Mire, ya que estamos aprovecho yo también para quejarme de varias cosas.
El carné por puntos está empezando a ser un fiasco. La gente se asustó al principio, y ahora que ven que todo sigue igual, vuelven a las andadas. Gran fallo de Tráfico, que tarda meses en hacer efectivas las sanciones y las retiradas del carné.
La presencia policial en las carreteras es NULA. Este fin de semana me he tragado más de 800 km por autovía y no he visto no ya un control de alcoholemia, es que no he visto ni una mísera patrulla (ni en moto, me cago en Satanás) ni de Policía Nacional, ni de Guardia Civil. Lo único que he visto es a dos municipales de La Guardia, Pontevedra, tomándose un cafelito a las 5 de la tarde en el restaurante en el que yo estaba. Más presencia policial y menos radar, eso es lo que hace falta.
El nulo respeto de la gente por las más básica normas de seguridad a la hora de circular es indescriptible. No tengo un coche de gran cilindrada, es un utilitario normal y corriente, pero que si le pisas, pues como todos, alcanza sus respetables kilómetros por hora. Pero yo se que no debo pasar de 120 km/h, y lo acato. Bien, pues soy el último puto mono de la autovía. Me adelanta todo el mundo, incluidos camiones, autobuses, jubilados, tractores y bicicletas. Caso aparte el de las motos, las cuales casi ninguna bajan de 200 km/h por sus santos cojones.
Volviendo de ese pueblo tan hermoso que es La Guardia, me adelantó un motorista portugués que circulaba como un rayo. Unos kilómetros por delante me encontré con una multitud de coches parados, agitando los chalecos reflectantes y haciendo señales para que la gente no se estrellara con los coches parados. Pregunté a uno de los agitadores qué había pasado. Un motorista que se la ha pegado, me contestó. El simpático y veloz portugués motorizado tomó una curva a izquierdas como si estuviera en el circuito de Jerez, con la mala fortuna de que en el momento que enderazaba la moto otro conductor con un coche salía al carril izquierdo para adelantar a un autobús. El motorista murió en el acto, y yo vi su cadáver espatarrado en el suelo, chorreando sangre como un cerdo degollado. El conductor del coche lloraba diciendo que no le había visto. Y yo le creo, pues esa moto a 200 km/h, uno mira por los retrovisores y es imposible que la vea con una curva a izquierdas dejándole un ángulo muerto. Si el motorista hubiera ido a la velocidad adecuada, no hubiera muerto, seguro. Bastante suerte (o pericia) tuvo el conductor del coche implicado, pues éste quedó parado en la mediana, a punto de pasarse para el sentido contrario, lo cual si hubiera sido una auténtica catástrofe. Por un lado me apena la muerte de una persona que seguramente había ido a pasar el día, como yo, a la playa. Por otro lado pienso que maldito hijo de puta, la que ha estado a punto de preparar por creerse Wayne Rainey en Donington Park.
Las leyes están para algo. El que quiera correr, que se vaya a un circuito y no ponga en peligro la vida de los demás, además de la suya propia (con la cual, por mi parte, puede hacer lo que le venga en gana).