No sé que cojones le pasa a mi hermana, que cuando el resto de la familia está con la suya política y nos quedamos solos con mi madre en nuestro antiguo hogar familiar, le sale una vertiente tóxica y tocahuevos, a alguien que por lo demás es una buena y generosa persona. Ayer, bien alimentado con la cerveza precena, el vino, el cava y un par de cubatas de Brugal añejo, tuve que pararle los pies cuando empezó a ponerse desagradable con mi progenitora y siguió un discursito estándar de criminalización del varón, recordándole que llevaba en el bolsillo un móvil fabricado con coltán gracias a la explotación de un nigga congoleño con una esperanza de vida de 30 años. Como a las mujeres no les gustan los argumentos que no pueden rebatir, empezaron insultos y retirada precoz de cada mochuelo a su olivo. La comida de hoy promete. Estoy por fugarme después del desayuno (sigo en cama) y comer solo en las Rías Baixas mirando cualquier rincón de la ría. Por suerte en fin de año probablemente habrá sobrinos, cuñada y más parentela haciendo de amortiguadores. No es la primera vez, por cierto.
Por lo demás, fiestas tristes. Una prima ingresada con un ictus de pronóstico incierto.
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