Me imagino al Cameron a mitad de los 90, engorilao con hacer una película sobre el hundimiento del Titanic, metiendo con calzador sus putas horas de imágenes de archivo del batiscafo de los cojones, y que si las teorías de cómo y en cuánto tiempo se hundió, y toda la parte técnica curradísima, que es lo que le gusta a él.
Y claro, True Lies y T2 fueron dos pepinazos en taquilla, así que los millones los tenía.
Pero de repente, alguien le dijo: James, cabron. No vale con un documental de 3 horas midiendo ángulos de inclinación de cada mitad del barco, velocidades de hundimiento, tiempos de hipotermia. No, hijo, no; hay que hacer una película, meter protagonistas, que pase algo, que el puto barco sea un macguffin.
Un puto macguffin.
Y así, aún importándole UN CARAJO la historia de amor, que por cierto más simple y básica no puede ser, hocicó.
Y el resto es historia. Un pastel de mierda.