jack frost
Forero del todo a cien
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- 29 Abr 2004
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continuo...
Llamaron sin fuerza. Al otro lado sonó una voz muy femenina. Un solitario “pasen” que flotó fuera de lugar. No obstante, entraron. La doctora Santos… Satania… no resultó ser la típica Indiana Jones. Llevaba una falda y una blusa a juego y todo su aspecto resultaba muy femenino y, ¿por qué no decirlo?, invitaba a la lujuria carnal. Era elegante a la vez que voluptuosa, misteriosa a la par que ardiente.
Les señaló las sillas frente a su mesa y ella retrepó por su sillón de cuero negro.
- Es evidente que no son alumnos.- comenzó.- ¿Es su hijo o hija alumno mío?
- No, no…- se apresuró a aclarar Bárbara. Ambos estaban incómodos aun sin saber por qué.- Somos policías.- continuó añadiendo sus nombres, graduación y enseñando la placa.
- ¿Y qué puedo hacer por ustedes, agentes?
- ¿Ha leído en la prensa el caso de varias personas asesinadas en poco tiempo? Hemos descubierto que la manera en que fueron asesinadas es una imitación de los ataques de vampiros.
- Mitología, claro.
- En efecto, profesora Sat… Santos.
- Dígalo, dígalo… Ese conserje estúpido no sabe mantener la boca cerrada ¿Acaso cree que desconozco cómo me llaman mis alumnos? Pero créame si le digo que ahora me siento cómoda con ese sobrenombre. Bien, ¿qué desean que haga por ustedes?
- Nos gustaría que nos hablase acerca de los vampiros… una erudita como usted… y nos dijera si conoce algún grupo o asociación… algún alumno o alguien que puede haber perdido la peonza y se crea un vampiro.
- Como comprenderán yo soy profesora universitaria. Los vampiros son un mito y no creo en ellos más que en los zombis, en los dioses griegos, los extraterrestres o la política pacifista de Bush. No sabría indicarles a nadie que… ¿cómo ha dicho? A nadie que se le haya ido la peonza. En cuanto a los vampiros… ya ve usted, hay mil y una películas de Hollywood que hablan sobre ellos. Chupan la sangre atacando sobre todo a la yugular, no tienen edad, son no muertos, no aceptan la luz del sol, ni el ajo, ni nada religioso, no sólo cristiano. Su origen es en el desconocimiento absurdo de le Edad Media, antes incluso, y potenciado en gran parte por sus creencias supersticiosas y la peste negra que, como sabrán, asoló Europa e incluso se llegó a creer en su día que era el fin de la Humanidad.
- Pues esos gilipollas.- intervino Nako irritado sin saber por qué.- debieran haber desistido cuando vieron que sus víctimas no se levantaban para hacer el paripé por la calle.
- Mucho me temo, señor.- respondió ésta con frialdad.- que esa es una tontería de la Historia. Los verdaderos vampiros no nacerían con ser mordidos por otro vampiro. Debían.- reforzó la palabra con énfasis.- morir tras beber la sangre de otro vampiro pasando a su… digamos… jurisdicción. Sino todo el mundo sería vampiro.- se echó a reír.- Los vampiros se han de alimentar pero no son como los humanos que van agotando sus recursos naturales. Bien podría decirse que ser un vampiro es un… ¿cuál es esa palabra de moda? ¡Ah, sí! Ser un vampiro resulta un chollo. Y más si consiguiesen ser inmunes a la luz del sol, algo que buscan desde hace siglos y puede conseguirse… obviamente, hablando dentro del mito que, como sabrán, es falso. Señores, los vampiros no existen y en vez de hablar conmigo, debieran haber empezado por los psiquiátricos, hospitales y lugares así. Lo que les he dicho yo bien podrían haberlo sacado de una biblioteca, del libro del nefasto Bram Stokker o como demonios se llamase o de una película barata de Hollywood.
- Ya lo hemos hecho. Deberemos buscar otra solución.- Bárbara se levantó.- Bien, profesora, le agradecemos su tiempo y lamentamos haberla importunado.
- Si necesitan algo, aquí estoy.- esbozó una sonrisa de lobo.
Los dos policías salieron con aspecto cenizo y se encaminaron de nuevo a la calle.
- Esa tía es una estúpida.- comentó Bárbara.- Y una egocéntrica. ¿Has visto cómo nos hablaba? ¡Qué ganas tenía de salir de ese despacho! Me ponía los pelos de punta.
Lo que no dijo fue la verdad obvia, la que no se reconoce y se pasa por alto. Aquella mujer tenía un aura malvado. Aquella mujer tenía algo de muerte en ella. Aquella mujer podía haber visto la última mirada de Steffi. No abrió la boca pero decidió vigilarla de cerca. Aquella mujer era… siniestra. Te consumía la alegría y las fuerzas… como un vampiro.
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¿Os gusta cómo va?
Llamaron sin fuerza. Al otro lado sonó una voz muy femenina. Un solitario “pasen” que flotó fuera de lugar. No obstante, entraron. La doctora Santos… Satania… no resultó ser la típica Indiana Jones. Llevaba una falda y una blusa a juego y todo su aspecto resultaba muy femenino y, ¿por qué no decirlo?, invitaba a la lujuria carnal. Era elegante a la vez que voluptuosa, misteriosa a la par que ardiente.
Les señaló las sillas frente a su mesa y ella retrepó por su sillón de cuero negro.
- Es evidente que no son alumnos.- comenzó.- ¿Es su hijo o hija alumno mío?
- No, no…- se apresuró a aclarar Bárbara. Ambos estaban incómodos aun sin saber por qué.- Somos policías.- continuó añadiendo sus nombres, graduación y enseñando la placa.
- ¿Y qué puedo hacer por ustedes, agentes?
- ¿Ha leído en la prensa el caso de varias personas asesinadas en poco tiempo? Hemos descubierto que la manera en que fueron asesinadas es una imitación de los ataques de vampiros.
- Mitología, claro.
- En efecto, profesora Sat… Santos.
- Dígalo, dígalo… Ese conserje estúpido no sabe mantener la boca cerrada ¿Acaso cree que desconozco cómo me llaman mis alumnos? Pero créame si le digo que ahora me siento cómoda con ese sobrenombre. Bien, ¿qué desean que haga por ustedes?
- Nos gustaría que nos hablase acerca de los vampiros… una erudita como usted… y nos dijera si conoce algún grupo o asociación… algún alumno o alguien que puede haber perdido la peonza y se crea un vampiro.
- Como comprenderán yo soy profesora universitaria. Los vampiros son un mito y no creo en ellos más que en los zombis, en los dioses griegos, los extraterrestres o la política pacifista de Bush. No sabría indicarles a nadie que… ¿cómo ha dicho? A nadie que se le haya ido la peonza. En cuanto a los vampiros… ya ve usted, hay mil y una películas de Hollywood que hablan sobre ellos. Chupan la sangre atacando sobre todo a la yugular, no tienen edad, son no muertos, no aceptan la luz del sol, ni el ajo, ni nada religioso, no sólo cristiano. Su origen es en el desconocimiento absurdo de le Edad Media, antes incluso, y potenciado en gran parte por sus creencias supersticiosas y la peste negra que, como sabrán, asoló Europa e incluso se llegó a creer en su día que era el fin de la Humanidad.
- Pues esos gilipollas.- intervino Nako irritado sin saber por qué.- debieran haber desistido cuando vieron que sus víctimas no se levantaban para hacer el paripé por la calle.
- Mucho me temo, señor.- respondió ésta con frialdad.- que esa es una tontería de la Historia. Los verdaderos vampiros no nacerían con ser mordidos por otro vampiro. Debían.- reforzó la palabra con énfasis.- morir tras beber la sangre de otro vampiro pasando a su… digamos… jurisdicción. Sino todo el mundo sería vampiro.- se echó a reír.- Los vampiros se han de alimentar pero no son como los humanos que van agotando sus recursos naturales. Bien podría decirse que ser un vampiro es un… ¿cuál es esa palabra de moda? ¡Ah, sí! Ser un vampiro resulta un chollo. Y más si consiguiesen ser inmunes a la luz del sol, algo que buscan desde hace siglos y puede conseguirse… obviamente, hablando dentro del mito que, como sabrán, es falso. Señores, los vampiros no existen y en vez de hablar conmigo, debieran haber empezado por los psiquiátricos, hospitales y lugares así. Lo que les he dicho yo bien podrían haberlo sacado de una biblioteca, del libro del nefasto Bram Stokker o como demonios se llamase o de una película barata de Hollywood.
- Ya lo hemos hecho. Deberemos buscar otra solución.- Bárbara se levantó.- Bien, profesora, le agradecemos su tiempo y lamentamos haberla importunado.
- Si necesitan algo, aquí estoy.- esbozó una sonrisa de lobo.
Los dos policías salieron con aspecto cenizo y se encaminaron de nuevo a la calle.
- Esa tía es una estúpida.- comentó Bárbara.- Y una egocéntrica. ¿Has visto cómo nos hablaba? ¡Qué ganas tenía de salir de ese despacho! Me ponía los pelos de punta.
Lo que no dijo fue la verdad obvia, la que no se reconoce y se pasa por alto. Aquella mujer tenía un aura malvado. Aquella mujer tenía algo de muerte en ella. Aquella mujer podía haber visto la última mirada de Steffi. No abrió la boca pero decidió vigilarla de cerca. Aquella mujer era… siniestra. Te consumía la alegría y las fuerzas… como un vampiro.
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