Dr.Maligno
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La madre que parió al puto crío
Si es que España se está llenando de mierda y al final nos salpica a todos.
A la hora de comer he decidido ir a un bar y pedirme unas tapas con una buena cerveza helada. Llego al bar, me apoyo en la barra, pido una caña bien fresca, unas bravas y varias tapas. Mientras me deleito con la birra evito manchar la corbata con la salsa de las bravas. Miro a mi alrededor en busca de alguna muchacha ligerita de ropa y me encuentro que pegado a mi lado hay un crío de unos 5 años, que apenas llega a ser más alto que Holly One y de cara a la barra como si lo hubiesen castigado.
No le doy importancia y le doy un trago a la cerveza que se queda a medias cuando me percato que muy cerca suena como si estuviese lloviendo. Miro por los ventanales y el sol luce con fuerza. Pienso que quizá se trate del barman limpiando vasos en el grifo y cuando me dispongo a seguir con las tapas me acuerdo del niño castigado. Hijo de puta. El cabrón estaba meando en la barra, justo a escasos centímetros de mi.
Reconozco que no reaccioné bien y eso me acarreó serias consecuencias. Le solté al crío una colleja a la vez que me acordaba de la profesión de su madre, pero en vez de cortarle la meada, el niñato se gira todavía con la salchicha en la mano y me mea los zapatos.
No me dió tiempo a reaccionar cuando el padre, la madre y los hermanos del niño se me echaron encima. Joder, esos parecían miembros de la familia Cuevas. Venga a gritarme y a amenazarme con patearme por haber pegado a su tesoro. Por mucho que les pedí que se calmaran pues la culpa era de ese cerdo renacuajo, no había nada que hacer. Así que opté por ponerme chulo y soltarle una hostia al padre de familia. Podrían haberme matado, pero en cambio reinó el silencio durante unos segundos que fueron horas.
Mientras imaginaba por que parte del cuerpo hundirían sus navajas, el barman salió de detrás de la barra con un garrote y obligó a esos gitanos a largarse por donde habían venido, no sin antes amenazar a todos los clientes del bar. Pensé que me esperarían afuera pero desaparecieron de allí sin dejar rastro.
El barman me comentó que no es la primera vez que tiene un percance con ese clan. Varias veces acuden al bar para colocarse en los lavabos y robar las propinas que dejan los clientes. Menudos cabrones.
Al final me invitaron a la cerveza y a las tapas, y con el dinero ahorrado le pagué a un limpiabotas, también gitano, para que arreglara ese desperdicio.
Si hay algo que uno aprende es a entrar en bares menos cutres y dejar el tema de las collejas

Si es que España se está llenando de mierda y al final nos salpica a todos.
A la hora de comer he decidido ir a un bar y pedirme unas tapas con una buena cerveza helada. Llego al bar, me apoyo en la barra, pido una caña bien fresca, unas bravas y varias tapas. Mientras me deleito con la birra evito manchar la corbata con la salsa de las bravas. Miro a mi alrededor en busca de alguna muchacha ligerita de ropa y me encuentro que pegado a mi lado hay un crío de unos 5 años, que apenas llega a ser más alto que Holly One y de cara a la barra como si lo hubiesen castigado.
No le doy importancia y le doy un trago a la cerveza que se queda a medias cuando me percato que muy cerca suena como si estuviese lloviendo. Miro por los ventanales y el sol luce con fuerza. Pienso que quizá se trate del barman limpiando vasos en el grifo y cuando me dispongo a seguir con las tapas me acuerdo del niño castigado. Hijo de puta. El cabrón estaba meando en la barra, justo a escasos centímetros de mi.
Reconozco que no reaccioné bien y eso me acarreó serias consecuencias. Le solté al crío una colleja a la vez que me acordaba de la profesión de su madre, pero en vez de cortarle la meada, el niñato se gira todavía con la salchicha en la mano y me mea los zapatos.
No me dió tiempo a reaccionar cuando el padre, la madre y los hermanos del niño se me echaron encima. Joder, esos parecían miembros de la familia Cuevas. Venga a gritarme y a amenazarme con patearme por haber pegado a su tesoro. Por mucho que les pedí que se calmaran pues la culpa era de ese cerdo renacuajo, no había nada que hacer. Así que opté por ponerme chulo y soltarle una hostia al padre de familia. Podrían haberme matado, pero en cambio reinó el silencio durante unos segundos que fueron horas.
Mientras imaginaba por que parte del cuerpo hundirían sus navajas, el barman salió de detrás de la barra con un garrote y obligó a esos gitanos a largarse por donde habían venido, no sin antes amenazar a todos los clientes del bar. Pensé que me esperarían afuera pero desaparecieron de allí sin dejar rastro.
El barman me comentó que no es la primera vez que tiene un percance con ese clan. Varias veces acuden al bar para colocarse en los lavabos y robar las propinas que dejan los clientes. Menudos cabrones.
Al final me invitaron a la cerveza y a las tapas, y con el dinero ahorrado le pagué a un limpiabotas, también gitano, para que arreglara ese desperdicio.
Si hay algo que uno aprende es a entrar en bares menos cutres y dejar el tema de las collejas