stavroguin 11
Clásico
- Registro
- 14 Oct 2010
- Mensajes
- 3.780
- Reacciones
- 2.948
"Las enfermeras, aquellas putas, no compartían nuestro destino, sólo pensaban, por el contrario, en vivir mucho tiempo, mucho más aún, y en amar, estaba claro, en pasearse y en hacer y volver a hacer el amor mil y diez mil veces. Cada una de aquellas angélicas se aferraba a su planecito en el perineo, como los forzados, para más adelante, su planecito de amor, cuando la hubiéramos diñado, nosotros, en un barrizal cualquiera, ¡y sólo Dios sabe cómo!
Lanzarían entonces suspiros rememorativos especiales que las volverían más atrayentes aún; evocarían en silencios emocionados los trágicos tiempos de la guerra, los fantasmas... «¿Os acordáis del joven Bardamu -dirían en la hora crepuscular, pensando en mí-, aquel que tanto trabajo nos daba para impedir que protestara?... Tenía la moral muy baja, aquel pobre muchacho... ¿Qué habrá sido de él?»
Algunas nostalgias poéticas en el momento oportuno favorecen a una mujer tan bien como los cabellos vaporosos a la luz de la luna.
Al amparo de cada una de sus palabras y de su solicitud, había que entender en adelante: «La vas a palmar, gentil soldado... La vas a palmar... Es la guerra... Cada cual con su vida... Con su papel... Con su muerte... Parece que compartimos tu angustia... Pero no se comparte la muerte de nadie... Todo debe ser, para las almas y los cuerpos sanos, motivo de distracción y nada más y nada menos y nosotras somos chicas fuertes, hermosas, consideradas, sanas y bien educadas... Para nosotras todo se vuelve, por automatismo biológico, espectáculo gozoso, ¡y se convierte en alegría! ¡Así lo exige nuestra salud! Y las feas licencias del pesar nos resultan imposibles... Necesitamos excitantes, sólo excitantes... Pronto quedaréis olvidados, soldaditos... Sed buenos y diñadla rápido... Y que acabe la guerra y podamos casarnos con uno de vuestros amables oficiales... ¡Sobre todo uno moreno!... ¡Viva la patria de la que siempre habla papá!... ¡Qué bueno debe de ser el amor, cuando vuelve de la guerra!... ¡Nuestro maridito será condecorado!... Será distinguido... Podrás sacar brillo a sus bonitas botas el hermoso día de nuestra boda, si aún existes, soldadito... ¿No te alegrarás entonces de nuestra felicidad, soldadito?...»
Parece sacado de este foro, ¿verdad?
Pues no. Lo escribió el célebre escritor y antisemita Louis-Ferdinand Céline en una de las mejores novelas del siglo XX. El mismo que, tras mantener una postura anarquista y libérrima durante muchos años se degradó más tarde gimoteando por un perdón carcelario para poder lamerle las botas a su mujer. Nadie puede mantener su pose eternamente.
Hace muchos años el libro fue para mi un gran descubrimiento. No sólo por su originalidad y calidad literarias, sino por perlas como la antecedente. Verdades de relumbrón sobre la naturaleza femenina, que hoy sólo pueden encontrarse en la literatura. Nadie produciría una película misógina, ningún columnista de prensa se atrevería a escribir algo así, ningún sello musical promocionaría música misógina (raperos violadores excluídos, of course). Hay verdades que sólo puedes descubrir (o confirmarlas si ya las piensas) en pasta de celulosa encuadernada...
Lo recordé estos días mientras tapaba una de mis graves lagunas culturales leyendo por primera vez "Nuestra señora de París", de víctor Hugo. La historia de los amores de la gitanilla Esmeralda también parece surgida de las profundidades del Rapiñas: se enamora del alfa prototípico, en capitán Febo: superficial, petulante, falso y crápula, pero con brillante uniforme y unos bigotes que compensan lo anterior. A su lado, el pagafantas Quasimodo, que le salva la vida a cambio de alguna caricia en su inmunda cabezota, el cura que la lleva a la horca (calvo, maduro, de sotana raída y enamorado como un poseso) y, lo mejor de todo: el dramaturgo que puede salvarle la vida pero prefiere proteger a la cabra amaestrada (papel especial para Filimbi). En la vida real se necesitarían más personajes como ese.
En fin ,os animo a postear textos o referencias de autores que os hayan parecido especialmente penetrantes y ácidos al describir la naturaleza femenina. Yo termino esta entrada con una muy manida de nuestro amigo Quevedo:
A LA EDAD DE LAS MUJERES
De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta.
¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza;
mas puédese comer con sal pimienta;
pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vísperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,
ganguea, pide y juega del vocablo;
cumplidos los cincuenta, da en santera,
y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo
Lanzarían entonces suspiros rememorativos especiales que las volverían más atrayentes aún; evocarían en silencios emocionados los trágicos tiempos de la guerra, los fantasmas... «¿Os acordáis del joven Bardamu -dirían en la hora crepuscular, pensando en mí-, aquel que tanto trabajo nos daba para impedir que protestara?... Tenía la moral muy baja, aquel pobre muchacho... ¿Qué habrá sido de él?»
Algunas nostalgias poéticas en el momento oportuno favorecen a una mujer tan bien como los cabellos vaporosos a la luz de la luna.
Al amparo de cada una de sus palabras y de su solicitud, había que entender en adelante: «La vas a palmar, gentil soldado... La vas a palmar... Es la guerra... Cada cual con su vida... Con su papel... Con su muerte... Parece que compartimos tu angustia... Pero no se comparte la muerte de nadie... Todo debe ser, para las almas y los cuerpos sanos, motivo de distracción y nada más y nada menos y nosotras somos chicas fuertes, hermosas, consideradas, sanas y bien educadas... Para nosotras todo se vuelve, por automatismo biológico, espectáculo gozoso, ¡y se convierte en alegría! ¡Así lo exige nuestra salud! Y las feas licencias del pesar nos resultan imposibles... Necesitamos excitantes, sólo excitantes... Pronto quedaréis olvidados, soldaditos... Sed buenos y diñadla rápido... Y que acabe la guerra y podamos casarnos con uno de vuestros amables oficiales... ¡Sobre todo uno moreno!... ¡Viva la patria de la que siempre habla papá!... ¡Qué bueno debe de ser el amor, cuando vuelve de la guerra!... ¡Nuestro maridito será condecorado!... Será distinguido... Podrás sacar brillo a sus bonitas botas el hermoso día de nuestra boda, si aún existes, soldadito... ¿No te alegrarás entonces de nuestra felicidad, soldadito?...»
Parece sacado de este foro, ¿verdad?
Pues no. Lo escribió el célebre escritor y antisemita Louis-Ferdinand Céline en una de las mejores novelas del siglo XX. El mismo que, tras mantener una postura anarquista y libérrima durante muchos años se degradó más tarde gimoteando por un perdón carcelario para poder lamerle las botas a su mujer. Nadie puede mantener su pose eternamente.
Hace muchos años el libro fue para mi un gran descubrimiento. No sólo por su originalidad y calidad literarias, sino por perlas como la antecedente. Verdades de relumbrón sobre la naturaleza femenina, que hoy sólo pueden encontrarse en la literatura. Nadie produciría una película misógina, ningún columnista de prensa se atrevería a escribir algo así, ningún sello musical promocionaría música misógina (raperos violadores excluídos, of course). Hay verdades que sólo puedes descubrir (o confirmarlas si ya las piensas) en pasta de celulosa encuadernada...
Lo recordé estos días mientras tapaba una de mis graves lagunas culturales leyendo por primera vez "Nuestra señora de París", de víctor Hugo. La historia de los amores de la gitanilla Esmeralda también parece surgida de las profundidades del Rapiñas: se enamora del alfa prototípico, en capitán Febo: superficial, petulante, falso y crápula, pero con brillante uniforme y unos bigotes que compensan lo anterior. A su lado, el pagafantas Quasimodo, que le salva la vida a cambio de alguna caricia en su inmunda cabezota, el cura que la lleva a la horca (calvo, maduro, de sotana raída y enamorado como un poseso) y, lo mejor de todo: el dramaturgo que puede salvarle la vida pero prefiere proteger a la cabra amaestrada (papel especial para Filimbi). En la vida real se necesitarían más personajes como ese.
En fin ,os animo a postear textos o referencias de autores que os hayan parecido especialmente penetrantes y ácidos al describir la naturaleza femenina. Yo termino esta entrada con una muy manida de nuestro amigo Quevedo:
A LA EDAD DE LAS MUJERES
De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta.
¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza;
mas puédese comer con sal pimienta;
pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vísperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,
ganguea, pide y juega del vocablo;
cumplidos los cincuenta, da en santera,
y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo