jack frost
Forero del todo a cien
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- 29 Abr 2004
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sueño de Grari
Personas hola:
He estado esperando antes de seguir el relato por si a alguien le faltaba por leer. Esta nueva aportación es muy personal y espero que os guste de verdad. Hela aquí:
Y Grari sueña. Para el vagabundo, la única ventaja de ser un vampiro es la ausencia de sueño. Él marcha con su coche. A su derecha está su mujer Violeta y su hija Blanca. Van cantando. Le acaban de conceder un ansiado ascenso y están felices. La vida les sonríe, o eso creen ellos porque después él pensará que la vida es una puta decrépita y maloliente arpía.
Han pasado el día en Gijón y ahora vuelven a Siejo. Son las once de la noche. Y siguen cantando. Una estrofa más, vamos, dice Grari. Y con una sonrisa esbozada sin temor Violeta y Blanca siguen cantando ahora cantando la vida del pequeño que vivió deprisa. Sin apartar los ojos de la carretera, Grari acaricia una mejilla de su mujer. La ama, joder si la ama, la ama más que a nada, ella lo es todo para él; ella es su aire, su esencia, la única razón para vivir. Te amo, dice Grari. Violeta sonríe y le besa en la mejilla. En el asiento de atrás su hija ríe divertida. Aún considera los besos como algo incomprendido pero tiene toda la vida por delante para tantos descubrimientos. Grari vuelve la cara en su dirección y también sonríe. Algo ocurre. Algo que le agobia, algo…
<<Cuidado>>, grita Violeta.
Grari vuelve los ojos a la carretera. Una figura está plantada sin más en medio del asfalto. Frena con rapidez y agarra con fuerza el volante. Sus nudillos están blancos… y algo le dice que no pare, que embista la figura y huya. Pues lo que él no sabe es que la figura pertenece a un ser llamado Torbe y que esa figura y otras tres más están más sedientas de lo que lo han estado en los quince siglos anteriores. Más que eso, sino se alimentan de inmediato, morirán. Están ansiosos. Ya no se comportan con artificios o con la sutileza del ardid, ahora son animales de oscuro corazón que demandan una vianda viva.
Grari consigue detener el coche a tiempo, justo al lado del arcén. No lo ha golpeado de milagro y de haberlo hecho habrían salido volando sobre un precipicio de siete metros. Blanca se echa a llorar. En el sueño descubre que el futuro trotamundos se fija en las lágrimas de la niña, como amargos diamantes que resbalan por sus esponjosas mejillas. No le da tiempo a volverse cuando tres puertas son arrancadas de cuajo y son sacados de un golpe. Un vuelo en el aire y caen en el asfalto. Se oyen regurgitaciones y gruñidos que helarían la sangre hasta al mismo James Bond. Grari se da la vuelta y grita de horror y desesperación. Tres figuras están sobre su hija… o lo que queda de ella. Sus bocas no son tales, parecen de lobo y su rostro está desfigurado por una máscara de necesidad y ansia.
Han descuartizado a su hija. Estaba cantando un minuto atrás y ahora sus entrañas salpican el asfalto. Y esos seres se la están comiendo mientras se deleitan (¡SE DELEITAN!) con su sangre, la beben como si fuese agua.
Otro de los seres, con fuego en la cabeza o eso le parece coge a su mujer por el cuello y con un solo movimiento se lo desgarra y se lanza con avidez sobre él. Grari la oye tragar. Otro salta sobre ella y con un golpe la destripa. Arroja los intestinos hacia atrás que caen a los pies de Grari. Su mujer, su hija. Y él grita y huye. Nunca se lo perdonará. Están muertas y nadie cambia eso pero él siempre se considerará un cobarde. Huye dejándolas allí, huye dejando a esos monstruos comiéndose a su familia. Grita y grita hasta que le duele la garganta y aquellos seres no le prestan atención porque están muy ocupados devorando a su familia. Hace un minuto estaban cantando una canción y ahora están presas de unos seres horribles, muertas delante de sus ojos, asesinadas con brutalidad. Sus ojos le miraban, rogaban auxilio y él no se lo ha dado. Ha huido. Puede que noi hubiese podido hacer nada pero ha huido. Su hija lloraba de dolor y él ha huido. Jamás, jamás, jamás se lo perdonará. Las ha dejado ahí, las amaba y las ha dejado ahí. No ha podido despedirse de ellas, nunca podría decirlas que sentía haber huido, ni despedirse, ni seguirlas, nada… Huye gritando…
Grari se despertó en la cama del hotel con un grito ahogado en sus labios. Tenía la cara bañada por las lágrimas. Entendía a Nako y entendía las razones por las que deseaba suicidarse.
Ya era de día.
Personas hola:
He estado esperando antes de seguir el relato por si a alguien le faltaba por leer. Esta nueva aportación es muy personal y espero que os guste de verdad. Hela aquí:
Y Grari sueña. Para el vagabundo, la única ventaja de ser un vampiro es la ausencia de sueño. Él marcha con su coche. A su derecha está su mujer Violeta y su hija Blanca. Van cantando. Le acaban de conceder un ansiado ascenso y están felices. La vida les sonríe, o eso creen ellos porque después él pensará que la vida es una puta decrépita y maloliente arpía.
Han pasado el día en Gijón y ahora vuelven a Siejo. Son las once de la noche. Y siguen cantando. Una estrofa más, vamos, dice Grari. Y con una sonrisa esbozada sin temor Violeta y Blanca siguen cantando ahora cantando la vida del pequeño que vivió deprisa. Sin apartar los ojos de la carretera, Grari acaricia una mejilla de su mujer. La ama, joder si la ama, la ama más que a nada, ella lo es todo para él; ella es su aire, su esencia, la única razón para vivir. Te amo, dice Grari. Violeta sonríe y le besa en la mejilla. En el asiento de atrás su hija ríe divertida. Aún considera los besos como algo incomprendido pero tiene toda la vida por delante para tantos descubrimientos. Grari vuelve la cara en su dirección y también sonríe. Algo ocurre. Algo que le agobia, algo…
<<Cuidado>>, grita Violeta.
Grari vuelve los ojos a la carretera. Una figura está plantada sin más en medio del asfalto. Frena con rapidez y agarra con fuerza el volante. Sus nudillos están blancos… y algo le dice que no pare, que embista la figura y huya. Pues lo que él no sabe es que la figura pertenece a un ser llamado Torbe y que esa figura y otras tres más están más sedientas de lo que lo han estado en los quince siglos anteriores. Más que eso, sino se alimentan de inmediato, morirán. Están ansiosos. Ya no se comportan con artificios o con la sutileza del ardid, ahora son animales de oscuro corazón que demandan una vianda viva.
Grari consigue detener el coche a tiempo, justo al lado del arcén. No lo ha golpeado de milagro y de haberlo hecho habrían salido volando sobre un precipicio de siete metros. Blanca se echa a llorar. En el sueño descubre que el futuro trotamundos se fija en las lágrimas de la niña, como amargos diamantes que resbalan por sus esponjosas mejillas. No le da tiempo a volverse cuando tres puertas son arrancadas de cuajo y son sacados de un golpe. Un vuelo en el aire y caen en el asfalto. Se oyen regurgitaciones y gruñidos que helarían la sangre hasta al mismo James Bond. Grari se da la vuelta y grita de horror y desesperación. Tres figuras están sobre su hija… o lo que queda de ella. Sus bocas no son tales, parecen de lobo y su rostro está desfigurado por una máscara de necesidad y ansia.
Han descuartizado a su hija. Estaba cantando un minuto atrás y ahora sus entrañas salpican el asfalto. Y esos seres se la están comiendo mientras se deleitan (¡SE DELEITAN!) con su sangre, la beben como si fuese agua.
Otro de los seres, con fuego en la cabeza o eso le parece coge a su mujer por el cuello y con un solo movimiento se lo desgarra y se lanza con avidez sobre él. Grari la oye tragar. Otro salta sobre ella y con un golpe la destripa. Arroja los intestinos hacia atrás que caen a los pies de Grari. Su mujer, su hija. Y él grita y huye. Nunca se lo perdonará. Están muertas y nadie cambia eso pero él siempre se considerará un cobarde. Huye dejándolas allí, huye dejando a esos monstruos comiéndose a su familia. Grita y grita hasta que le duele la garganta y aquellos seres no le prestan atención porque están muy ocupados devorando a su familia. Hace un minuto estaban cantando una canción y ahora están presas de unos seres horribles, muertas delante de sus ojos, asesinadas con brutalidad. Sus ojos le miraban, rogaban auxilio y él no se lo ha dado. Ha huido. Puede que noi hubiese podido hacer nada pero ha huido. Su hija lloraba de dolor y él ha huido. Jamás, jamás, jamás se lo perdonará. Las ha dejado ahí, las amaba y las ha dejado ahí. No ha podido despedirse de ellas, nunca podría decirlas que sentía haber huido, ni despedirse, ni seguirlas, nada… Huye gritando…
Grari se despertó en la cama del hotel con un grito ahogado en sus labios. Tenía la cara bañada por las lágrimas. Entendía a Nako y entendía las razones por las que deseaba suicidarse.
Ya era de día.