Los cojones, chico. Los cojones. Si te quieres consolar con eso en tu derecho estás, pero desde luego no es así ni por asomo. Ojalá, pero no es así.
La inteligencia no es una cualidad apreciada por la mayoría de las mujeres a la hora de ligar. Ni tampoco por la mayoría de los hombres. ¿Te crees que liga más la fea lista que la tonta guapa? Pues no, liga más la tonta guapa como de aquí a Lima, igual que liga más el tonto guapo que el listo feo.
A la hora de ligar a uno se le van los ojos detrás del escote o del culo como para partir nueces igual que a una se le van detrás del guapo con buen cuerpo y no del listo. Además, en el terreno donde se juega al ligue la inteligencia no se pone en juego. ¿Acaso llegas tú a un bar o a un garito contando historias sobre la metafísica aristotélica o desentrañando la teoría de cuerdas y las tías se te arraciman alrededor? Pues no. Ahora bien, llega luciendo palmito, pelazo, músculo y mentón cuadrao y ya verás. Exactamente igual que con las tías. Llega midiendo 1'75, con unas tetas como la cabeza de un enano y unas piernas infinitas y verás a ver si tuercen los cuellos hacia ella. ¿Cómo exhibes tú un CI de 180? ¿Te grapas el título de Harvard en la puta frente?
Es más, otros valores como seguridad en uno mismo, autoestima, resolución, dinero o éxito son mucho más valiosos para ligar, por sí mismos, que la inteligencia. Y para tener cualquiera de ellos la inteligencia no es necesaria. Con ser normalito, sobra.
La inteligencia, a la hora de ligar, viene a apuntalar lo que la belleza consigue.