Acabo de finiquitar Los europeos, de Orlando Figes.
Menudo currazo se metió el señor. Es una mezcla de biografía y de ensayo histórico súper bien documentado, hasta extremos enfermizos. La parte biográfica me daba un poco igual: el trío protagonista son una cantante de ópera, su marido cornudo, y el amante de ella, un escritor ruso. Se puede seguir su vida casi día a día, con un montón de fragmentos de cartas y otros documentos.
Y luego está la parte de historia. Hace un repaso al siglo XIX en Europa, sobre todo a sus décadas centrales, con especial atención a los aspectos culturales. Diferentes avances tecnológicos (el ferrocarril, el telégrafo, la fotografía, las mejoras en la impresión de libros, partituras, grabados...) facilitaron lo que acabó siendo una industria del entretenimiento transnacional, europea. También estudia cómo la legislación sobre derechos de autor se fue equiparando en los diferentes estados europeos, o cómo las traducciones a las distintas lenguas permitieron que la literatura de cada país saltara fronteras. Pero también cómo esa democratización de la cultura tuvo cierto efecto secundario perverso, haciendo por ejemplo que los repertorios de música clásica y de ópera se fueran haciendo cada vez más reducidos y conservadores.
Es interesantísimo, porque la globalización y la cultura de masas que hoy tenemos como algo cotidiano ya se empezó a configurar hará cosa de ciento cincuenta años por una peña cosmopolita, que no paraba de viajar, hablaba varios idiomas, y se pasaban el rato organizando saraos, estrenos y exposiciones. Una peña moderna que te cagas.