Me lo dijo Pérez
Asiduo
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Días antes de Nochebuena, volvía del trabajo en Cercanías. Enfrente, iba una tía a la que le había echado el ojo anteriormente; suponía que era rusa, ucraniana o similar. Pelo castaño claro, piel pálida, 1,70 aproximadamente, unos 38-41 años, delgada, facciones regulares, vestida sin lujos y portando una bolsa a rebosar de Primark.
Se baja en mi parada, me avisa de que la suela de una de mis botas está despegada (unas Timberland de hace diez años, fabricadas probablemente en Indonesa o similar), le doy las gracias y voy hasta la salida. Cuando voy a coger el coche, le digo si quiere que la acerque a su casa. Cara de "¿ein?", así que pruebo en inglés, con iguales resultados. Me pasa su móvil de forma natural, con Google Translator, y se lo escribo. Me dice que sí, y traduce que es ucraniana, dónde vive y que se llama Natalia. Que vive en España con su madre desde hace tres años. Le comento no sé qué de los rusos y le cambia la cara a color malva.
Bien, la dejo a la puerta de su finca, le planto dos besos mejilleros y me da su número, para tomar un cafe o similar. Efectivamente, el prefijo corresponde a Ucrania.
A los dos días le escribo y la llamo "Nataliya": emoticono de enfado y "mi nombre es Natalia"; quizá ese diminutivo sea propio de rusos. Hablamos un rato de nimiedades y le digo ya hablaremos otro día.
En principio, me hizo gracia la idea de conversar (¿hay que decir para follar?), y me bajé un par de aplicaciones de traducción simultánea, pero después deseché la idea. Además, intuía pozos de desequilibrio emocial. Pereza máxima. Así que no he vuelto a contactar con ella.
Eso sí: la muy puta reconoció de inmediato la marca de mis botas, y eso que llevan un logotipo discreto, del mismo color
Calidad de la sexpe: 0.
Se baja en mi parada, me avisa de que la suela de una de mis botas está despegada (unas Timberland de hace diez años, fabricadas probablemente en Indonesa o similar), le doy las gracias y voy hasta la salida. Cuando voy a coger el coche, le digo si quiere que la acerque a su casa. Cara de "¿ein?", así que pruebo en inglés, con iguales resultados. Me pasa su móvil de forma natural, con Google Translator, y se lo escribo. Me dice que sí, y traduce que es ucraniana, dónde vive y que se llama Natalia. Que vive en España con su madre desde hace tres años. Le comento no sé qué de los rusos y le cambia la cara a color malva.
Bien, la dejo a la puerta de su finca, le planto dos besos mejilleros y me da su número, para tomar un cafe o similar. Efectivamente, el prefijo corresponde a Ucrania.
A los dos días le escribo y la llamo "Nataliya": emoticono de enfado y "mi nombre es Natalia"; quizá ese diminutivo sea propio de rusos. Hablamos un rato de nimiedades y le digo ya hablaremos otro día.
En principio, me hizo gracia la idea de conversar (¿hay que decir para follar?), y me bajé un par de aplicaciones de traducción simultánea, pero después deseché la idea. Además, intuía pozos de desequilibrio emocial. Pereza máxima. Así que no he vuelto a contactar con ella.
Eso sí: la muy puta reconoció de inmediato la marca de mis botas, y eso que llevan un logotipo discreto, del mismo color

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