Nos reunimos detrás de Pitis y avanzamos hacia el Monte de las Chutas. En cuanto se abrió el portal entramos a saco con mil basteros en formación, pero nos recibieron con el triple de efectivos y cedimos terreno rápidamente.
Además, tenían arcabuceros, y nos costó bastante abrirles la cabeza a palos; perdimos a la mitad de la soldadesca y no tuvimos más remedio que hacer un círculo y aguantar los embates. Cuando ya habíamos renunciado a la esperanza, sonaron trompetas desde el sur; llegaba el bachiller Fadrique con tropas de refresco, otros mil chavales reclutados en los pueblos que venían con los estandartes dando voces.
Creímos que la victoria era segura, pero el comandante enemigo tocó un cuerno negro y la fortaleza se vació; salieron bestias horrendas, se abrieron los ocho sellos y se hizo de noche entre vapores infectos.
Se quebró la moral, no nos esperábamos esa mierda y nos dieron bien. Pero la desesperación nos dio vida, y nos impusimos con trucos pecheros y cojonazos bien puestos.
Allí cayeron mi buen Quelquechose, el archiduque Tralla y Pituso el chico. Sólo salimos 74 de los que entramos; con la Batalla del Devuelto se dieron por acabados los Trabajos y se me invistió con devueltescos honores.