Una de las peores cosas que hubiera podido ocurrir en un día como hoy, es ver a dos millones de catalanes excitados con la rojigualda, un desbordamiento sentimental que pusiera en cuestión la preconizada escisión catalana. No conviene poner trabas de última hora a un proceso irreversible, que ya se viene anunciando desde hace un lustro y que dio el acelerón definitivo dos años atrás. No me gusta la idea de una Cataluña divida, claramente fraccionada entre dos mitades simétricas entre españolazos e independentistas. En la península Ibérica no se suelen gestionar bien las divergencias y es mejor allanar el camino hacia un final inevitable, sin el peaje previo de un acuerdo entre los propios catalanes. Se gobierna y se independiza uno mejor con mayorías indiscutibles que por la vía del diálogo y la negociación. Esos son adornos verbales para europeos y pueblos civilizados, no para nosotros, los peninsulares que aún tenemos guardado en el desván la navaja, el trabuco y la hoz de los abuelos. Insisto, hoy las dudas, si alguien aún las mantenía, quedan despejadas.
A partir de ahora, es momento de cuidar a los nuestros, a los pocos románticos, imagino que cada vez menos, que sienten como suyo este país bajo sospecha. Es momento de querer a Cataluña, porque Cataluña es la tierra de unos cuantos de cientos de miles de españoles, que deben sentir nuestro afecto y aceptación. Se puede ser español al otro lado del limes, como se puede ser griego bajo la bandera chipriota. Debemos olvidarnos de los pasaportes y centrarnos en los corazones, en ese interés inexplicable y cuestionable por las cosas de España y los españoles. No es lo correcto, no debería sentir esto que siento, y sin embargo...Es lo que tiene el amor, que mancilla, duele y desprestigia y contra toda conveniencia y rentabilidad se mantienen los afectos.
Será en el 2014, año de Mundial. Importante este asunto para gestionar con cierta cordura la despedida. Referéndum si. Independencia también. Pero echemos cuentas como lo haría un judío y pensemos que siempre que antes los catalanes de la Selección hayan presentado armas en beneficio de una causa común. No queremos los millones que Madrid les roba. Abandonamos definitivamente el plan para erradicar el catalán de sus escuelas y calles, desistimos de nuestras artes de guerra y opresión, pero a lo que no vamos a renunciar jamás, es a que Inieste y sus talentosos compatriotas, le presten un último servicio a una causa que diez años atrás también fue la suya. Es el momento de crear los mecanismos mentales para concluir sin sobresaltos este proceso, para "naturalizarlo" para ir creando la imagen mental de una Cataluña como un estado distinto y aliado. Si fuimos compatriotas no hay ninguna razón para que no podamos ser hamijos.