Doy comienzo con órganos sexuales de personajes más o menos famosos que se han corservado hasta nuestros días. Los colocaré sin orden alguno. Por supuesto que está todo el mundo invitado a ampliar los fondos con las aportaciones que considere oportuno. El primero de este Museo es Ishida Kichizo. Un famoso gánster de Tokio, cuya amante era un joven geisha llamada Abe Sada. Tuvieron una relación amorosa prolongada, apasionada y sadomasoquista. Él disfrutaba haciendo que ella, montada sobre él, intentase estrangularle con un cordel. Kichizo sólo podía estar con su geisha a intervalos, ya que tenía mujer e hijos. Kichizo ofreció a Abe Sada, quien no podía resistir esos períodos de separación, ponerle una casa de té adonde él pudiera ir de tanto en tanto.
Ella surgirió en cambio que huyeran juntos o que se suicidasen. La noche del 18 de mayo de 1936, temiendo que él la abandonara para siempre, ella empezó a jugar al estrangulamiento con el cordón del pijama y lo estranguló de verdad. Ahora, no tendría que compartirlo con nadie. Pero quiso tener una parte de su amante. Tomó un cuchillo de carnicero y cortó su pene y sus testículos, los envolvió en la chaqueta del difunto y colocó y ató el bulto en derredor de su quimono. Luego, Abe Sada escapó de la casa de geishas y se inscribió en un hotel; acariciaba el pene de Kichizo y lo apretaba de continuo contra su cuerpo.
La policía acabó atrapándola y confiscó el pene que ella había conservado. Fue juzgada, hallada culpable y sentenciada a prisión. Estuvo encerrada ocho años durante la segunda guerra mundial hasta que el ejército norteamericano de ocupación entró en Tokio. Los norteamericanos dieron la libertad a todos los presos políticos, incluida, por error, Abe Sada. En 1947 una ya «envejecida pero vivaracha» Abe Sada era propietaria de un bar cerca del río Sumida, en la capital nipona. Si hasta el momento a alguien la historia no le ha sonado de nada, quizá viese en su día la película (mucho más conocida que el caso) El imperio de los sentidos.