RELATO DE LOCURA

sueño de Grari

Personas hola:
He estado esperando antes de seguir el relato por si a alguien le faltaba por leer. Esta nueva aportación es muy personal y espero que os guste de verdad. Hela aquí:



Y Grari sueña. Para el vagabundo, la única ventaja de ser un vampiro es la ausencia de sueño. Él marcha con su coche. A su derecha está su mujer Violeta y su hija Blanca. Van cantando. Le acaban de conceder un ansiado ascenso y están felices. La vida les sonríe, o eso creen ellos porque después él pensará que la vida es una puta decrépita y maloliente arpía.
Han pasado el día en Gijón y ahora vuelven a Siejo. Son las once de la noche. Y siguen cantando. Una estrofa más, vamos, dice Grari. Y con una sonrisa esbozada sin temor Violeta y Blanca siguen cantando ahora cantando la vida del pequeño que vivió deprisa. Sin apartar los ojos de la carretera, Grari acaricia una mejilla de su mujer. La ama, joder si la ama, la ama más que a nada, ella lo es todo para él; ella es su aire, su esencia, la única razón para vivir. Te amo, dice Grari. Violeta sonríe y le besa en la mejilla. En el asiento de atrás su hija ríe divertida. Aún considera los besos como algo incomprendido pero tiene toda la vida por delante para tantos descubrimientos. Grari vuelve la cara en su dirección y también sonríe. Algo ocurre. Algo que le agobia, algo…
<<Cuidado>>, grita Violeta.
Grari vuelve los ojos a la carretera. Una figura está plantada sin más en medio del asfalto. Frena con rapidez y agarra con fuerza el volante. Sus nudillos están blancos… y algo le dice que no pare, que embista la figura y huya. Pues lo que él no sabe es que la figura pertenece a un ser llamado Torbe y que esa figura y otras tres más están más sedientas de lo que lo han estado en los quince siglos anteriores. Más que eso, sino se alimentan de inmediato, morirán. Están ansiosos. Ya no se comportan con artificios o con la sutileza del ardid, ahora son animales de oscuro corazón que demandan una vianda viva.
Grari consigue detener el coche a tiempo, justo al lado del arcén. No lo ha golpeado de milagro y de haberlo hecho habrían salido volando sobre un precipicio de siete metros. Blanca se echa a llorar. En el sueño descubre que el futuro trotamundos se fija en las lágrimas de la niña, como amargos diamantes que resbalan por sus esponjosas mejillas. No le da tiempo a volverse cuando tres puertas son arrancadas de cuajo y son sacados de un golpe. Un vuelo en el aire y caen en el asfalto. Se oyen regurgitaciones y gruñidos que helarían la sangre hasta al mismo James Bond. Grari se da la vuelta y grita de horror y desesperación. Tres figuras están sobre su hija… o lo que queda de ella. Sus bocas no son tales, parecen de lobo y su rostro está desfigurado por una máscara de necesidad y ansia.
Han descuartizado a su hija. Estaba cantando un minuto atrás y ahora sus entrañas salpican el asfalto. Y esos seres se la están comiendo mientras se deleitan (¡SE DELEITAN!) con su sangre, la beben como si fuese agua.
Otro de los seres, con fuego en la cabeza o eso le parece coge a su mujer por el cuello y con un solo movimiento se lo desgarra y se lanza con avidez sobre él. Grari la oye tragar. Otro salta sobre ella y con un golpe la destripa. Arroja los intestinos hacia atrás que caen a los pies de Grari. Su mujer, su hija. Y él grita y huye. Nunca se lo perdonará. Están muertas y nadie cambia eso pero él siempre se considerará un cobarde. Huye dejándolas allí, huye dejando a esos monstruos comiéndose a su familia. Grita y grita hasta que le duele la garganta y aquellos seres no le prestan atención porque están muy ocupados devorando a su familia. Hace un minuto estaban cantando una canción y ahora están presas de unos seres horribles, muertas delante de sus ojos, asesinadas con brutalidad. Sus ojos le miraban, rogaban auxilio y él no se lo ha dado. Ha huido. Puede que noi hubiese podido hacer nada pero ha huido. Su hija lloraba de dolor y él ha huido. Jamás, jamás, jamás se lo perdonará. Las ha dejado ahí, las amaba y las ha dejado ahí. No ha podido despedirse de ellas, nunca podría decirlas que sentía haber huido, ni despedirse, ni seguirlas, nada… Huye gritando…
Grari se despertó en la cama del hotel con un grito ahogado en sus labios. Tenía la cara bañada por las lágrimas. Entendía a Nako y entendía las razones por las que deseaba suicidarse.
Ya era de día.
 
continuo

Personas hola:



7


Los dos hombres se marcharon a desayunar a un bar cercano. Grari lo había conocido años atrás.
- ¿Has pasado mala noche, no, tío?
- Pesadillas. Nunca te acostumbrarás a ellas.
El bar estaba chapado en madera con varias lámparas que quemaban dulces aceites por sus esquinas y luz indirecta. La música, chill out brasileño (brasileiro, como le gustaba decir a Steffi), bajo para permitir la conversación. El dueño, un oriundo hombre con más canas que el maestro de la novia en “Kill Bill volumen dos” les dedicó una sonrisa cálida y agradable. Se echó un trapo sobre su hombro y les preguntó qué querían.
- Este sitio… es magnífico.- balbució el policía.
- Te lo dijo.- repuso su compañero. Aún no he conocido un bar, restaurante, pub o lo que sea que lo supere. Disculpe.- se dirigió al camarero.- ¿Eres Jesús?
Los tres se miraron y se echaron a reír.
- Jesús es mi chico.- aclaró el camarero.- Pareció uno de esos mormones o lo que fuese por un segundo. Ahora debe estar en la universidad.
- ¿Y le va bien?
- Eso espero. Me dice que sí. ¿Qué deseaban?
- Un desayuno para quien lleva muchas noches durmiendo peor imposible.- respondió Grari.- Y el periódico si a bien tiene.
- Se lo llevaré a su mesa, caballeros.- les tendió La Voz de Bilbao.
Los dos hombres se sentaron en una mesa que recibía la luz del sol a través de los cristales tintados y con las cabezas casi juntas revisaron el periódico. Ambos sabían qué buscaban pero ninguno de ellos encontró nada fuera de lo normal. Sus suspiros de alivio fueron estentóreos.
Entonces el policía se inclinó en la silla con los ojos puestos en Grari. Sus dedos buscaron el cinturón como el típico policía de las películas americanas.
- Bien.- adujo al fin.- ¿Qué ocurre con ese tapiz que me dijiste?
- Es una pista más. Lo que aún estoy por descubrir es lo que indica la susodicha. Una pista no se hacia qué pero sí se para quién.
Se observaron un segundo en silencio. Grari sacó un grabado y lo señaló.
- He aquí.- añadió.- ¿Lo ves?
Claro que se veía. Era como un grito estentóreo directo a la oreja. Sólo si lo comprendías, sólo si sabías qué era. Y aquella cara le era familiar, ¿o no?
 
Ya nadie le hace caso. Tiene usted que continuar con este rollo?
 
Eh, Jack Frost, que Ajaspino solo te daba un consejo... para que no pierdas más tiempo escribiendo tanto :roll:
 
Personas hola:
Si se me ha malentendido, lo siento. Sólo decía que mi intención sí es acabar la historia y que no veo problema alguno en continuarla de tal manera que si no desea leerla, me deje terminarla aunque nadie la lea. :twisted: -1
 
Personas hola:

Continuo ...

Se trataba de un tapiz gótico en la que se veía una señora recibiendo a un ángel. De fondo una ciudad en llamas con todos los detalles que convertirían el arte flamenco en algo tan detallista y, en su opinión, tan maravilloso.
El ángel portaba una espada que era luz, sólo luz que arrojaba las sombras a un rincón. Parecería una anunciación pero no era así. La mujer estaba embarazada. Una mano estaba en su cuello de donde la caían hilillos de sangre. La otra señalaba a la oscuridad donde se veían dos caras putrefactas no mayores de tres centímetros. Aquél cabello rojo… Aquella perilla… Eran dos de los vampiros que vio en la muerte de Satania y aun sin saber sus nombres estos le cruzaban por la cabeza: Dana y Jack Frost.
Entonces algo captó su atención. Un pequeño, ínfimo y minúsculo detalle.
- El bien arroja al mal a la oscuridad.- explicaba Grari.- A las tinieblas, por así decirlo, ¿sabes? Se deice que hubo un lejano tiempo en que los vampiros podían ir por la luz. De hecho, los vampiros no son más que otra rama de la evolución como lo fue en tiempos el neardental con respecto al homo sapiens, ¿sabes? Pero, al parecer hubo una gran guerra que provocó un holocausto mundial y los vampiros acabaron siendo criaturas de la noche. En todas las culturas del mundo se representa ese holocausto. Los cristianos lo aducen al diluvio universal, otros a naves extraterrestres, otros al dios ese de los incas o los aztecas, ese del nombre tan largo. ¿Cuál era, joder?
- Y buscan algo. Los vampiros que atacaron a Steffi buscan algo.
- ¿Qué?
- El tapiz muestra una pista, sí. Es un ruego para que se proteja algo. Observa este punto, ¿qué ves?
Grari acercó toda su cara al grabado. Lo observó dos minutos en silencio.
- Nunca me había fijado. Me parece que es algo, sí. Aunque puede ser otra cosa, una mancha de pintura, tal vez… o un error del grabado.
- Eso es muy fácil de descubrir. Hagámonos con una lupa. ¿Tienes alguna?
- Sí, claro, en el doble fondo del sobaco guardo un arsenal militar completo. Joder, que llevo más de seis años viviendo bajo un puente, tío.
Nako se levantó y dejó el tapiz con una delicadeza exquisita.
- Esperame aquí. No te vayas, Grari.
- ¿Adónde coño vas?
- A por una lupa y un libro. Tengo una corazonada.
- ¿De qué…?
- Confía en mí. Es de día y no hay peligro pero no te muevas. Puede que deba localizarte. Espérame aquí. ¡Adiós!
Y sin decir más, salió apresuradamente de la habitación dejando a Grari boquiabierto… y temeroso.
 
En la próxima aportación se reencuentran Nako y Bárbara.
 
continuación del relato

Nako salió de la tienda. Treinta euros por una lupa normal y corriente. ¡Un robo!
Llegó hasta un banco frente al parque y allí se sentó abriendo el libro. Tenía que estar ahí. No podía ser de otra manera. Fue pasando una a una las hojas. Mitología, sólo mitología universal. Pero aquél libro era diferente. Recordó una ocasión en la que Steffi compró ese mismo libro. Después de leerlo nunca más se supo de él por mucho que le buscaron. Una noche, poco después de terminarlo, se quejaba de su pérdida.
- No es un libro corriente. No sé, lo vi y me encapriché de inmediato. Pero nunca había oído siquiera el nombre del autor. Juan de Génova.
- Un tío de Génova.- se había echado a reír como si fuese el mejor de los chistes.
- Eso ya lo se, capullo.- ella sonrió como tanto le gustaba a él. Adoraba esa sonrisa.- Pero es distinto, no sé.
- ¿De qué hablaba?
- De vampiros, seres oscuros, de una guerra. Muy extraño.
El libro se llamaba Hallzbok y decíase la segunda parte de otro, más extraño aún, llamado Hallzbozer. Lo había comprado en un viaje a Bilbao. Hablaba de vampiros. Y una suerte de fascinación se había apoderado de ella al comprarlo.
Nako recordó dónde lo había comprado y había ido corriendo a encontrarlo. El librero le había mirado extraño.
- Esos libros no sé de dónde los sacó mi abuelo. Sí, los tengo desde entonces. Pero de Hallzbok sólo tenía el original y una copia perfecta-lo he comprobado- echa por otra persona: Duciallus, amigo según dice el prólogo de un tal Juan Servende.
Y allí estaba. Intentando averiguar si algo tenía sentido. Steffi había comprado un libro de vampiros y había sido…
Levantó la vista. De repente le faltaba aire. Una vez más se sentía manipulado, como si alguien encauzase su camino. Y no sólo el suyo. También el de Steffi. Alguien que había permitido su muerte quién sabe con qué fin.
<< ¿Cómo que con qué fin? Con el fin de que tú estuvieses aquí. Con el fin de ir como un gilipollas detrás de esos seres>>.
Intentó serenarse. No podría seguir así por mucho más tiempo. Y entonces lo vio. Dmoriarty estaba allí. Esperando el autobús. Sin más. ¿Qué…?
 
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