Cita en el kiosko: “El Manifiesto”
Juan C. García
En el magro mundo de las revistas culturales o de pensamiento —que, por lo común, ocupan los corners de nuestras librerías y kioskos—, las de carácter alternativo al sistema de valores dominante han brillado casi siempre por su ausencia, y sólo en efímeros períodos de tiempo alguna cabecera aislada ha quebrado la monotonía de los discursos hegemónicos.
En los últimos años esta ausencia se ha hecho más patente si cabe, por cuanto el grueso de las publicaciones, pese a su presunta pluralidad, se han polarizado alrededor de dos grandes bloques. Uno, el de las que, de una manera más o menos confusa, están impregnadas de una suerte de vago y pálido marxismo, edulcorado y vergonzante, que lo podríamos asimilar políticamente a una socialdemocracia blanda, y cuyo sujeto histórico ha dejado de ser el ouvrier para ocupar su lugar la más reciente versión del buen salvaje: el inmigrante. El otro, el de las que abrazan, cada vez con menor disimulo, el triunfante neoliberalismo de hogaño y la sanguinaria capitanía de Yanquilandia. Aunque todas, sin excepción, se reconocen y reconcilian en esa casa común que es la nueva religión que conocemos como de los “derechos humanos”.
Publicaciones alternativas no hay en España y las que había —estoy pensando, por ejemplo, en Punto y Coma y, más recientemente, en Hespérides— tenían una circulación poco menos que underground y, lamentablemente, un reducidísimo núcleo de lectores. A diferencia de otros países del resto del continente —Francia, Italia, Alemania, Holanda, Rusia, etc., etc.— e incluso de Hispanoamérica, nuestro país si no se había convertido en un desierto ha sido gracias a este último reducto que es la red de redes. Afortunadamente, todo esto va a cambiar el próximo martes, 26 de octubre, fecha en la que aparecerá el primer número de “El Manifiesto”. El día anterior, el 25, tendrá lugar, en el Ateneo de Madrid, la puesta de largo a cargo de Javier Ruiz Portella, director de ediciones Áltera, y alma y motor de la iniciativa; José Javier Esparza, periodista y ensayista, uno de los difusores españoles más cualificado de lo que se ha venido en llamar erróneamente nouvelle droite; y Fernando Sánchez Dragó, un peso pesado de la cultura contemporánea que no necesita de mayores presentaciones.
¿Qué es “El Manifiesto”? “El Manifiesto”, que lleva por subtítulo “Contra la muerte del espíritu y la tierra”, tiene su génesis en el texto del mismo nombre que, en junio de 2002, fue publicado en las páginas de un suplemento —El Cultural— del rotativo madrileño El Mundo y estaba firmado, entre otros, por el propio Ruiz Portella y Álvaro Mutis. Se abrió en su momento una página electrónica y un millar de personas —según sus difusores—, entre las que se cuentan destacadas figuras de nuestras artes, letras y pensamiento, iniciaron una serie de encuentros y actividades. Todo parecía quedarse ahí, pero a lo largo de 2003 y, sobre todo, de este año fue cuajando la idea de que había que dar un paso más. Y ese paso más ha sido una revista de kiosko. ¿Se quedará en ese escalón “El Manifiesto” o hay algo más? Ruiz Portella ha escrito que “las ideas que nos mueven no sólo tienen que plasmarse teóricamente: también tienen que hacerlo prácticamente. Que nadie, sin embargo, espere encontrar en estas páginas ningún programa de ‘acción y redención’. Pero que tampoco nadie espere encontrar tan sólo quejumbrosos llantos sobre nuestros males. Denunciar y protestar es tan imperativo como impostergable. Pero no basta”. Vigilantes andaremos...
¿Cuál es la ideología o, para ser exactos, el haz de ideas que nutren “El Manifiesto”? Mejor que lo que podamos decir nosotros, será acudir a una suerte de decálogo de filias y fobias de lo que los propios manifestantes han denominado como “ecologismo del espíritu” para ver por dónde andan los tiros. Leamos:
“Lo que SÍ queremos
1. Queremos un mundo movido por un aliento superior, hermoso, noble, lleno de sentido.
2. Queremos un mundo en que la técnica y sus instrumentos, lejos de constituir un fin en sí mismos, sean vistos como un simple medio de satisfacer las necesidades materiales.
3. Queremos que se detenga la frenética carrera en pos de un ‘progreso’ que, si en las condiciones actuales se extendiera a los 6.000 millones de habitantes de la tierra, acabaría irremisiblemente con ésta.
4. Queremos un mundo en que los grandes avances tecnológicos, en lugar de aumentar el ‘espíritu de trabajo’, permitan reducirlo al máximo.
5. Queremos que estos mismos avances, redundando en beneficio de todos, permitan reducir el abismo existente entre los grandes poseedores y el conjunto de la población.
6. Queremos vivir en una sociedad que encuentre su más alta significación en la belleza: en la del gran arte sobre todo, pero también en la del hoy desaparecido arte popular.
7. Queremos un mundo cuyas grandes obras y acciones merezcan ser recordadas por quienes nos sucedan.
8. Queremos sentirnos integrados en una comunidad, arraigados en su historia, proyectados hacia el futuro.
9. Queremos que el hombre, al descubrirse como único ser pensante en el universo, no intente esconder la angustia de su soledad, tomándose por dueño y señor de todo lo existente.
10. Queremos que, junto con la libertad que nos enaltece, sean reconocidas y celebradas las fuerzas oscuras que nos trascienden.
11. Queremos que dicho reconocimiento encuentre cauce y expresión, siendo colectivamente celebrado mediante cultos y ritos.
12. Queremos un mundo en que palabras como ‘misterio’, ‘asombro’, ‘maravilla’, dejando de ser sinónimo de ‘fantasmagorías vanas’, alcancen su más pleno sentido.
13. Queremos una sociedad en que la irrenunciable libertad de expresión corra parejas con la no menos irrenunciable afirmación de principios sustanciales.
14. Queremos que, así como el respeto de la vida corporal constituye un principio inviolable, se otorgue idéntico carácter al respeto de la vida espiritual.
Lo que NO queremos
1. No queremos un mundo en el que la satisfacción de las necesidades materiales y el imperio de la técnica constituyen el horizonte a partir del cual toma sentido la existencia de los hombres.
2. No queremos un mundo en el que el espíritu del dinero y del trabajo —el ámbito de lo práctico y utilitario— impregna la vida de los hombres, incluido su tiempo de ocio.
3. No queremos vivir sometidos a un bombardeo publicitario que, invadiéndolo todo, nos asedia con mil señuelos: superfluos, inalcanzables, pero tan tentadores como... frustrantes.
4. No queremos que los desmanes cometidos por el comunismo se conviertan en la coartada de los poderosos para aumentar hasta el infinito su riqueza y su poder.
5. No queremos un mundo envuelto de vulgaridad y fealdad: arquitectónica, vestimentaria, ornamental, decorativa... Y lo que es peor: envuelto de fealdad ‘artística’.
6. No queremos un arte que, incluso en sus más altas expresiones (tanto las de otros tiempos como las que aún pueden darse hoy), es asumido como mero entretenimiento y distracción.
7. No queremos una cultura convertida en el espectáculo en que la transforman las industrias cultural y mediática. No queremos vivir en la sociedad del espectáculo: superficial, frívola, regida por el vedetismo.
8. No queremos el individualismo a ultranza de una sociedad en la que los hombres viven como meros átomos agregados unos al lado de los otros.
9. No queremos morirnos sin más. No queremos desaparecer sin que en la memoria colectiva de los hombres quede una huella, bella y noble, de nuestro paso por la tierra.
10. No queremos privar a nuestros antepasados de la memoria que nos legaron: no queremos olvidar ese pasado sin el cual ningún presente sería.
11. No queremos una sociedad desprovista de aliento colectivo, carente de razones, grandes y nobles, por las que vivir y afirmarse colectivamente.
12. No queremos una libertad desprovista de ideales, principios y valores cuyos únicos valores son los del dinero.
13. No queremos una democracia que, por el mero hecho de elegir cada cuatro años a los gestores públicos, hace creer a los ciudadanos que son ellos los auténticos dueños del poder.
14. No queremos una igualdad que sea sinónimo de ‘igualdad por abajo’: que no reconozca a los mejores, que excluya la excelencia, que no busque la ‘igualdad por arriba’.”
La lista de los colaboradores de “El Manifiesto” es de lo más atractiva. Aparte de Portella, Esparza, Sánchez Dragó y Mutis, andan por ahí Eugenio Trías, lo mejor —bajo mi particular punto de vista— que ha dado la izquierda radical española de la década de los setenta; Abel Posse, junto al habitual colaborador de MIAMIGOPIC Alberto Buela y al mexicano José Luis Ontiveros*, una de las mentes más lúcidas al otro lado del charco; y Alain de Benoist, auténtico maître à penser sin cuya presencia la cultura —y algo más que la cultura— europea de estos últimos treinta años habría caminado, sin duda, por otros derroteros.
Motivos sobrados para acudir el martes al kiosko hay.
Nota
* Sería muy saludable que tanto Buela como Ontiveros —buenos amigos de José Javier Esparza, dicho sea de paso—, no tardaran en incorporarse a esta aventura de “El Manifiesto”.
Juan C. García
22.X.2004
https://es.geocities.com/miamigopic/