiguió convencer al inglés para que se contentara con la cadena y la pastizara y quedó libre, aunque en un estado lamentable: herido, hambriento y semidesnudo. A partir de ese momento fue valiéndose de la ayuda de distintos irlandeses que fue encontrando mientras se dirigía hacia el norte, donde le habían dicho que un tal O'Rourke estaba ayudando a los españoles que podían llegar hasta allí. El camino no fue en absoluto sencillo, pero de una u otra forma fue saliendo del paso, incluso encontró algún otro compañero español en circunstancias parecidas a las suyas. Finalmente llegaron a las tierras de O'Rourke, pero...
"...en el cual hallé más de setenta españoles, que todos andaban desnudos y bien maltratados, porque el Señor no estaba allí, que había ido á defender una tierra que los ingleses le venían á tomar, y aunque éste es salvaje, es muy buen cristiano y enemigo de herejes, y siempre tiene guerra con ellos. Llámase el señor de Ruerge O'Rourke. Yo aporté á su casa con harto trabajo, cubierto de pajas y rodeado un pedazo de estera por el cuerpo, de suerte que no había quien no se moviese á gran lástima de verme así."
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[TD="class: tr-caption, align: center"]Paisaje de la zona de Sligo. Hay que ir.[/TD]
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Antes de que regresara O'Rourke, fueron los españoles informados de que había aparecido otra nao en una bahía próxima. Ante tal noticia, hubo estampida por llegar a ella, pero algunos de los heridos no pudieron llegar antes de que la nao zarpara, llevando consigo a su tripulación y a cuanto náufrago pudo cargar. Cuéllar se quedó en tierra, maldiciendo su suerte. Ciertamente cambió de opinión al enterarse de que la nao naufragó en aquella misma costa y que todos sus ocupantes se ahogaron o fueron pasados a cuchillo. Este hecho debió ser el punto de inflexión en las penas de don Francisco y, a partir de ahí, las cosas fueron poco a poco a mejor. Cuéllar fue cogiendo soltura en el trato con los locales, en ocasiones tal vez demasiada soltura:
"La mujer de mi amo era muy hermosa, por todo extremo y me hacía mucho bien, y un dia estallamos sentados al sol ella y otras sus amigas y parientas; preguntábanme de las cosas de España y de otras partes, y al fin me vinieron á decir que les mirase las manos y les dijese su ventura; yo, dando gracias á Dios, pues ya no me faltaba más que ser gitano entre los salvajes, comencé á mirar la mano de cada una y á decirles cien mil disparates, con lo cual tomaban tan grande placer, que no habia otro mejor español que yo."
Ya. Venga, capitán Cuéllar ¡que nos vamos conociendo!... y llevas embarcado entre maromos desde primavera, ¡hombre!

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[TD="class: tr-caption, align: center"]Esto pueden ser los restos del castillo de MacClancy[/TD]
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Si, sin duda Cuéllar iba cogiendo soltura, incluso confianza, lo que demostró en extremo en el siguiente episodio de su camino. Cuéllar se hallaba acogido por el Sr. MacClancy, al que él llamaba Manglana, en su castillo, donde pasaba el tiempo tonteando, como hemos visto. Hasta allí llegó la noticia de que los ingleses acuartelados en Dublín habían decidido mandar un pequeño ejército para limpiar definitivamente la zona de los españoles que hubieran sobrevivido. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (y el Liffey por Dublín) ya puestos limpiarían también el condado de jefezuelos poco colaboradores, entre ellos MacClancy. Ante esta información, Manglana tomó la decisión estándar en Irlanda para estos casos: huir a las montañas.

"y visto este salvaje el grande poder que contra él venía, y que no tenía resistencia, determinó huir á las montañas, que es todo su remedio á más no poder. Los españoles que con él estábamos ya teníamos nueva del mal que nos venía y no sabíamos qué hacer ni dónde nos guardar, y un domingo después de misa nos apartó el señor melena hasta los ojos, y ardiendo en cólera dijo cómo no podía esperar y que se determinaba huir con todo su pueblo y ganados y familias"
Claro, los 1700 ingleses que habían partido hacia el norte debía esperar eso, lo normal, que los castillos y aldeas estuvieran vacíos y sus habitantes refugiados en las montañas. La sorpresa vino al llegar al castillo de MacClancy (Rossclogher Castle) y encontrárselo ocupado por un feroz y numeroso ejército de nueve (9) hispanos semidesnudos y cabreados

"...y pues teníamos buena ocasión no habia que aguardar más ni andar huyendo por montañas y bosques desnudos, descalzos y con tan grandes fríos como hacía, y pues el salvaje sentía tanto desmamparar su castillo, alegremente nos metiésemos los nueve españoles que allí estábamos, en él, y le defendiésemos hasta, morir, lo cual podíamos hacer muy bien, aunque viniesen oí dos tantos poder más del que venía, porque el castillo es fortísimo y muy malo de ganar como no le bulan con artillería..."
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[TD="class: tr-caption, align: center"]Ruta aproximada de Cuéllar por el norte de Irlanda[/TD]
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Y es que una cosa está clara, entre quedarnos en nuestro castillo y salir a pasar frío y buscarnos las habichuelas, los españoles preferimos quedarnos aunque de frente venga la VI flota. A estas alturas ya no os sorprenderá si os digo que los nueve aguantaron. En concreto soportaron un asedio de 17 días, hasta que el ejército asediante decidió volver a Dublín debido a la llegada del crudo invierno y, supongo, a que no acababan de entender a los harapientos que les gritaban desde el castillo incitándoles a acercarse.

Tras la exitosa defensa del castillo, los MacClancy volvieron. Cuéllar, sin embargo, no estaba del todo cómodo, ya que se maliciaba que ahora era demasiado valioso para los irlandeses y no le dejarían marchar, así que finalmente, diez días después de la navidad de 1588, decidió huir acompañado por cuatro de sus soldados. Su intención era llegar a la católica Escocia para desde allí partir hacia España, para lo que se dirigieron hacia el norte, atravesando el actual Ulster. Cuéllar iba herido y finalmente se quedó de nuevo solo y en situación precaria, en una zona hostil con fuerte presencia inglesa y poca colaboración de los locales. Aún así, no perdió sus aficiones:
"...de suerte que se podia andar libremente en la villa, que era de casas pajizas, y allí había unas mozas muy hermosas, con las cuales yo tenía mucha amistad, y entraba en sus casas algunos ratos á conversación y parlar..."
En esta parte de su carta ya parece que Cuéllar se adorna en demasía y cuenta algunos episodios propios de opereta bufa. Os recomiendo vivamente la lectura de su relato, es muy breve (por ejemplo, AQUI).

Finalmente logró pasar a Escocia con la ayuda de un Obispo Irlandés, sin embargo no encontró allí la ayuda esperada y hubo de malvivir en Escocia otros 6 meses hasta que consiguió embarcar y llegar a Amberes, desde donde en octubre de 1589 escribió a SM Felipe II la carta que nos ha servido de guía para este relato. Irónicamente, el barco en el que volvía a Flandes también naufragó cerca de la costa y Cuéllar fue uno de los -no muchos- supervivientes, de modo que su aventura terminó prácticamente como había empezado: con el capitán saliendo del mar por los pelos para salvar su vida.

Conclusión




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[TD="class: tr-caption, align: center"]Los Irlandeses sabían que por allí había una tilde, pero
no tenían muy claro donde (foto de la wiki)[/TD]
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No parece que Cuéllar fuera muy distinto a una buena parte de los integrantes de los ejércitos de España en los siglos XVI Y XVII. Un tanto pillo, tirando a jeta, no demasiado trabajador, pero valeroso y sufrido. En esos siglos pocas cosas debían ser más temidas que un soldado español cabreado. El caso es que a él le tocó vivir una historia personal realmente increíble y además dejó cuenta de ella. Su historia no es más que una mínima anécdota en el episodio de la Grande y Felicísima Armada, pero ¿a que es apasionante?


Como os he dicho, nunca he estado en Irlanda aunque, a diferencia del resto de mis destinos soñados, estoy razonablemente seguro de que alguna vez iré. Según parece, la historia de Cuéllar es bastante conocida por la zona en la que se movió y su ruta se usa como atractivo turístico. También parece que en la playa de Streedagh, 425 años después del naufragio, aún se ven restos del mismo en los días de bajamar extrema.
 
Cuando los españoles enseñaron a liar tabaco a los daneses.

Dos siglos después de su paso por Dinamarca, un libro indaga en la huella dejada por 15.000 soldados españoles que llegaron a ese país con las tropas de Napoléon y que ha alimentado mitos que aún perduran en el imaginario colectivo. 'Da spaniolerne kom' (Cuando llegaron los españoles) culmina una investigación iniciada en 2004 por historiadores daneses y españoles que ha resultado en una exposición y en un libro que ofrece una nueva mirada sobre un encuentro que duró apenas seis meses.

Al mando del marqués de La Romana, la División del Norte llegó en marzo de 1808 a Dinamarca para unirse a franceses y belgas y apoyar un ataque a Suecia, aliada de Inglaterra, que acababa de bombardear Copenhague. Pero lo impidieron la debilidad danesa y la huida de los soldados españoles, que volvieron a su país con ayuda británica al saber de la revuelta contra José Bonaparte.


Para la Dinamarca oficial fueron unos traidores; no para los habitantes de donde estuvieron acantonados, fascinados por el contacto con gentes de idioma, físico y costumbres tan alejados.

Aliñar la ensalada y liar cigarrillos

Cartas, diarios y libros hallados en archivos daneses y españoles muestran que les enseñaron a aliñar la ensalada, cocinar con aceite y liar cigarrillos; los sorprendieron con ropa inadecuada para el frío, la siesta y su amor por la guitarra y la fiesta.
"Los españoles no llegaron a Copenhague, cuyos habitantes tenían contacto con el exterior. Estuvieron en pueblos donde la gente ni viajaba ni conocía a extranjeros. Muchos experimentaron una cultura distinta y extraña", explica a Efe Henning Petersen, impulsor del proyecto y coordinador del libro.
Pese al poco tiempo que estuvieron, las dificultas idiomáticas y la sangría que supuso mantenerlos, su facilidad para adaptarse, su actitud pacífica y su cariño hacia los niños jugaron a su favor.


Fueron un "espejo" a otro mundo posible, originaron una construcción romantizada de personajes idealistas y sentimentales, a la que también contribuyeron figuras literarias de la época como Steen Steensen Blicher y el célebre Hans Christian Andersen, dice.


Ahí encajan los innumerables romances entre soldados y danesas, que darían pie a que los ojos oscuros y el temperamento fuerte de cualquier niño se atribuyeran sin más a un antepasado español.

Frontera entre realidad y fábula

En la frontera entre realidad y fábula se encuentra también la historia de la hija de un panadero de la época, desconsolada tras la marcha de las tropas: cómo iba a entender a su hijo, fruto de la relación con un soldado, si ella no sabía hablar español.


Y entre los que con orgullo reivindican descender de uno de esos soldados está Uffe Ellemann-Jensen, ex ministro de Exteriores (1982-1993) y ex presidente del Partido Liberal Europeo (1995-2000).


La huella española está presente en el danés: se sigue usando el vocablo "spaniol", si bien otros como "muchachos" o "adio" han desaparecido; igual que "carajos", para referirse a esos soldados que a menudo pronunciaban esa palabra de significado desconocido.


Los anecdotarios, recopilados décadas después, hablan de "emoción", "lágrimas y abrazos" y ciudades "vacías y muertas" por la marcha de los soldados, que correspondieron al afecto regalando a sus anfitriones crucifijos, instrumentos o sillas de montar.


Muchos de ellos, como el anillo hecho de la crin de un caballo que un soldado regaló a su novia, han ido pasando de generación en generación y ahora forman parte de colecciones de museos.

Detenidos y enviados a Francia

Aunque el grueso de las tropas volvió a España y se unió a la lucha por la independencia, tres regimientos, con un total de unos 5.000 soldados, no pudieron escapar: fueron detenidos y enviados a Francia, y de ahí a luchar a Polonia, Italia y Rusia. Cerca de la mitad logró desertar, como el capitán Antonio Aldao, convertido en espía del zar; otros murieron de frío.


Y hubo quien se quedó en Dinamarca por voluntad propia o por las circunstancias, como el soldado Isidoro Panduro, hospitalizado por una rotura en una pierna mientras la tropa huía a España, y que echó raíces: entre sus descendientes están el escritor Leif Panduro y los creadores de una popular cadena de tiendas que lleva su apellido.


Dos siglos después, lo que ha quedado es una "imagen simpática" de los españoles, fruto de una historia "genuinamente popular", afirma Petersen, algo que no ha ocurrido en otros casos.
"Uno se pregunta por qué no hay nadie que descienda de franceses o de belgas, que también formaban parte de la tropa. Nunca llamaron la atención del pueblo danés de la misma manera, ni estaban hechos del material que crea los mitos", resume el escritor Ib Michael.

Y la historia de Isidro Panduro.

Marzo del año 1808, trece mil soldados españoles llegan a Jutlandia al mando del Marqués de la Romana, forman parte de un ejercito hispanofrancés que va a apoyar a los daneses en su intento de invasión de Suecia. Una invasión que nunca llega a producirse dado que el 2 de mayo España se rebela contra Napoleón y las tropas acantonadas en Dinamarca abandonan el país con el apoyo inglés. Pero un soldado español queda atrás, aislado en Fionia, sin dinero, nociones del idioma local y en medio de un país extraño y una Europa en guerra.



Se trataba de Isidoro Panduro, un húsar del ejército nacido en Alcázar de San Juan que, como consecuencia de un accidente, se había fracturado la pierna derecha.


La historia del español convaleciente en la campiña danesa causó un gran impacto en la zona y tras recuperarse de sus heridas pudo conseguir una carta de recomendación de un ex-militar danés al que le había impactado el carácter del húsar y su fuerte sentido del honor. Panduro era huérfano, sus padres habían muerto tras una explosión en la fábrica de pólvora donde trabajaban y él había quedado al cargo de su hermano pequeño al que tuvo que mantener y educar aunque también el fuera un niño. Ese hecho había forjado y endurecido la personalidad del joven español.



Pero en medio de un país nórdico de costumbres incomprensibles Panduro trató de buscar ayuda, la mayoría de sus compañeros en el ejercito estaban ya en España y aquellos que habían sido apresados por los franceses se encontraban en Rusia, obligados por el ejército napoleónico a enfrentarse a las tropas del Zar.


Con la misiva de recomendación se presentó en Hverringe, una pequeña aldea en la isla danesa de Fionia en la que tenía la mayoría de sus propiedades el noble danés al que iba dirigida su carta. El aristócrata, tras leerla, no supo muy bien qué hacer con el español pero dada su experiencia militar como húsar decidió emplearlo en sus establos y ofrecerle la responsabilidad de conducir sus carruajes.


Su posición le permitió entrar en contacto con un diplomático español que estaba a punto de regresar a la península, el funcionario prometió a Isidoro una plaza en su caravana y los documentos para cruzar Francia pero acabó saliendo del país sin honrar su palabra por lo que el antiguo soldado español se vio abocado a quedarse.

Así pues siguió en Dinamarca trabajando en las caballerías, su señor solía llevarle consigo a las fiestas de sociedad ya que podía divertir a sus amigos con sus aventuras sobre el ejercito narradas en un cómico danés con fuerte acento español o dejarles boquiabiertos al explicarles las costumbres, pintorescas para los nórdicos, de la península, como la consistente en cocinar caracoles.


En ese estado de cosas, Panduro empezó a intimar con la hija de uno de los trabajadores del noble, una bella danesa de fuertes convicciones religiosas llamada Marie Hansdatter con la que acabaría casándose y teniendo diez hijos. Para poder ser aceptado primero tuvo que convertirse al protestantismo y aceptar la ética luterana aunque nunca dejó a un lado sus costumbres católicas, como la de confesarse.


La estirpe de los Panduro daneses iniciada por el joven huérfano español daría personajes ilustres, su hijo Rudolf fue uno de los primeros vecinos de la comarca en conseguir un título universitario, Carlo Panduro fundó la cadena danesa "Hobby" y su tatatataranieto Leif se convirtió en uno de los escritores más famosos de Dinamarca.
 
Las danesas son consideradas en los países nórdicos como las mujeres más calientes desconocía la existencia de las peripecias de soldados españoles en la zona.Lo de los Arma tampoco lo conocía.

Gran jilo vive Dios¡¡¡
 

Los Alanos que llevaron los conquistadores a América.


En los relatos de los cronistas de la época, se hablaba de los Alanos que llevaban los exploradores españoles para cruzar las selvas vírgenes o para vigilar los campamentos. Había alguno de estos relatos, en los cuales narraban infinidad de anécdotas respecto a la inteligencia, valentía y fidelidad que poseían los Alanos.

El 24 de marzo de 1495 dentro de las Antillas (La Española, actual Santo Domingo), se desarrolló la primera batalla frente a los indios caribes comandados por el cacique Caonabo. El hermano de Cristóbal, Bartolomé Colón, empleó 200 hombres, 20 caballos y 20 Alanos como fuerzas españolas. Fue el “debut” de los Alanos en la Conquista de América.

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Algunos Alanos merecieron por sus servicios que les asignasen una paga. Fernández de Oviedo nos habla de un Alano llamado "Becerrillo", el cual acompañaba siempre al conquistador Diego de Salazar. Se decía que diez soldados con “Becerrillo”, se hacían temer más que cien soldados sin el perro. Por ello tenía su parte en los botines, y recibía una paga como la de un soldado.

Tenía varias cicatrices de flechazos, como un veterano, pero su bien merecida fama de valiente la ganó sin ser sanguinario ni ensañarse con el vencido, un perro justo. El final de “Becerrillo” fue como el de su hijo "Leoncillo", morir atravesado a flechazos en lucha con los indios.

"Leoncillo" era el perro de Núñez de Balboa, y por tanto fue el primer perro europeo que vio el Océano Pacífico. Dice el cronista López de Gomara que “Leoncillo” ganaba más que un fusilero. Vigilante para las emboscadas, capaz de hacer frente a un jaguar, inestimable para prevenir los terrenos pantanosos, fiero y dócil según se lo dictaba su propio criterio.

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El Alano llamado “Amadís”, hacia el 1570 acompañó a los colonos españoles en sus campañas contra los indígenas Chimilas. La vida de “Amadís” no fue larga, murió a flechazos de los indígenas.

Gracias a los Alanos que llevaban los colonos españoles, podían descubrir sendas sin conocer el terreno. En la lucha con los indígenas, los Alanos causaban tanto asombro y terror entre los indios como las armas de fuego.

En el libro “La Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España” del Sr. Bernal Díaz del Castillo, podemos observar en los primeros capítulos como menciona sobre las expediciones del Sr. Francisco Hernández de Córdova, que cuando llegaron a las costas de lo que actualmente es Champoton, Campeche, los Indios de esta zona les dieron fuerte Batalla y en esta expedición llevaba consigo varios Alanos machos y hembras, y por salvar sus vidas huyeron rápidamente de esa tierra, abandonando en ese mismo lugar los Alanos que tenían para la ofensiva.

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Después de todo esto vino la segunda expedición por el Capitán Juan de Grijalva, y dice el autor del libro (que esto solo lo hace como comentario), que cuando llegaron con las flotas a la costa de champoton, se adentró tierra adentro una expedición para explorar el terreno. Los exploradores (incluidos el autor del libro), encontraron a los Alanos y con ellos a su descendencia, el autor decía que estos eran de menor tamaño pero más fieros que los propios Alanos. El autor en otro comentario dice que esos descendientes de los Alanos que habían dejado unos años atrás, se cruzaron con perros de la región y el resultado fueron esos animalitos. El autor de este libro, era un soldado que sobrevivió a las tres expediciones

Becerrico

“Becerrillo” un enorme Alano propiedad de Alonso de Salazar. Becerrillo se hizo famoso sobre todo, además de por su fiereza, por su increíble capacidad de distinguir entre indios aliados y levantiscos. Lo soltaban entre grupos de indígenas y sin equivocarse cogía con sus dientes el brazo del rebelde y tiraba de él, si este se resistía no solía vivir. Decían los indios que preferían enfrentarse a cientos de soldados que a diez hombres con Becerrillo entre ellos.

También cuentan que un día Alonso de Salazar, un canalla miserable sin paliativos, se mofaba de una anciana indígena. Salazar le entregó un mensaje diciéndole que tenía que entregar ese documento a varias leguas de distancia. Cuando la anciana se encontraba a una cierta distancia, Salazar lanzó a Becerrillo contra la mujer para que acabara con ella. Al ver la anciana lo que se le venía encima, se arrodillo y levantó el mensaje diciendo en su lengua. “Señor perro no me haga mal que llevo un mensaje para los cristianos”. El perro se detuvo, olisqueó la carta y cuentan que lamió a la anciana dándose media vuelta.

Este animal era extremadamente valorado entre los integrantes del ejército castellano por varios motivos: en primer lugar, era muy apreciado por su ferocidad y total entrega en el campo de batalla.
En segundo lugar, era de gran utilidad para dar caza a los indios que intentaban huir, puesto que el perro en un principio no utilizaba la violencia, sino que se limitaba a arrastrar con suavidad al enemigo hasta la posición en la que se encontraban los aliados; pero cierto es que si los nativos oponían alguna clase de resistencia, la crueldad de Becerrillo no tenía límites. En tercer lugar, el perro en cuestión tenía la capacidad de entender a la personas le hablasen en la lengua que le hablasen, y además, sabía diferenciar con tremenda facilidad a los indios amigos de los rebeldes. Y por último, el can era extremadamente fiel, puesto que era capaz de arriesgar su propia vida para salvar a cualquier allegado.


Como consecuencia de todas la cualidades que poseía Becerrillo, este recibía doble ración de comida (que en más de una ocasión era mejor que la de los propios infantes) y un sueldo por los servicios prestados a su Patria. Concretamente, el salario que ganaba era el equivalente al de un ballestero.


Después de haber servido una larga temporada en las filas de los ejercitos españoles, Becerrillo regresó al lado de su dueño para poder descansar y recuperarse de las heridas durante un cierto período, pues cierto era que el animal pronto volvería a ser requerido por Dieg de Salazar.


Pero Sancho de Aragon, que se encontraba por aquel entonces vigilando la hacienda de la cacica Luisa, esposa indígena del conquistador mulato Pedro Mexia, decidió que el animal se incorporase a las tareas de defensa, pues observaba como los indios caribes estaban cada vez más revueltos. De hecho, un día la estancia fue atacada por los nativos, y como resultado del asedio, los dueños de la casa perdieron sus vidas. Sin embargo, Sancho de Aragon fue capturado.


De inmediato Becerrillo acudió al auxilio de su amo atacando a los indios, dando muerte a gran parte de ellos, de modo que estos se vieron en la obligación de liberar a Aragón en la orilla del río (hoy en día conocido como Grande de Loíza) por el que tenían pensado huir. Acto seguido, desde las canoas se comenzaron a lanzar flechas envenenadas, y una de ellas se incrustó en la carne del perro, el cual falleció poco después. Su amo lo intentó salvar, pero fue en vano.


Cuando los soldados españoles se enteraron de la muerte de Becerrillo, decidieron que el finamiento y el lugar de entierro de este se mantuviese en secreto, pues así podrían seguir atemorizando a los indios con el perro.


Alano.

Famoso fue también un hijo de Becerrillo, “Leoncico”. Este animal acompañó a Nuñez de Balboa y seguramente fue el primer perro europeo en ver el océano pacífico.

No todos los perros fueron usados para el combate. Otros muchos cruzaron el charco ayudando en faenas más habituales de su especie como pastores o simple compañía. Algunos incluso cayeron haciendo cosas menos cotidianas, como los que se usaban para que probaran los alimentos desconocidos o los que fueron usados directamente como comida cuando el hambre apretaba.
 
La desconocida historia de los negros libres en la Norteamérica española



Una exposición en Florida recuerda cómo esta tierra fue un santuario de libertad para los esclavos de las colonias británicas

Imagen de John Ogilby que representa la Florida en 1671, cuando estaba en manos españolas


La historia de los afroamericanos no arranca en los campos de algodón de Carolina del Sur. Mucho antes de la importación masiva de esclavos negros por los despiadados plantadores de las colonias británicas, los españoles ya habían llevado consigo hasta lo que hoy son los Estados Unidos de América a los primeros africanos, que bajo el dominio hispano tuvieron un tratamiento mucho más humano. De hecho, a pesar de que en la Florida española también hubo esclavos, esta tierra se llegó a convertir a partir del siglo XVII en la promesa de libertad para los esclavos sometidos en la cruel explotación de los británicos.




Certificado bautismal de un negro nacido en Florida en 1606



La ciudad más antigua de EE.UU., San Agustín (Florida), fundada en 1565 por el asturiano Pedro Menéndez de Avilés, acoge hasta el 15 de julio la exposición «El viaje: 450 años de vivencias afroamericanas», que repasa el papel en la historia y la cultura de Estados Unidos de este colectivo desde que los primeros negros llegaron con los españoles. La muestra se inauguró el pasado lunes, Día de Martin Luther King Jr., precisamente en un año en el que se cumple medio siglo de la ley de derechos civiles.



La elección de San Agustín para este evento está cargada de simbolismo. Según resaltan los organizadores, en esta ciudad tuvo lugar «el nacimiento de la experiencia afroamericana», ya que en ella se estableció el primer asentamiento de negros libres; se leyó la proclamación de emancipación, y se manifestaron los activistas en favor de los derechos civiles.



«Los primeros africanos no eran esclavos y los primeros esclavos no eran africanos», afirma a ABC Dana Ste. Claire, director de la comisión para el 450 Aniversario de San Agustín. «Los afroamericanos son parte de la fundación de Estados Unidos, mucho antes de que llegaran los ingleses. Han jugado un papel fundamental en el desarrollo cultural e histórico de los americanos desde el principio». «Somos lo que somos hoy gracias a su contribución», explica.



En realidad, los primeros hombres de origen africano llegaron incluso antes de la fundación de San Agustín. Según recoge la historiadora Jane Landers en su contribución a «La nueva historia de Florida» (University Press of Florida, 1996), ya en la expedición en que el castellano Juan Ponce de León descubrió Florida en 1513 viajaban con él dos africanos libres, llamados Juan Garrido y Juan González Ponce de León.



El primer contingente de esclavos fue llevado a Norteamérica por Lucas Vázquez de Ayllón, que en 1526 fundó San Miguel de Gualdape en el actual territorio de Georgia, pero este asentamiento finalmente fracasó. También hubo esclavos africanos, entre otras expediciones, en la desdichada aventura de Pánfilo de Narváez de 1528. Uno de ellos, llamado Estevan, se contaba entre los cuatro supervivientes encabezados por Álvar Núñez Cabeza de Vaca que vagaron durante ocho años por los inhóspitos territorios norteamericanos hasta que consiguieron regresar a Nueva España (México).



«Derecho a la autocompra»



Jane Landers apunta que aquellos primeros esclavos no procedían directamente de África, sino del sur de España. «Aunque la mayoría de los africanos en España eran esclavos, no todos lo eran. La ley y las costumbres españolas garantizaba a los esclavos una personalidad moral y legal, así como ciertos derechos y protecciones que no se hallan en otros sistemas de esclavitud», señala.





Figura de un afroamericano de la época colonial


Según explica, «tenían el derecho a la seguridad personal y mecanismos legales por los cuales escapar a un amo cruel», incluso se les permitía poseer y transferir propiedades y emprender procesos legales, lo que derivaría en el «derecho a la autocompra». «Los valores sociales y religiosos en la sociedad española -continúa esta historiadora de la Universidad Vanderbilt- fomentaban el honor, la caridad y el paternalismo hacia las “clases miserables”, que a menudo mejoraban las penurias que los esclavos sufrían y a veces llevaba a los dueños a manumitirlos».



Landers puntualiza que esto no significa que España ni sus colonias en el nuevo mundo estuvieran libres de prejuicios raciales, pero «el énfasis en la humanidad y los derechos del esclavo y la actitud indulgente hacia la manumisión reconocida en los códigos de esclavitud y los usos sociales españoles hacían posible la existencia de una significativa clase negra libre».



Cuando en 1565 Menéndez de Avilés logró fundar la primera colonia estable en Florida, San Agustín, la carta real le permitía importar hasta 500 esclavos africanos. Nunca alcanzó ese número ni de lejos (probablemente fueron menos de 50 los que acompañaron a los primeros colonos), aunque sí tuvieron una gran importancia en los inicios de San Agustín, ocupándose de tareas que iban desde la obtención de la madera para fortificaciones y embarcaciones a la puesta en cultivo de la tierra, además de otras como el servicio doméstico o la ganadería.



Hasta la última gota de sangre


Tanto africanos libres como esclavos participaron también desde las primeras décadas en la defensa militar de la colonia, creando unidades normalmente integradas por negros libres que trabajaban como artesanos y otras labores cualificadas.





Un miliciano negro



Con el tiempo, la Florida española llegó a ser la esperanza de libertad para los esclavos de las colonias británicas del sur. En 1693, Carlos II garantizó a todos los esclavos que serían hombres libres si se convertían al catolicismo. A cambio, los liberados prometían derramar hasta la última gota de sangre en defensa de la Corona y de la Fe.



A partir de entonces empezó a aumentar el número de negros que escapaban de la esclavitud en las plantaciones británicas hacia Florida. El creciente flujo de evadidos llevó en 1738 a la creación por parte del gobernador, Manuel de Montiano, del poblado de Gracia Real de Santa Teresa de Mose, la primera comunidad autogestionada por negros libres y nativos americanos con respaldo de las autoridades en el territorio de lo que ahora son los Estados Unidos. En esta comunidad, situada a tres kilómetros de San Agustín y más conocida como fuerte Mose, vivían hombres, mujeres y niños de diversas etnias y todos los varones participan en la milicia, que capitaneaba un africano mandinga llamado Francisco Menéndez.





Un mapa de 1763 muestra el fuerte Mose (Forte Negro) cerca de San Agustín



Pero para las colonias británicas del Sur, el fuerte Mose era una clara amenaza para su sistema económico y social basado en la esclavitud. Por eso no tardaron en lanzar un ataque desde Georgia en 1740 que acabó temporalmente con el fuerte y obligó a sus habitantes a refugiarse en San Agustín. Sin embargo, en 1752 se reconstruyó y decenas de afrocamericanos pudieron vivir allí en libertad hasta que Florida pasó a manos británicas en 1763 merced al Tratado de París que siguió a la Guerra de los Siete Años.



El periodo británico supuso la introducción en Florida del modelo de plantaciones esclavistas de Carolina del Sur y Georgia, pero con su devolución a los españoles en 1784 regresó la esperanza de libertad para los negros. Seguía habiendo esclavos, pero también una parte importante de la población de negros libres que trabajaban como carreteros, joyeros, zapateros o carniceros, e incluso había algún comerciante de éxito, explica la profesora Landers. Además, en una época en que los matrimonios mixtos eran impensables en el sur de los recién creados Estados Unidos, el mestizaje era habitual en la Florida española.



Todo ello cambió de nuevo cuando, en virtud del Tratado Adams-Onís, Florida se convirtió en 1821 en territorio estadounidense y muchos negros tuvieron que exiliarse. Paradojas de la historia, el principal destino de aquellos negros huidos de Florida fue la cercana isla de Cuba, entonces española.



Viaje hacia las verdaderas raíces de EE.UU.



«El viaje: 450 años de vivencias afroamericanas» muestra objetos y documentos originales, fotografías y elementos interactivos que permiten seguir el camino seguido por los afroamericanos desde los albores de lo que sería EE.UU. La muestra está organizada por la comisión del 450 aniversario de San Agustín, que se cumple el próximo año.



Entre los objetos expuestos figura el mostrador del restaurante Woolworth de Greensboro (Carolina del Norte), donde cuatro jóvenes de San Agustín fueron detenidos junto a otros afroamericanos por pedir una hamburguesa. La escena se reproduce en la reciente película«El mayordomo», de Lee Daniels.



También se exhibe el certificado bautismal del primer bebé negro nacido en la ciudad del que existe registro, de 1606, un año antes de que se fundara Jamestown, la primera colonia inglesa en Norteamérica.



El pasado año, Florida conmemoró el quinto centenario de su descubrimiento por Ponce de León en 1513. Los Príncipes de Asturias visitaron Miami y España participó con diversas actividades organizadas por Acción Cultural Española (AC/E).



«La génesis de nuestra diversidad cultural está en los primeros colonos españoles»
M. T.
El director de la comisión del 450 aniversario de San Agustín, Dana Ste. Claire, destaca cómo las verdaderas raíces de la cultura estadounidense están en la fundación en 1565 del primer asentamiento permanente europeo por parte del español Pedro Menéndez de Avilés, mucho antes de que los ingleses lograrán crear su primera colonia en Norteamérica.



-¿Qué pueden aprender españoles y estadounidenses visitando esta exposición?
-La historia de «El viaje» es la historia de la fundación por los españoles de Estados Unidos. Los 800 colonos que se asentaron aquí en 1565 establecieron la primera ciudad del país, que hemos ocupado durante casi 450 años, más que ninguna otra en EE.UU. Esta fundación de la primera colonia permanente fue por los españoles, no por los ingleses.



-¿Por qué es importante subrayar que la historia de los afroamericanos empezó en 1565?
-Los 800 colonos originales de San Agustín incluían diferentes tipos de hispanos y africanos, tanto libres como esclavos. Cuando pusieron sus pies en este primer asentamiento permanente, se convirtieron en hispano/latino-americanos y afroamericanos por primera vez. Esto fue el génesis de la vivencia afroamericana, así como de la experiencia hispano-estadounidense. Junto con la interacción de los nativos, fue la génesis de la cultura estadounidense, la que caracteriza nuestro país multicultural de hoy.



-¿Diría que hay un vínculo entre el fuerte Mose y la lucha de Martin Luther King Jr.?
-La búsqueda por los derechos civiles empezó desde que los africanos desembarcaron con Menéndez en 1565. El movimiento de los años 60 fue la culminación de siglos de iniciativas, luchas, legislación y campañas políticas por los derechos civiles.



-¿Ha cerrado EE.UU. las heridas de la esclavitud y la discriminación racial?
-Desafortunadamente, no. Algunas de las cicatrices están profundamente marcadas y los puntos de vista, atrincherados. Tenemos aún un largo camino por recorrer antes de que el racismo, e incluso la segregación, desaparezcan del todo. Se cerrarán cuando los estadounidenses entiendan que nuestro país se fundó de forma multicultural, y que no somos una nación blanca. Lo que nos hace fuertes es nuestra diversidad cultural.
 
Hijo del Capitán del ejército colonial español Juan Bautista de Anza I y María Rosa Bezerra Nieto, vecinos de Fronteras (Sonora). Nieto por la rama paterna de Antonio de Anza (farmacéutico) y Lucía de Sasoeta de Hernani, nativos de Guipúzcoa (España). Nieto por la rama materna del Capitán del ejército colonial español Antonio Bezerra Nieto y Gregoria Gómez de Silva, vecinos de Janos (Chihuahua), (México).

Su padre murió en una confrontación con indios apaches en el desierto de Sonora cuando tenía alrededor de tres años de edad.
Es necesario anotar que cuando se menciona Sonora se refiere a la provincia del virreinato que abarcaba en su mayor parte los actuales estados de Sonora (México) y Arizona (Estados Unidos de América).


Se alistó en la milicia española en diciembre de 1751 en San Ignacio (Sonora), en donde sirvió como cadete de caballería en la custodia de los presidios (fortificaciones) bajo la tutela de su cuñado Gabriel de Vildósola, en Fronteras (Sonora). En 1756 alcanzó el grado de teniente de caballería en la misma población.
Ascendió a Capitán en el presidio de Tubac (Arizona) en diciembre de 1759. Recibió reconocimientos en la lucha contra los indios apaches en el norte de Sonora (hoy Arizona) y seris en el sur de Sonora, entre bolas.


Para 1770 la Corona Española había estado por más de 200 años en el Nuevo Mundo. Su extenso imperio incluía desde lo que hoy es el oeste de Estados Unidos, incluida Florida, hasta las islas Filipinas, pero todavía necesitaba asegurar sus posesiones de la costa del Pacífico norte frente a las expediciones rusas e inglesas. La expedición dirigida en 1770 por Gaspar de Portolá únicamente fundó colonias pequeñas en la Alta California.

Ya hacia 1773 había dos presidios (fortificaciones) y cinco misiones. Sin embargo, la población española no iba más allá de 70 personas. Colonizar y abastecer a la Alta California era tarea difícil y el viaje muy largo, pues tenían que partir desde San Blas (Nayarit) en navíos pequeños que no soportaban mucha carga. La travesía por la Baja California era muy larga, peligrosa y difícil de transitar. Para colonizar y asegurar la Alta California, la Corona Española necesitaba una ruta más accesible, una ruta terrestre que partiera de Sonora.

En 1774 el Capitán Juan Bautista de Anza solicitó al Virrey de la Nueva España comandar una expedición a la Alta California costeada por él mismo, llevando una buena cantidad de colonos y ganado vacuno. En 1775 el Virrey autorizó al Capitán de Anza a efectuar el viaje para colonizar y defender el puerto de San Francisco (California) de piratas ingleses y colonos rusos (una parte de Rusia colinda con Alaska). Con la autorización en mano, de Anza se dedicó a reclutar voluntarios en la población de Culiacán Sinaloa. En el presidio de San Miguel de Horcasitas, capital provincial de Sonora, de Anza eligió como teniente de la expedición a José Joaquín Moraga, y el fraile franciscano Pedro Font fue escogido como capellán por su habilidad para fijar las coordenadas.

El punto final de reunión fue Tubac (Arizona), población que había sido atacada tres semanas antes del arribo de la expedición por los apaches, que se llevaron consigo los más de 500 caballos que se habían reunido para apoyar el viaje.

Más de 240 personas salieron de Tubac (Arizona) el 23 de octubre de 1775, siguieron el cauce del río Santa Cruz hasta su unión con el río Gila, continuaron por las orillas de éste hasta encontrar el río Colorado. Allí les ayudaron a cruzar el caudaloso río el jefe de los indios yuma y su tribu, a quienes había tratado Juan Bautista de Anza en un viaje efectuado el año anterior.

El viaje se hizo más difícil según avanzaban entre colinas y desiertos del sudoeste de California. Con fines prácticos de Anza dividió la expedición en tres grupos, que viajaban a un día de distancia uno de otro para permitir que se llenaran los ojos de agua.

Se reorganizaron cerca de lo que hoy en día es el Parque Estatal del Desierto Anza-Borrego, y llegaron a la misión de San Gabriel el 4 de enero de 1776. Desde ahí viajaron por caminos conocidos bordeando la costa de California, visitaron la misión de San Luis Obispo y la misión de San Antonio de Padua, llegando a Monterrey a la misión de San Carlos Borromeo el 10 de marzo del mismo año. La expedición llegó a feliz término con tres expedicionarios más de los que habían salido de Tubac (Arizona): durante el viaje nacieron tres californianos y hubo que lamentar la pérdida de una mujer que murió al parir, pero la criatura sobrevivió.

Exploró la Bahía de San Francisco para ubicar los lugares donde se fundarían un presidio (fortificación) y una misión. El 14 de abril de 1776 partió de Anza para San Diego (California), y de regreso a casa recibió el nombramiento de Gobernador de la Provincia de Nuevo México (abarcaba parte de los estados de Chihuahua (México) y Nuevo México (Estados Unidos), puesto que desempeñó entre 1777 y 1778.

Su legado

Juan Bautista de Anza abrió una ruta que posibilitó la colonización europea de la Alta California. Los soldados y familias que escoltó desde el desierto de Sonora a la Alta California llevaron el idioma español, las costumbres, la religión cristiana, y la cultura española a esa parte del mundo. La mayoría de los miembros de su expedición habían ya nacido en América, en tierras de la Nueva España, y había entre ellos personas de sangre europea, indígena y descendientes de mulatos y mestizos.

Entre los soldados que acompañaron a de Anza iba José María Pico, quien sería padre de Pío de Jesús Pico (último Gobernador mexicano de la Alta California) y abogado defensor del indio "Nazario" en el primer caso de envenenamiento documentado en California y que, presuntamente, acabó con la vida en 1812 del franciscano extremeño José Pedro Panto.
Su muerte

Juan Bautista de Anza murió repentinamente en su casa de Arizpe (Sonora) el 19 de diciembre de 1788. Fue sepultado en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Arizpe (Sonora, México).
En 1963 sus restos fueron desenterrados y vueltos a sepultar en un mausoleo de mármol con la presencia y participación de delegaciones de la Universidad de San Francisco y la Ciudad de San Francisco.




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Escultura ecuestre de Juan Bautista de Anza.





En el Estado norteamericano de Colorado existen unas montañas bautizadas Greenhorn (Cuerno Verde) en recuerdo de un indio que se llamaba así. Era un caudillo comanche que, a finales del siglo XVIII, cuando reinaba Carlos III, atacó los asentamientos españoles de aquellas tierras y se convirtió en el azote de la Corona. Murió luchando contra el criollo de origen guipuzcoano Juan Bautista de Anza, un oficial que en 1779 reunió un ejército con un propósito de localizar al indio y acabar con él, según relata Ángel Martínez Salazar en el libro ‘Geografía de la memoria’.


Cuerno Verde y Anza (1736-1788) son dos personajes de frontera no muy distintos de los que un siglo más tarde poblaron el Oeste de las películas de Hollywood. El primero se convirtió en jefe de su tribu después de que los españoles mataran a su padre en uno de sus encontronazos con los comanches. Era orgulloso y temerario, y en el combate, a la grupa de su caballo, retaba a sus enemigos a que lo atacasen. El segundo, nacido en Fronteras (Estado mexicano de Sonora), era un explorador curtido en el contacto y las luchas contra las etnias del suroeste de Estados Unidos. Su padre era un militar y hacendado de Hernani que también se llamaba Juan Bautista y que murió en un enfrentamiento con los apaches en el desierto de Sonora en 1740.


Anza hijo tenía entonces 3 años. Heredó el espíritu aventurero de la familia y llevó diarios de sus viajes. Su prestigio se forjó en 1775-1776, cuando exploró la ruta terrestre entre México y la Alta California y estableció un asentamiento en la bahía San Francisco. Hasta aquellos parajes condujo una caravana que recorrió dos mil kilómetros desde el presidio (plaza defensiva) de Tubac, en la actual Arizona. La expedición la formaban decenas de soldados acompañados por sus familias, con el fraile catalán Pedro Font como capellán, un religioso escogido por su destreza para calcular latitudes.
Los colonos avanzaron durante casi seis meses, acarreando mil cabezas de ganado y el arpa del líder de la expedición. Cuando pasaron por la confluencia de los ríos Gila y Colorado, fueron acogidos en el poblado del cacique Olleyquotequiebe, un jefe de la etnia yuma. Más adelante se enfrentaron a una tormenta de nieve y a un terremoto. Tres niños nacieron durante el viaje, y una de las madres murió en el parto. Al llegar a su destino, los recibió fray Junípero Serra.


En 1779, con el grado de teniente coronel, Juan Bautista Anza recibió la misión que le enfrentó a Cuerno Verde. Fue nombrado gobernador de Nuevo México y se propuso dejar expeditas las comunicaciones entre Santa Fe, capital de ese territorio, y las regiones situadas al oeste; una franja que discurre a ambos lados de la actual frontera de México y Estados Unidos, y que estaba amenazada por los indios. Apaches, comanches, navajos... Eran tribus que se resistían a la dominación colonial y se dedicaban a robar caballos, al pillaje y a comerciar con el botín. Frenarlas era difícil porque los ranchos estaban aislados y desguarnecidos, de modo que lo mejor era concentrar a los colonos en presidios que formaran una red defensiva.


Al comandante general Teodoro Croix se le ocurrió combinar esa estrategia con expediciones punitivas contra los caciques díscolos. Juan Bautista de Anza comprobó en el camino a Santa Fe los daños causados por los comanches, que después de sus ataques buscaban refugio más allá de la frontera de Nuevo México, en Colorado. Era un avispero conocido como la Comanchería, al que se llegaba atravesando tierras peligrosas en las que los españoles y sus aliados, los indios pueblo, estaban en guerra permanente con los comanches y los ute; aunque ambas tribus también guerreaban entre ellas, y los segundos eventualmente podían unirse a los españoles.


Anza reunió a los colonos y a los indios afectos y planeó una incursión hasta la Comanchería para asestar un golpe definitivo a los rebeldes. En agosto de 1779, reclutó un centenar de soldados de Santa Fe, doscientos voluntarios y más de doscientos indios, a los que se unieron en el trayecto tropas procedentes de Sonora y un puñado de guerreros utes y apaches. A estos últimos se les prometió que el botín se repartiría entre todos por igual.


Aquel abigarrado ejército llegó a los confines del ‘camino real’, ruta que comunicaba Nueva España con Nuevo México, y acampó en un poblado lamado Ojo Caliente, un lugar donde treinta familias de granjeros subsistían a merced de los indios, dispersas en un área de quince kilómetros. Por delante de los soldados, Anza envió exploradores para seguir el rastro de los comanches. A medida que se adentraba en su territorio, ordenó cabalgar de noche para ocultar el polvo levantado por las monturas, y también prohibió encender fogatas. Cerca de un paraje conocido como Las Perdidas, la nieve y la niebla obligaron a hacer un alto, y la tropa lo aprovechó para cazar medio centenar de búfalos.


El enfrentamiento


El primer encuentro con los comanches se produjo en septiembre. Anza dispuso a sus hombres en formación de guerrilla, y los guerreros y sus familias huyeron a caballo. Los españoles mataron a dieciocho enemigos e hicieron treinta prisioneros entre las mujeres y los niños, quedándose con quinientos caballos. Los cautivos contaron que Cuerno Verde había convocado a las tribus a la vuelta de una correría por Nuevo México, una ocasión perfecta para sorprenderlo. Los perseguidores decidieron dividirse, de modo que Anza se concentraría en el jefe indio mientras que sus aliados ute combatirían a las demás bandas.


El militar alcanzó a su enemigo en una cañada cercana al río Arkansas y le tendió una trampa. Primero lo persiguió, luego le hizo creer que desistía y finalmente lo atrapó junto a un pantano, donde, a lomos de un caballo brioso, el indio gesticulaba para que le atacaran.


El 3 de septiembre, con apenas cincuenta hombres a su lado, Cuerno Verde se parapetó con los caballos y se batió pie a tierra contra seiscientos enemigos. “Una tan vizarra quanto gloriosa defensa”, escribió Anza más tarde. Murieron el cabecilla comanche, su hijo primogénito, otros cuatro jefes, diez guerreros y un hechicero que le había convencido de que era inmortal. Estaba tan pagado de sí mismo que ni siquiera cargó su mosquete, sino que ordenó a otro que lo hiciera en su lugar.

«Infiero que su muerte -agregó Anza- se la causó su propio arrojo, valor o desprecio, que quiso hacer de nuestras gentes cevado de las muchas ventajas que siempre había conseguido sobre ellas por los desórdenes que siempre se han gobernado en la guerra».


Los españoles odiaban a Cuerno Verde porque había asesinado a sangre fría a cientos de prisioneros. Atribuían esa crueldad a la ira que le produjo la muerte de su padre por las tropas españolas. Su perseguidor, que también había perdido a su padre cuatro décadas antes a manos de los apaches, bautizó el lugar de la victoria como Los Dolores de María Santísima (en las montañas Greenhorn).


Después de aquel combate, los españoles trataron de unir a las tribus comanches e invitaron a las comunidades ute a reconciliarse con ellas. Relata Ángel Martínez Salazar en su libro ‘Geografía de la memoria’: "Durante horas (los ute) se negaron, enojados como estaban, a fumar (la pipa de la paz) con Anza, e incluso a aceptar sus regalos". Sin embargo, el criollo de origen guipuzcoano los persuadió.Y prohibió a los colonos entrar en territorio indio.
 
Angel Sanz Briz, Eduardo Propper de Callejón, José Ruiz Santaella y su esposa Carmen Schrader, Santiago Romero, Julio Palencia y José de Rojas... Son algunos de los nombres de los diplomáticos que demostraron su rebeldía durante el Holocausto y consiguieron salvar a miles de judíos del exterminio nazi. No representaban a nadie. Lo hicieron a título personal y su historia se cuenta en "Visados para la libertad. Diplomáticos españoles ante el Holocausto".


Son los Oskar Schindler españoles, que se sirvieron de sus posiciones diplomáticas en los países ocupados por los nazis para hacer lo mismo que ese personaje inmortalizado en el cine por Steven Spielberg.


Estos "hermanos españoles" del conocido Schindler ayudaron desde los países en los que ejercían su diplomacia (Rumanía, Grecia, Francia, Bulgaria, Francia y Hungría, entre otros países) a miles de judíos que en aquellos críticos años iban camino de los campos de concentración y exterminio. Ante la barbarie del III Reich, prefirieron no mirar hacia otro lado como el oficialismo del Gobierno del General Franco.


"La política de España ante el Holocausto tiene algunas luces y también más de una sombra", señala uno de los paneles informativos de esta muestra. "Luces en la concesión de visados de tránsito que permitieron la huida por España a miles de refugiados judíos. Sombras porque, salvo en Budapest, sólo se ofreció protección a los que eran nacionales españoles y, a la hora de la verdad, no se pidió de forma explícita que fueran eximidos de los decretos nazis", añade este mismo panel.


Aunque algunos cónsules y representantes diplomáticos sí exigieron que los sefardíes con nacionalidad española no fueran incluidos en el plan genocida, en otros casos consiguieron también proteger y salvar a judíos no españoles.


Fue el caso de Angel Sanz Briz, encargado de Negocios de España en Budapest en 1943 y 1944, a quien se le atribuye la salvación de 5.200 judíos, hecho que le valió el sobrenombre de "El Angel de Budapest".


Su nieta, Sol Andrada-Valderwilde Sanz-Briz, que ha asistido a la apertura de esta exposición acompañada por la directora de Casa Mediterráneo, Almudena Muñoz, ha explicado a EFE que su abuelo "recorría aquellos trenes" repletos de judíos diciendo: "El que sepa una palabra en español lo bajo del tren".


"Con un simple hola, bastaba. Mi abuelo comunicaba a los nazis que esos eran españoles y los bajaba", ha dicho Andrada-Valderwilde. "Se murió -1980- sin tener un reconocimiento", ha afirmado hoy su nieta, quien, no obstante, ha apuntado que su padre tampoco lo buscó.
Sanz Briz, al igual que otros diplomáticos, fue distinguido, a título póstumo, con el título de "Justo entre las Naciones", que la Autoridad para la Memoria de los Mártires y los Héroes del Holocausto otorga a los no judíos que de forma desinteresada se arriesgaron para ayudar a los judíos perseguidos.


Además de salvar la vida a miles de judíos -la mayoría de ellos húngaros- a través de la concesión de pasaportes y expedición de cartas de protección, Sanz Briz destinó todo su patrimonio a crear una red de casas donde poder acoger a estas personas.


Tal era el número de judíos que había protegido, que hasta familias enteras vivían en el cuarto de baño de estas viviendas, según ha relatado su nieta. "A pesar de aquellas lamentables condiciones, los descendientes de esas personas nos han trasladado su agradecimiento por el hecho de haber salvado vidas", ha continuado.


Después de la guerra, muchos de esos judíos que lograron salvarse emigraron a las más diferentes partes del mundo, como América Latina (Argentina y Uruguay) o Australia. El director de la Casa Sefarad-Israel, Miguel De Lucas, ha dicho en conferencia de prensa que la postura oficial del Gobierno de Franco fue de "silencio administrativo". "Consintió -en alusión a lo que hacían estos diplomáticos-, pero miraba hacia otro lado", ha añadido.


De hecho, según ha expuesto, los nazis pedían a los diplomáticos españoles que repatriaran a sus judíos refugiados, "pero Madrid apenas repatrió".
 
[FONT=&quot]Es por todos conocida la historia de Oskar Schindler, ese alemán que con su fábrica salvó a unos 1.200 judíos del conocido ‘holocausto nazi’. La excelente película de Spielberg (La lista de Schindler, 1993) es la responsable de que la gran masa conozca este hecho tan importante. Pero hubo más personas, muchas más personas, hoy todavía desconocidas, que arriesgaron sus vidas para ayudar a los más desfavorecidos en aquella época, cuando lo fácil hubiera sido abandonarlos a su suerte. Una de ellas fue el diplomático español Ángel Sanz Briz, que, con la ayuda del también diplomático italiano Giorgio Perlasca e inspirado por Miguel Ángel de Muguiro, Raoul Wallenberg, Ángelo Rota y Carl Lutz, consiguió salvar más de 5.000 vidas. Sanz Briz, siendo embajador de España en Hungría durante la ocupación de este país por las tropas alemanas, logró evitar que miles de judíos terminaran en los campos de concentración nazis. Para lograr tal fin, tuvo que emplear altas dosis de perspicacia, riesgo personal y valentía. El escenario de toda la acción fue la capital húngara, Budapest, poco antes de que el régimen nazi se decidiese por la ‘solución final’, en los últimos años de la II Guerra Mundial, guerra en la cual España se mantuvo como no beligerante. [/FONT]
[FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] Primeros pasos[/FONT] [FONT=&quot]Ángel Sanz Briz nació en Zaragoza el 28 de Septiembre de 1910. Procedente de una familia de comerciantes y militares, después de estudiar Derecho, ingresó en la Escuela Diplomática en 1943. Al comenzar la Guerra Civil española, se alistó voluntariamente en las filas de las tropas franquistas como conductor de camiones del Cuerpo del Ejército Marroquí y, una vez finalizada la contienda, obtuvo su primer destino diplomático como Encargado de Negocios en El Cairo (Egipto).

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[TD="width: 33%, bgcolor: #F2F2FF"] [FONT=&quot]Raoul Wallenberg, embajador de Suecia en Hungría.

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[FONT=&quot]En 1942 abandona El Cairo y es destinado a la legación húngara, donde acudió recién casado con Adela Quijano. Pero por ese tiempo, a las puertas del país centroeuropeo a que había sido destinado, se libraba la II Guerra Mundial. Poco duró la serenidad y la vida de Sanz Briz cambió completamente. Las barbaridades que estaban llevando a cabo los nazis contra la indefensa población de etnia judía impidieron que Sanz Briz pudiese ejercer su gestión de manera tranquila. El zaragozano no pudo mirar hacia otro lado y comportarse como un espectador indiferente ante aquel terrible espectáculo. [/FONT] [FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] La invasión de Hungría[/FONT] [FONT=&quot]En marzo de 1944, la guerra estaba perdida para el Tercer Reich. Los tropas rusas avanzaban decididas por el Este y, al otro lado del canal de La Mancha, se ultimaban los preparativos para un desembarco de los aliados en Normandía.

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[FONT=&quot]Ante tal situación, Hitler, temiendo perder el control de su influencia por el Este, decide la ocupación militar absoluta de Hungría, hasta entonces aliada del Eje, y, tras la invasión, el propio Adolf Eichmann se traslada al país para supervisar los planes de exterminio de la comunidad judía.

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[FONT=&quot]En junio de 1944, los ejércitos aliados inician sus bombardeos sobre la ciudad y las embajadas de los distintos países comenzaron a abandonar la capital del país. Sanz Briz no abandona su destino y permanece en Budapest, ya que España era un país neutral (pero afín a los alemanes) y había que defender los intereses de los ciudadanos españoles.

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[FONT=&quot]Las deportaciones de judíos húngaros a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau, tras implantar el Reich las leyes antisemitas, no tardaron en llegar. Los judíos son perseguidos, obligados a registrase y a coserse en la ropa la estrella de David como señal distintiva, para después ser enviados en trenes hasta los campos de concentración, de los que la gran mayoría no saldría. Sanz Briz fue testigo de cómo los judíos desaparecían o eran asesinados. Pero no se quedó quieto ante la barbarie de las temidas SS. El zaragozano puso en marcha su ingenio y temple diplomático para salvar a todos aquellos que pudiese.[/FONT] [FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] La puesta en marcha. Colaboradores

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[FONT=&quot]Desde la legación española, Sanz Briz envía al Gobierno de Madrid la petición de ayuda para frenar las crueldades nazis. No se recibió respuesta, aunque en la capital española se sabían de antemano las intenciones de Hitler en Hungría. Miguel Ángel de Muguiro, encargado de Negocios en la legación española de Budapest, escribe a Madrid escandalizado ante la situación.

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[TD="width: 33%, bgcolor: #F2F2FF"] [FONT=&quot]Giorgio Perlasca, el italiano que colaboró desde el comienzo con Sanz Briz y que luego continuaría su labor.[/FONT]
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[FONT=&quot]Un año antes, el secretario de la Embajada española en Berlín, Federico Olivar, había escrito al Ministerio de Asuntos Exteriores pidiendo autorización para ayudar a los judíos del exterminio de que estaban siendo objeto por parte del III Reich. Con una pericia inusitada, el también diplomático español Miguel Ángel de Muguiro, titular de la Embajada española en Budapest, en connivencia con Olivar, rescata un viejo decreto promulgado por la Dictadura de Primo de Rivera en 1924 que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos (descendientes de judíos que vivieron en España hasta 1492). Lo que no sabían los alemanes era que la Ley había sido derogada por la II República en 1931. De esta manera, en un primer arrojo de gallardía, consiguen visados españoles y enviar a Tánger un cargamento de 500 niños, destinados a la cámara de gas en Polonia.

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[FONT=&quot]Pero el gesto de Muguiro despertó el recelo de los nazis y los húngaros, quienes presentan una hoja de protesta ante su superior en Madrid a fin de que cese en su puesto en la Embajada. Madrid no tiene más remedio que deponer a Muguiro y deja la titularidad de la legación en manos de su secretario, Sanz Briz, quien se convierte así en el responsable principal de la embajada española en Budapest. No sabían húngaros y alemanes que el nuevo embajador estaba metido en el ajo del salvamento de judíos.

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[FONT=&quot]Junto a Giorgio Perlasca, un italiano que había luchado en la Guerra Civil, perfecciona la idea de Muguiro. Había que hacer lo mismo, pero sin levantar sospechas, lo cual exigía una nueva y mejor planificación. Puestos de acuerdo, entran en escena. Perlasca simula su nacionalización española, a cuyo efecto cambia su nombre por el de Jorge para hacerlo todo más creíble, y es contratado en la Embajada.

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[FONT=&quot]Mientras están pergeñando su estrategia liberadora, Sanz Briz colabora, entre otros, con el embajador sueco Raoul Wallenberg. Este diplomático sueco había logrado convencer al Ministerio de Asuntos Exteriores de su país para que lo enviasen a Budapest con una misión clara: salvar judíos. A Wallenberg se le atribuye la vida de unos 40.000 judíos húngaros. Sanz Briz cooperó también con el Nuncio Apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que atendían una red clandestina de salvamento. Lutz había creado unos salvoconductos llamados “schutzbriefe”, unos suerte de visados de protección que, entre los judíos, tomó el nombre de “certificados de vida”. Éste fue el modelo que inspiró al zaragozano.

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[FONT=&quot]Sanz Briz dio un nuevo paso y envía al gobernador nazi Adolf Eichmann una carta rindiéndole cortesías, a la que adjuntaba una sustanciosa donación económica para garantizar el respeto a los españoles por parte de las SS (fuerzas nazis de represión). Los nazis desconocían el número exacto de sefardíes; no obstante, tras previo pago y suponiendo que se trataba de pocos, estarían dispuestos a ceder. Como resultas de una astuta y bien urdida gestión negociadora, la Embajada española obtiene 200 salvoconductos sólo para sefardíes. Pero arriesgando su propia vida, y poniendo en práctica tetra que asombra por su genialidad, Sanz Briz logra conceder estos visados a 5.200 judíos, auque de éstos, sólo 200 tenían raíces españolas.

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[FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] El ingenio de Sanz Briz

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[TD="width: 33%, bgcolor: #F2F2FF"] Sello conmemorativo del diplomático ex-pedido en España.
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[FONT=&quot]Ahí llegó la picaresca española. ¿Cómo con 200 salvoconductos[/FONT][FONT=&quot], cada uno de ellos válido para un solo titular, [/FONT] [FONT=&quot]se pueden salvar a más de 5.000 personas? El propio Sanz Briz explicó años más tarde que los 200 documentos que le habían sido concedidos los convirtió en una suerte de visados familiares; por tanto, válidos para 200 familias. Además, la numeración de los documentos cedidos por los nazis se descompuso en muchísimas series, cada una diferenciada con las letras del alfabeto; es decir, además de que cada documento era para 4 ó 5 personas, cada número estaba compuesto de series: 134-A, 134-B, 134-C, 134-D... De esta manera, las 200 familias se multiplicaron indefinidamente. Sólo había que tener suma precaución en no expedir un documento que llevase el número superior al 200.

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[FONT=&quot]Un ejemplo de salvoconducto es el siguiente:[/FONT] [FONT=&quot] “Certifico que Mor Mannheim, nacido en 1907, residente en Budapest, calle de Katona Jozsef, 41, ha solicitado, a través de sus parientes en España, la adquisición de la nacionalidad española. La legación de España ha sido autorizada a extenderle un visado de entrada en España antes de que se concluyan los trámites que dicha solicitud debe seguir.”

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[FONT=&quot]Y como se ha referido unas líneas precedentes, los salvoconductos se expidieron a más de 5.000 judíos, muchos de los cuales no tenían nada que ver con descendientes de sefardíes.

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[FONT=&quot]Dada la situación de persecución generalizada que reinaba en el país, sólo faltaba resguardarlos de las garras de las SS. Mientras las autoridades húngaras tramitaban los salvoconductos, Sanz Briz, con su propio dinero, alquiló inmuebles para cobijar a sus españoles, alimentarlos y proporcionales atención médica. Los refugiados sólo podían salir a la calle un rato por la mañana. Por seguridad, hizo poner en las puertas y fachas de estos edificios un cartel: “Anejo a la Legación de España. Edificio extraterritorial”, por tanto, territorio extranjero. Allí, permanecerían hasta que Sanz Briz consiguiera un medio de transporte hacia Suiza, España o cualquier otro país donde estuvieran a salvo.

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[FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] El final de la guerra y la vuelta a España

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[FONT=&quot]A finales de 1944, la caída de Budapest en manos del Ejército Rojo parece inminente. Como la España franquista no mantenía relaciones diplomáticas con la URSS, Sanz Briz recibe la orden de abandonar la capital y trasladarse a Suiza. Previamente, el español dejó toda la infraestructura que había organizado en manos de sus colaboradores, entre los que hay que destacar a Giorgio Perlasca, quien, declarando ser cónsul español en Budapest, continuó su labor utilizando documentos de identidad españoles falsificados por él mismo. De esta manera, se consiguió mantener a salvo a los judíos hasta el 16 de enero de 1945, fecha en que los soviéticos entran en Budapest. La entrada soviética liberó de la represión a los judíos húngaros.

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[TD="width: 33%, bgcolor: #F2F2FF"] [FONT=&quot]El Ayuntamiento de Madrid colocó esta placa en el portal de su casa de la calle Velázquez esta placa, en memoria del gesto humanitario del diplomático español.

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[FONT=&quot]De regreso a España, el aragonés no recibió ninguna felicitación ni censura por su labor, aunque como buen cristiano, no esperaba nada a cambio: lo importante era salvar vidas y eso lo había logrado, cosa que se demuestra en las palabras de su hija, Adela Sanz-Briz, durante el homenaje concedido al diplomático por el Ministerio de Exteriores el 27 de octubre de 2008: “A lo largo de su carrera, mi padre siempre nos decía: lo que tuve el privilegio de hacer en Budapest es lo más importante que he hecho en mi vida”.

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[FONT=&quot]Entre 1946 y 1960 estuvo al frente de varias embajadas, legaciones y consulados, entre ellas, la de Lima, Berna, Vaticano y Bayona. En 1960, fue nombrado embajador en Guatemala, donde recibió la Gran Cruz de la Orden del Quetzal. En 1962, fue destinado a Estados Unidos, donde continuó su carrera diplomática en San Francisco y Washington y desempeñó el cargo de cónsul general en Nueva York. En 1964, fue embajador en Perú, país que le otorgó la Gran Cruz de la Orden del Sol. Años más tarde, en la Embajada de Holanda, le concedieron la Gran Cruz de la Orden de Orange-Nassau. A continuación, pasó unos años en Bélgica, y en 1973 se estableció en China, siendo el primer embajador español en Pekín, ante el régimen de Mao Tse-Thung. Su último destino fue el Vaticano, en 1976, como embajador de España ante la Santa Sede, donde le concedieron la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno.[/FONT] [FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] Fallecimiento de Sanz Briz

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[FONT=&quot]Durante su estancia en Roma, Ángel Sanz Briz fallece el 11 de junio de 1980. No era muy mayor. Le faltaban unos meses para cumplir sus 70 años. Con su muerte desaparecía un buen hombre, pero su huella por el mundo permanecería para siempre en la Historia de la Humanidad. Los sefarditas, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de “Ángel de Budapest”, resumiendo así lo que ellos decían con frecuencia: “¡El si llamava angel y bivio como un angel! ¡Que alma bendicha! (Él se llamaba Ángel y vivió como un ángel ¡Qué alma más bendita!).

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[FONT=&quot] Los judíos en España[/FONT][FONT=&quot] es el título de un interesante libro publicado en 1973, donde el propio Sanz Briz relata a Federico Ysart las circunstancias mediante las cuales pudo salvar a tantos judíos.[/FONT] [FONT=&quot] [/FONT] [FONT=&quot] Reconocimientos y distinciones

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[FONT=&quot]En 1991, los herederos de Ángel Sanz Briz recibieron el título de “Justo entre las Naciones” de manos del Museo del Holocausto Yad Vashem, de Israel, y reconoció su benefactora y desinteresada acción, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto junto a otros héroes, como el sueco Wallenberg y el alemán Schindler. En este museo se honra la memoria de seis millones de judíos europeos que fueron asesinados por el régimen nazi y sus colaboradores durante el III Reich. Tres años más tarde, el Gobierno del país escenario de toda la acción de Sanz Briz, le concedió, a título póstumo, la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara. Por otra parte, en 1995, el Gobierno húngaro, con motivo del 50.º aniversario del Holocausto, colocó una placa en uno de los edificios que sirvieron de albergues y refugio a los judíos, frente al parque de San Esteban de Budapest.

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[FONT=&quot]En España, Ángel Sanz Briz fue el primer diplomático español que apareció en un sello de correos y el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en su memoria en el portal de su casa de la calle Velázquez, que reza lo que sigue: “En esta casa vivió el embajador de España Ángel Sanz Briz, que salvó del Holocausto a miles de seres humanos en Budapest en el año 1944. Ayuntamiento de Madrid, 1996”. Fue distinguido con diferentes medallas y condecoraciones, entre ellas con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, Comendador y Caballero de la Orden de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Carlos III.

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[FONT=&quot]De igual manera, no fueron pocos los países que reconocieron sus méritos en defensa de los perseguidos. Así, entre otras distinciones, le fue concedida la Gran Cruz de Bélgica y la Gran Cruz de la Orden Pro Mérito Melitensi de Malta, y fue nombrado Comendador de la Corona de Italia y Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia.

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[FONT=&quot]Por fin, en el Talmud puede leerse una frase que define la humanidad de nuestro compatriota: “Quien salva la vida de un hombre, salva al mundo entero”.[/FONT]

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[TD="width: 99%, bgcolor: #F2F2FF, colspan: 3"] Copias de salvoconductos expedidos por el diplomático español: el de la izquierda, para una familia de 2 miembros y el de la derecha, para otra de 3.
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Que pajote con este hilo oiga.
Ahora que esta tocando la segunda guerra mundial también hay que acordarse de los españoles que participaron en ella, ya sea en el frente del este con la división azul, como en Africa del norte, Noruega o Francia encuadrados en la legión extranjera francesa o formando unidades propias dentro del ejercito francés libre, mención especial para los liberadores de París.
 
socarrat rebuznó:
Que pajote con este hilo oiga.
Ahora que esta tocando la segunda guerra mundial también hay que acordarse de los españoles que participaron en ella, ya sea en el frente del este con la división azul, como en Africa del norte, Noruega o Francia encuadrados en la legión extranjera francesa o formando unidades propias dentro del ejercito francés libre, mención especial para los liberadores de París.

Coño, menos mal que alguien comenta y dice que lo lee. Estaba pensando que no lo leia nadie.
 
Lo de la gente que cuando acabó la guerra civil española cruzó los pirineos para seguir guerreando en la segunda guerra mundial me parece que es de tener los huevos gordos como dos cabezas de enano.Un fulano de esos que comenzará la guerra en el 36 y que después liberara París se tiraría la friolera de casi una década guerreando talibán style.

Respect.
 
Loscojones rebuznó:
Lo de la gente que cuando acabó la guerra civil española cruzó los pirineos para seguir guerreando en la segunda guerra mundial me parece que es de tener los huevos gordos como dos cabezas de enano.Un fulano de esos que comenzará la guerra en el 36 y que después liberara París se tiraría la friolera de casi una década guerreando talibán style.

Respect.


Esto lo manifiestan muy bien en varias peliculas, en la que mejor lo hacen es "En tierra hostil".

En resumen, hay gente que le gusta vaguear, otra que le gusta estudiar y conocer, a otros les gusta ingeniar soluciones para la vida diaria... y hay gente que lo que le gusta es la guerra y punto.
 
Sólo he leído un par de historias, pero muy chulo el hilo.
 
Moporday rebuznó:
Sólo he leído un par de historias, pero muy chulo el hilo.

Yo me lei la de los daneses, porque es asi como mas cercana, lo intente con el resto, pero segun empezaba a leer empezaba a oir voces "Chico que haces, que estas estudiando historia" y claro, me venia abajo.
 
Loscojones rebuznó:
Lo de la gente que cuando acabó la guerra civil española cruzó los pirineos para seguir guerreando en la segunda guerra mundial me parece que es de tener los huevos gordos como dos cabezas de enano.Un fulano de esos que comenzará la guerra en el 36 y que después liberara París se tiraría la friolera de casi una década guerreando talibán style.

Respect.

Hubo españoles que después de eso estuvieron luchando con los franceses en indochina y después en argelia. Voy a buscar datos que hubo inp muy conocido. Empezar en el 36 y terminar en el cincuenta y pico

Enviado mediante señales de humo
 
curro jimenez rebuznó:
Hubo españoles que después de eso estuvieron luchando con los franceses en indochina y después en argelia. Voy a buscar datos que hubo inp muy conocido. Empezar en el 36 y terminar en el cincuenta y pico

Enviado mediante señales de humo
Es lo que comentaba, hay gente en el mundo que lo que le enrolla es la batalla y punto, lo principal no es ni porque luchan ni donde ni en nombre de quien, simplemente les gustan unas sensaciones que solo pueden obtener en esos escenarios.

"Que es lo mejor de la vida: La extensa estepa, un caballo rapido, halcones en tu puño y el viento en tu cabello.

-MAL, Conan, que es lo mejor de la vida?

- Aplastar enemigos, verles destrozados y oir el lamento de sus mujeres."
 
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