Texas Hold´em
Clásico
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- 19 May 2010
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Cuando uno hecha un vistazo a la hemeroteca de estos foros, que debería ser ya considerada patrimonio nacional, y se recrea con el LOL que dejaron para la posteridad cientos de personajes de toda índole, siempre se pregunta de dónde pudieron surgir aquellas mentes tan hamas como enfermizas. No tiene uno más que pasarse por los hilos de asuntos familiares para darse cuenta de que en algunas casas cuecen habas, pero en otras cocinan directamente explosivo plástico. Y claro, luego pasa lo que pasa. Que si uno no se banea de la vida, acaba con los discos duros llenos de fotografías de dudoso gusto y bebiendo latas de cerveza caliente hasta pillar una pancreatitis.
Si uno lee a personajes miserables como Butifarrez, cuyas relaciones maternofiliales y familiares hacen pensar que fueron causa de todos sus males, tiende a señalar con el dedo. Estiramos el índice y decimos ''mira qué desgraciado es. Y todo por culpa de la puta de su madre''.
.
Pero nunca nos hemos parado a pensar qué hubiera pasado si esos padres hubieran sido como esperábamos que fueran. Qué hubiera sido de nosotros si, por ejemplo, nos hubieran agasajado con regalos, o nos hubieran comprado todo aquello que deseábamos. Porque es obvio que todos pensamos que en su momento nos hubiera gustado ser colmados no sólo de cariño y felicidad, si no de todos aquellos jueguetes que veías en los escaparates, en la televisión, o en manos de un amigo que te hacía pensar en todas las maneras posibles de robárselo, incluído el pedrazo en la cabeza.
La industria juguetera ha producido a lo largo de los siglos toneladas de mierda que estaban en un principio destinadas a surtirnos de diversión. Pero sabe Dios qué tipo de personas seríamos si nuestras madres, esas criticadas madres, nos hubieran dejado tenerlos. Pondré algunos de los flagrantes casos de PUTA BASURA que recuerdo de mi infancia y preadolescencia:
El pipimax.
Un puto perro mecánico y con andares siniestros al que tenías que echarle agua para que luego la soltara donde le salía de los cojones. Qué gracia, qué diversión, pero supongo que era necesario para aquellos a los que ni los perros querían acercarse. Del nombre del juguete y de la canción ya ni hablo.
El robot Emilio.
Una aberración que fue el último grito en tecnología juguetera por aquel entonces y que no servía para mucho más que para que para acercarle a tu padre las tostadas en el desayuno y que te diera una hostia y te dijera que no eras su hijo. Me consta que la madre de Mongüiver lo utilizó para llevarle la comida a la habitación durante años.
Don barrigón.
Un juego sin sentido alguno que vació de niños obesos todas las piscinas públicas de Benidorm, además de incentivar el abandono escolar con una incomprensible narración de su funcionamiento. Antes de contratar como publicista a un filólogo, pensad en las vidas que estáis truncando.
Mis peinados preferidos.
Aparte de haberle servido a Rubén_vlc como terapia psicológica ante los primeros síntomas de una acelerada alopecia infantil, no se conoce ningún uso posible de éste juguete. El puntazo es que lo promocionaba Leticia Sabater cuando aún no era virgen
Estos son algunos de los que he recordado en primera instancia, aunque intentaré rescatar más. Y ustedes, amigos, ¿qué juguetes, juegos o actividades recuerdan que les hubieran dejado peor de lo que están? Honren a sus madres.
Si uno lee a personajes miserables como Butifarrez, cuyas relaciones maternofiliales y familiares hacen pensar que fueron causa de todos sus males, tiende a señalar con el dedo. Estiramos el índice y decimos ''mira qué desgraciado es. Y todo por culpa de la puta de su madre''.

Pero nunca nos hemos parado a pensar qué hubiera pasado si esos padres hubieran sido como esperábamos que fueran. Qué hubiera sido de nosotros si, por ejemplo, nos hubieran agasajado con regalos, o nos hubieran comprado todo aquello que deseábamos. Porque es obvio que todos pensamos que en su momento nos hubiera gustado ser colmados no sólo de cariño y felicidad, si no de todos aquellos jueguetes que veías en los escaparates, en la televisión, o en manos de un amigo que te hacía pensar en todas las maneras posibles de robárselo, incluído el pedrazo en la cabeza.
La industria juguetera ha producido a lo largo de los siglos toneladas de mierda que estaban en un principio destinadas a surtirnos de diversión. Pero sabe Dios qué tipo de personas seríamos si nuestras madres, esas criticadas madres, nos hubieran dejado tenerlos. Pondré algunos de los flagrantes casos de PUTA BASURA que recuerdo de mi infancia y preadolescencia:
El pipimax.
Un puto perro mecánico y con andares siniestros al que tenías que echarle agua para que luego la soltara donde le salía de los cojones. Qué gracia, qué diversión, pero supongo que era necesario para aquellos a los que ni los perros querían acercarse. Del nombre del juguete y de la canción ya ni hablo.
El robot Emilio.
Una aberración que fue el último grito en tecnología juguetera por aquel entonces y que no servía para mucho más que para que para acercarle a tu padre las tostadas en el desayuno y que te diera una hostia y te dijera que no eras su hijo. Me consta que la madre de Mongüiver lo utilizó para llevarle la comida a la habitación durante años.
Don barrigón.
Un juego sin sentido alguno que vació de niños obesos todas las piscinas públicas de Benidorm, además de incentivar el abandono escolar con una incomprensible narración de su funcionamiento. Antes de contratar como publicista a un filólogo, pensad en las vidas que estáis truncando.
Mis peinados preferidos.
Aparte de haberle servido a Rubén_vlc como terapia psicológica ante los primeros síntomas de una acelerada alopecia infantil, no se conoce ningún uso posible de éste juguete. El puntazo es que lo promocionaba Leticia Sabater cuando aún no era virgen

Estos son algunos de los que he recordado en primera instancia, aunque intentaré rescatar más. Y ustedes, amigos, ¿qué juguetes, juegos o actividades recuerdan que les hubieran dejado peor de lo que están? Honren a sus madres.