Regalos que nunca tuve / razones por las que crecí odiando a mis padres:
Un caballo blanco y azul que tenía música y cuyo nombre no alcanzo a recordar. (pendiente de edición)
Seguro que lo conocéis, la televisión me torturó sin descanso por más de una década. Me pasé toda la puta infancia queriendo ese trasto que nunca llegó, no para mí, al menos. A los 12 años debí parecer subnormal, con lo largo que era ya y subiéndome al regalo de reyes de mi prima pequeña y haciendo oídos sordos a los gritos de "¡lo vas a romper!". Disfruté el momento todo lo que duró, lo saboreé como si hubiera vuelto atrás en el tiempo.
Antes de ver cómo consentían a miembros de mi familia que se lo merecían menos que yo, mi padre me hizo un sucedáneo en forma de balancín de madera. Lo hizo con sus propias manos (quizás alguna herramienta también) y la verdad es que era una pequeña obra de arte con ojos como aceitunas negras, pero se iba a subir su puta madre a esa mierda que ni le había costado dinero ni nada.
El Telesketch
Otra mierda que sólo pude disfrutar cuando iba a casa de algún amigo y pasaba de él para usar sus juguetes. Todos habéis hecho eso, todos hemos tenido un amigo que era un gilipollas inaguantable, pero al que visitábamos asiduamente para hacer uso del amor en forma de regalos que le daban sus padres. Unos padres mucho mejores que los nuestros, a todas luces.
Era una puta basura que sólo servía para intentar llenar la pantalla de negro porque ni siquiera había paciencia para escribir tacos sin desesperarse.
El cubo de rubik.
Qué listo es el niño, qué buenas notas saca, qué repipi nos ha salido y qué bien habla con lo cerca que estamos de Murcia... Y no se les ocurre comprarme un puto trozo de plástico, que debía ser barato de cojones, para ver si les salía ingeniero o algo, no. Es que ni un sucedáneo. Una vez saqué un puzzle esférico en una máquina de bolas y ya dieron por zanjado el tema, como si fuera lo mismo. Hijos de puta. Es que ni un sucedáneo, ni una copia de los 20 duros o una versión mini en llavero. Dios, cómo sufrí.
Algún día me desquito y me compro uno con el nombre del creador en relieve o algo, me da igual que ahora sea de gafapastas o mierdas así, me sigue gustando.
Un VHS. Un puto VHS.
Sí, fui un paria maltratado. Fui un niño en los 90 sin un jodido VHS donde reposar algún tapete de ganchillo. No eramos pobres, teníamos un coche con marcador digital, tuvimos RDSI e incluso una mesa de billar. Pero VHS no, que "ya bastante poco me gusta la tele". Pero subnormal, que no es para ti, que es para mí, que soy un niño y ¡quiero vivir!
Perdí la cuenta de cuántos reproductores de vídeo rompí en casa ajena por no poder tener el mío propio para cuidarlo y mimarlo. Metí monedas, chocolate, palillos, lápices...
-Pero niño, ¡¿qué haceeeeeees!?
-...no sé (mi coletilla durante toda la infancia)
-¿No sé? ¿¡¿NO SÉ!? Este niño es tonto.
Ahí se jodieran todos por poder grabar las galas de Nochevieja.