Dos cosas que he leído estas semanas pasadas:
Una biografía de Waldo de los Ríos, músico imprescindible de los años 60 y 70, responsable junto con Rafael Trabucchelli del "sonido Torrelaguna". Si su obra es impresionante, no lo es menos su vida: niño prodigio, explotado por su madre, también artista, emigró desde su Argentina natal a la España del desarrollismo. Aquí se hizo rico y famoso, pero con un lado oscuro que le llevó al suicidio. Es un libro muy entretenido, novelado como un thriller, y muy bien documentado. Lo he disfrutado mucho.
En la edición que me he agenciado el autor todavía era Beatriz, aunque hace tiempo que se hace llamar Paul. Es una especie de diario de una tipa tan marimacho que se hace adicta a la testosterona para convertirse en un tío. El libro ya tiene más de diez años, y lo que entonces podía parecer como algo friki ha acabado convirtiéndose en el feminismo nuestro de cada día. Está bien para saber de qué pie cojea esta gente: por un lado dicen que el género es un constructo social y blablablá, pero por otro se chutan testosterona a cholón; nos machacan con que la genitalidad es mala, lo mismo que la cosificación del cuerpo de la mujer, pero luego taladran a su novia con dildos de tamaño king size, o abogan por el infanticidio (el aborto les sabe a poco) como método de control de la natalidad. Como una puta regadera, pero no lo digas si no quieres que te denuncien por delito de odio.
Y ahora estoy con esto:
He vuelto a ver la serie hace poco, y me volvió a gustar tanto que me he animado con el libro. No llega a decepción, pero sí que me he llevado un poquito de despago. En la serie le cogías cariño a los personajes, aunque objetivamente fueran unos pijos insufribles. En el libro me falta ese factor humano. Personajes secundarios como Anthony Blanche o Cordelia, que en la serie eran una delicia, aquí pasan casi sin pena ni gloria. Es raro, porque la serie es muy fiel a la novela, con diálogos y escenas prácticamente calcados. De hecho, algo que me cargaba un poco era la voz en off, con fragmentos textuales. Al final, ese estilo pomposo, que ya era rancio en su época, acaba haciéndose pesado. En resumidas cuentas, que si la serie era de sobresaliente, al libro le pongo solo un bien.