En efecto, muy acertados los posts de saca-al-tarado e ILG. La mujer que se jacta de ser sincera o que detesta la mentira suele ser más falsa que la risa de la Gemio. También la que acusa a las demás de ser unas guarras o una lagartas suele ser una ninfómana sin escrúpulos que le levantará el novio a su mejor amiga en cuanto se presente la ocasión. Estas paradojas de la psicología ya están sabiamente reflejadas en los dichos populares: "Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces." o "Cree el ladrón que todos son de su condición", refranes que se pueden reformular fácilmente, dando lugar a otras variantes: "Dime lo que más odias y te diré tu peor defecto" o "Dime de lo que me acusas y te diré cuál es tu delito". Como muchos sabrán, esto en psicología se conoce como proyección; un mecanismo de defensa que consiste en atribuir a los demás características o motivaciones propias que se consideran inaceptables. Si hasta Confucio se dio cuenta de ello, hace más de 2000 años, cuando dijo: "Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo".
Este mecanismo de proyección es omnipresente y se puede ver a diario en personas de todo pelaje y condición. Por ejemplo, de todos es conocida la tendencia que tienen las prostitutas a acusar a las demás mujeres de ser unas putas (aunque pensándolo bien, no van tan erradas). De manera similar, las mujeres promiscuas o ligeras de cascos son proclives a describirse a sí mismas con expresiones del estilo "yo soy muy decente" o "yo soy una SEÑORA". Estas frases se oían mucho en boca de las pelandruscas que merodeaban por la finca "Ambiciones" con el propósito de quedarse preñadas de Jezulín de Ubrique para obtener un vástago con la mejor genética de la España meridional (y los réditos económicos derivados).
Hablando de esto, recuerdo que cuando hacía trabajos de voluntariado en la prisión, era muy frecuente escuchar, en las conversaciones entre reclusos, comentarios del tipo: "Tú sabes que soy honrado, porque ante todo soy persona" o "En esta vida, lo más importante es la honradez". Y esto lo decía un andoba que a lo mejor había atracado una veintena de joyerías. También recuerdo que un día, al salir del recinto de la cárcel, cuando ya estaba en plena calle, me crucé con un yonki de aspecto desaliñado -que estaría de permiso o algo-, y en aquel momento se me cayó la mochila y el interfecto va y me dice: "Chaval, vigila la mochila que hay mucho buitre suelto por la calle".
En resumen; que no hay mejor alarma antirrobos que un delincuente, ni mejor detectora de putas que una prostituta, ni mejor bombero que un pirómano, ni mejor psiquiatra que un loco, ni mejor sexólogo que un adicto al sexo, ni mejor cirujano que un sádico. La vida es un baile de máscaras que consiste en ocultar nuestra verdadera naturaleza -instintiva, corrupta, salvaje, ruin- tras una fachada de virtud profesional y bonhomía civilizada.