Yo estuve una temporada en París, y me quedé hospedado en un pueblito de los alrededores a media hora larga en tren RER. El hospedaje estaba en una colina y daba por culo subir desde la estación hasta allá, sobre todo cuando llegabas molido a la tarde. Eran solo 200m pero la pendiente dejaba en cueros al Angliru.
Arriba de la colina solo había 4 casas, el hospedaje, y un bar de rastas jamaicanos. El problema venía a la hora de comprar tabaco, yo por entonces aún fumaba y cuando te despistabas y te dabas cuenta de que se había acabado tenías dos opciones, o bajar a la estación a comprar y luego subir otra vez el jodido Mortirolo o ir al bar de rastas.
Las tres primeras veces hicimos lo primero, pero un día que estábamos cansados y hasta los huevos de todo, nos dimos cuenta, coño no hay tabaco. Y me dije, pues me voy a comprar al bar de los rastas. Los colegas en plan "¿estás seguro tronco?" y "no jodas tío" como si me fuera a cazar leones al Serengueti.
Total que muevo la pesada puerta y de entrada me azota en la cara una vaharada semisólida de humo de porro. Cuando mis ojos se acostumbran a la casi total oscuridad me veo rodeado de niggas con rastas más cerradas que la barba de un camionero, algo parecido a esto
pero en plena oscuridad, de eso que solo se les veían los dientes y los ojos. Empecé a pensar que igual no había sido tan buena idea, pero el mono de nicotina me empujaba más allá de mi instinto de supervivencia.
Me acerco a la barra y le pregunto al pavo por tabaco. Me larga un par de cajetillas de Marlboro Light (?!), le pago las 800 que por entonces valían, y sin decir nada, me pone cara de "esto es lo que hay chaval, ahora da media vuelta y desaparece". Aprieto el culo mientras veo que detrás mío se van cerrando las filas de los niggas cual esfínter, abro la puerta y me tapo los ojos para que la luz no me haga daño.
Llegué allá con el tabaco y todos me consideraron el héroe del día.