Un arma que ya se pasa de fea, y entra en el terreno de lo friki: la granada número 74 o "bomba adhesiva" británica, concebida, producida en cantidades considerables pero por suerte no utilizada en los desesperados días de 1940:
Como su modo de empleo es cualquier cosa menos obvio, copio lo que dice Ian Hogg en su libro "Granadas y Morteros" (Con su típica ironía
British)
"Consistía en un frasco esférico de vidrio completamente lleno de nitroglicerina con un mango provisto de un percutor y una espoleta parecidos a los de las granadas Mills. La superficie exterior del frasco estaba forrada con un trozo de tela de punto cubierto por un adhesivo sorprendentemente tenaz del tipo de la liga para pájaros (blanca y seca, en la foto) y, rodeándolo todo, una envoltura de hojalata en dos semiesferas, con un muelle comprimido para separarlas al soltar una presilla. La finalidad de la envoltura de hojalata era evitar que la granada se pegase en todas partes y que secase la liga; por lo que vi tenía una especial preferencia por los pantalones de la gente.
El manejo de esta granada exigía algo más del término medio de valor personal. Desde luego podía ser lanzada, pero el procedimiento aceptado era el de colocarla. El intrépido usuario corría desde su escondite hasta el carro enemigo, confiando en el hecho de que una vez que uno se acerca lo bastante a un carro sus armas no pueden inclinarse lo suficiente para dispararle -por lo menos, esto es lo que dicen los libros; nunca estuvimos muy seguros de que los alemanes hubieran leído el mismo libro-. Por el camino quitaba el pasador de seguridad y empujaba la presilla que hacía desprenderse a las dos semiesferas y dejaba al descubierto la cubierta pegajosa. Al llegar al blanco, golpeaba firmemente la granada contra el blindaje, estrellando el frasco de vidrio y haciendo que el adhesivo uniese firmemente todo el revoltillo al carro. Después de soltar el mango, permitiendo que el percutor bajase e iniciase la espoleta, tenía cinco segundos para desaparecer antes del estallido."