Yo de esos apretones infernales he sufrido mucho a lo largo de mi vida. Recuerdo muchísimos, pero sobre todo los más graves, y que realmente dan vergüenza contar. Tengo lo que se llama un "colon irritable", y si como fuera de casa (los aceites industriales para fritura de hostellería sometidos a temperaturas altísimas, degradados y tal...), tengo algún disgusto o situación estresante que se me escapa del control, pues tengo muchas posibilidades de que surja el ínclito apretón que te cagas. Y cada vez que viajo, sobre todo si hace calor, es raro que regrese sin haber pasado por una de esas escatológicas situaciones.
Año 2008. Egipto. Cerca de los templos de Abu Simbel. Empiezan las ganas. Apreto culo y mi mantra es "no pasa nada, tranquilo". El mantra no funciona y la presión abdominal aumenta. Más de 40 grados a la sombra. Oteo a norte, a sur, a este y a oeste tratando de encontrar un lugar donde vaciar la carga en intimidad. Gente por todos lados. No existen descampados had hoc. Fiebre. Espalda sudorosa. A pesar de la temperatura el sudor es frio. Andar de maricón, lento y culo para adentro. Siento una humedad extrema en el ojal. Dolor atroz en las tripas. Recordar el cordero con legumbres del mediodía me da arcadas. La sangre me hierve. Muchedumbre por todos lados. Entro en ataque de pánico. Siento que me voy a desmayar y logicamente a cagarme todo por encima. Todo no, que algo ya ha salido. De repente, un bater. Bueno, una mierda de bater de esos arabes. Cuatro paredes con agujeros y cagadero de suelo dentro. Poco más de un metro cuadrado. Señor egipcio en la puerta, sentado a la sombra de una sombrilla más hortera que su puta madre, jugando con una mierda de rollo de papel higiénico. Me acerdo y le hago señas para entrar. Creo que los pantalones ya se ven algo barnizados por detrás. Creo que él también lo cree. Le doy un billete de 10 libras. Para cagar, allí, es un montón. Pero le hubiera prestado a mi novia media hora si hiciera falta. El tío, hijodeputa, coge el dinero con cierto desprecio, como si le diera 1 rupia. Corta un trozo del papel y me lo da. Unos 25 centímetros, no más. Os lo juro por Dios. Con el culo más apretado que el tornillo de un submarino le hago señas para pedirle algo más. Me mira atónito. Hijodeputa. Y me da otro trozo igual. Como no podía permitirme el lujo de explicaciones, y menos por gestos, entro a la velocidad del rayo en el cubículo. La puerta se sujetaba con un sistema que daba para hilo propio. Me quito el pantalón. Si, me lo quito. Si no lo hubiera puesto perdido. Y entre que cuelgo el pantalón y su calzoncillo apalominado en un gancho en la pared y me pongo de cuclillas, en ese movimiento, hecatombre de heces en forma de diarrea profunda. El marrón, por salpicaduras, llego hasta la puerta, que ya era marrón. O sea, no se notaba, apenas. Había restos por todas partes. Como la mayoría lo solté de pie inclinado, en ángulo de rebote hizo que a mi apenas me alcanzara el chorro. El papel, que no valía ni para hacerse un cigarro lo usé para secar un poco restos de caca que alcanzaron el talón de aquiles del pie izquierdo. En una mariconera llevaba un paquete con pañuelos de papel. Quedaban 5. 4 los utilicé para higienizar el culo en la medida de lo posible. El quinto lo coloqué pegado al esfínter, para que se sujetara con el pantalón. El calzoncillo lo dejé allí tirado, tras secar con él también algunos restos en mi anatomía. No había cadena. Habia una mierda de cubo de agua, que encima ni siquiera estaba lleno. No lo toqué. Dejé toda la obra de arte tal cual. El cuartucho parecía el infierno. Tocaba escapar de allí. Abrí la puerta lo justo para colocar de lado y salir. La cerré. Anduve unos pasos despacio aparentando normalidad y mirando de reojo para atrás, por si alguien se acercaba al “bater”. Cuando veo que el egipcio se levanta de la silla (creo que era una caja de cervezas o algo así) echo a correr, Los sofocos van desapareciendo, la fiebre bajando y la relajación corporal es tal que a pesar de sentirme un poco sucio, sudado y agotado, fui feliz. Tardé casi una hora en encontrar a los míos. ¿Dónde has estado? Ná. Por ahí, fertilizando. Guardo un recuerdo sobrecogedor. Y no, no hice foto. Ni se me pasó por la cabeza. Me arrepiento. La hubiera puesto aquí, y alguno vomitaría.
P.D. Perdón por el ladrillazo