Dedicado a lanzs que sé que él me va a comprender:
No desconozco que las evidencias me acusan. Sé que estoy contra la corriente. Pero soy altruista y cuando cada noche hago examen de conciencia, una vocecita me llama egoista por no poner a disposición del mundo aquello que yo sé y que los demás no sólo desconocen, sino que denostan. Así que lo digo. El sexo, lo que se dice el sexo, lo que se llama el sexo, las mayores cimas de intensidad, profundidad y pasión, sólo se consiguen follando con una gorda.
Gente hay que las desprecia. Que las odia incluso, porque en su juventud todas las gordas de la clase se enamoraban de ellos. Puede ser terrible, en efecto, porque el estar a la altura sexual de una gorda no está al alcance de cualquiera, así que no digo de varias. Quizá esa frase sea ahora una muda, críptica protesta, lamento y justificación por una actual impotencia provocada por estar tendido en la cama, o en donde sea, junto a un cuerpo exuberante y jadeante que te pide más y más cuando tú has agotado tus últimas energías. No niego que ese peligro existe. Pero vale la pena correr el riesgo.
Hay gente que, llevada por la moda y las ideas preconcebidas, tuerce el gesto cuando ve a una gorda. Craso error. Lo primero que nos muestra el cuerpo de una gorda es que estamos ante una mujer a la que la gusta disfrutar (con la comida, por ejemplo) y que además no tiene inhibiciones en satisfacer sus apetitos. Quiere eso decir que si despertamos su apetito sexual y nos encuentra receptivos, o bien conseguimos nosotros despertárselo, o bien hacerle saber que nos lo despierta, el festín puede ser inolvidable.
Saltémonos la etapa del cortejo, porque cada cual tiene sus costumbres y es inútil por tanto establecer una norma general. Empecemos por el momento en que ambos cuerpos van a fundirse. El primer consejo que se debe dar es que se esté seguro de la propia preparación física. Una gorda no es una mujer manejable ante la que se pueda tomar la iniciativa. No. En muchas ocasiones, es más capaz de desplazar nuestro cuerpo que nosotros el suyo y no duda en hacerlo. Dado, además, la suavidad de la piel que vamos a tocar (aún en el caso de la existencia de celulitis) es conveniente que demos gran importancia al estado de nuestros brazos y manos, porque una de los primeros mandamientos es la importancia de las caricias: es convieniente empezar por prolongadas caricias a lo largo de todo el cuerpo. Para mi gusto, la mejor zona es la espalda, aunque a efectos psicológicos es conveniente también dedicar especial atención a las partes del cuerpo que ellas saben más criticadas por otros hombres y, sobre todo, mujeres: nalgas, vientre y muslos. En estos es conveniente ir subiendo nuestras caricias hasta el pubis, haciendo terminando acariciando con nuestros dedos la abertura exterior de la vagina. Los labios suelen estar a más profundidad que en el resto de mujeres al uso, pero a esto ya llegaremos.
De momento, sigamos con las caricias. Yo recomiento utilizar todo el cuerpo para ellas, de tal forma que mientras las manos se dedican a la parte frontal o dorsal, el resto del cuerpo acaricie la opuesta. Las gordas que yo he conocido son muy dadas a la frotación contínua y su grado de excitación aumenta en progresión geométrica con este tratamiento. Un servidor prefiere ponerse debajo y dejarlas a ella encima. Recuerdo lo de la preparación física, para sentir derramarse sobre tí toda su calidez.
El uso de la lengua es también muy recomendable. Lamer y chupar, incluso succionar, es una actividad sumamente importante durante todo el acto sexual. Las zonas especialmente indicadas para esto son los pechos, el cuello y las orejas. Es conveniente pedir la opinión de la pareja, pero por regla general es conveniente hacerlo con fuerza. Como normalmente la boca no suele dar de sí más que para un pecho y el tamaño de estos suele ser considerable, suele ser conveniente dedicar la boca alternativamente a los mismos mientras se prosigue con las caricias, desviando la lengua a intervalos hacia cuello e interior de las orejas. El aumento de la temperatura corporal suele ser instantáneo.
La preparación para la penetración suele ser más psíquica que física. La razón es que a estas alturas de excitación, combinado esto con el hecho de que parte de la grasa corporal suele acumularse en el pubis, la zona genital suele ya estar completamente empapada de fluidos propios. En ese sentido, suponiendo que tengamos un pene del tamaño adecuado (atención a este detalle), podemos proceder a la penetración sin mayor preparación. Esta penetración suele ser especialmente intensa porque si se hace sin abandonar la fase de caricias, sentiremos estar envueltos por una oleada de sexo y calor. Dado que tanto el clítoris como el interior de la vagina están a mayor profundidad que en los 'cuerpos danone' de moda suele ser aconsejable imprimir potencia y velocidad a nuestros movimientos, dirigiéndolos alternativamente hacia arriba y hacia el interior y procurando golpear nuestro pubis con el suyo. No es menos importante el hecho de que es conveniente que nuestra pareja una su movimiento al nuestro. Si consigue levantar nuestro pubis a golpe de sus caderas (lo que es bastante posible) nuestro movimiento de caída ganará inercia.
La fase de dilatación, hemos dicho, puede acortarse físicamente, porque normalmente este tipo de vaginas suele tener ya una dilatación natural instantánea. Sin embargo, a efectos psicológicos yo aconsejo no cortarse en el uso de la lengua, procurando profundizar lo más posible después, o alternativamente, de dedicar atención al clítoris. La temperatura púbica suele ser considerable.
El sexo anal suele ser en este caso más fácil, físicamente, que en el resto de los casos al uso. Es conveniente la lubricación y dilatación previa pero luego el ano queda rápidamente adaptado en cuanto a tamaño para posteriores coitos. Recomiendo para empezar la posición en la que la mujer esté echada sobre la cama, ligeramente de costado, para luego incorporarse. También es aconsejable echarse boca arriba para que luego ella se tienda sobre tí y, ya previamente dilatada y lubricada, se introduzca el pene.
Otras cosas, como uso de aparatos y demás, debe ser siempre tenido en cuenta pues si despiertan su interés es bastante probable que quiera darse satisfacción también de este modo. Y si ya está interesada, no vacilará en proponérnoslo.
De todas formas, un servidor está conforme con la actual sanción social hacia las gordas, porque nos permite a los conocedores disfrutar con más libertad de esta modalidad del sexo. Pero ante todo recordemos que la gorda no debe ser sólo vista como una masa de carne o una máquina de sexo (aunque sea esto último) sino fundamentalmente como mujer. Sólo cumpliendo esta premisa será posible todo lo anterior. Y recordemos: para follar con una gorda no se puede ser un cualquiera. Porque es una auténtica pasada y hay que estar a la altura.