A mí, que también he compartido pupitre con gente que luego ha destacado profesionalmente mucho más que yo, o primeros trabajos con alguien que luego ha promocionado mucho más que yo, o que también he estado con gente que OBJETIVAMENTE era peor que yo en la materia a la que ambos nos dedicábamos y que luego han progresado hacia sitios donde yo no lo he hecho y me hubiera gustado más que a donde sí fui, lo que me produce no es envidia, ni rencor, ni ganas de patalear contra un destino que caprichosamente se ha empeñado en fastidiarme. Lo que me produce es una fuerte sensación de arrepentimiento por todo lo que no hice, por todo lo que no me esforcé, por todas las decisiones incorrectas que tomé, por todo el mérito que no supe, pude o quise reunir por mi torpeza, por mi desconocimiento, por mi errónea visión de futuro en aquellos momentos, por mi vaguería, por mis elecciones de mierda. En vez de culpar al destino, me culpo exclusivamente a mí.
Ya me gustaría ver a mí a una que se culpara a sí misma. No, eso no. Es el destino, tía; es que, tía, qué mala suerte tengo; es que, tía, dime a ver por qué ella sí y yo no; es que, tía, esa es una puta que me ha robado lo que en derecho es mío, tía, la muy PUTA, es que es injusto.
Y no se le caerá la puta cara de vergüenza a la paticorta envidiosa de mierda esa de haber escrito semejante basura.