AhoraEsEM rebuznó:
Usted ha pasado una vuelta de rosca con la llave inglesa y no se ha dado cuenta de que el tornillo ya estaba bien colocado sujetando la pieza. No ha captado realmente la esencia final o el trasfondo del hilo. Aquí no estamos hablando de babear, de pagafantear o de admirar sin ton ni son, como simios prehistóricos con tal de mojar coños, sino del malestar que provoca ver mujeres que, por más que nos atraigan o desearíamos, nunca podrán ser nuestras ni podremos sentirlas, besarlas, poseerlas o ni siquiera poder conversar con ellas. Olvídese de las babas, de los alaridos haciendo el ganso o de entrarle a cualquiera con 4 cubatas de más.
Imagine por un momento que está en un lugar X pensando en cualquier cosa, aburrido incluso, aguardando un autobús, en la sala de espera de un hospital, en la cola de la caja de un supermercado o donde ustec prefiera elucubrar, y ve a una chica o mujer que despierta su admiración. La ve junto a usted, a unos metros, pero no puede abordarla, hablar con ella y mucho menos disfrutar con ella de sus sonrisas, sus caricias o de su sexo. Pasan los minutos, y el malestar se acrecienta mirándola, sintiendo algo especial e intenso, porque usted comprende que es y será imposible que pueda contactar con ella, que pueda dirigirle la palabra, que haya alguna remota posibilidad de conocerla y de tenerla. Al final, para su amargura, ella sale por la puerta, la perdemos de vista, se marcha, nunca más la volverá a ver, y una profunda desolación se abate en nuestro interior sintiendo el dolor de una pérdida absoluta. Nunca la tendremos; nunca nos sonreirá a nosotros. Nunca se quedará arrobada escuchando nuestra conversación o riendo nuestros comentarios o llorando nuestras palabras. Nunca sentirá su piel cálida o su aliento en su boca.
Imagínese ahora esa misma situación multiplicada varias veces al día, durante semanas, meses o años. Aquí no hay babas, ni gilipolleces, sino pesadumbre, desazón y malestar. Está la conciencia pura de un imposible. La impotencia de vivir un sueño demasiado hermoso que jamás se cumplirá.
Buena narración caballero. Creo que cualquiera nos sentimos identificados con este relato, pero les voy a contar una experiencia de hace unos años.
Era por la mañana, como tantas otras, en el supermercado que está cerca de mi casa, después de llenar el cestito de la compra tocaba hacer unos minutos de cola para pasar por la caja. Las 13:00 de la mañana y "¡mierda!", de lejos veo unas 6 personas con sus carros a rebosar delante mia, ahora me tocaba esperar un buen rato hasta que fuera mi turno. Pero conforme me iba acercando ese pesismismo se convertía en exultación cuando la vi alli de pie.
Llevaba unas zapatillas blancas, un vestido azul un poquito por encima de las rodillas, que no se ceñía mucho al cuerpo pero que le realzaba todas sus bonitas curvas, el peinado informal, flequillo hacia atrás recogido con unas pinzas y el resto suelto por encima del hombro. Suspiraba, quizás por la calor, o por el aburrimiento de esperar tanto en la cola, o quizás porque su vida era aburrida y necesitaba que alguien al llegar a casa le diera un abrazo, le acariciase el pelo y le dijera que nunca le iba a faltar cariño.
La miraba fugazmente con el rabillo del ojo, y si se tornaba un poco hacia el lado yo hacía como si no tuviese en cuenta que estuviera allí, y miraba hacia el suelo. Ya lo había hecho otras veces al verla, en ese mismo supermercado, y luego al llegar a casa me maldecía por ni siquiera preguntarla "-¿Eres la última?".
Pero ese dia no. Ella no me dejó. Me miró y me dijo "-¡Como está esto hoy,¿no?!" y me dedicó un esbozo de sonrisa que no me esperaba. Y yo le respondí: "-Si". ¡Que gilipollas! Una diosa te de la oportunidad de entablar una conversación, aunque sea de 4 palabras con ella y no se me ocurrió otra cosa que decir 'Si', enhorabuena por ese don de palabra innato que tienes, Premio Nobel.
Pero fue suficiente, esas palabras que me dedicó fueron suficientes para que a la salida me armara de valor y le dijera algo: "-Oye. Tú vives por aqui cerca, ¿verdad?", que no es la frase mas ingeniosa del mundo, pero es harto efectiva en algunas ocasiones. Y con una medio sonrisa y esos ojos enormes y brillantes respondió: "-Si, vivo detrás de aquellos bloques de pisos rojos de alli. Tú también vivirás por aqui cerca, ya te he visto más de una vez". Y sonrió.
La conversación, al igual que la historia, siguió. Y tendré ocasión de comentarla otro día si el público asi lo desea.
Esta noche cuando llegue a casa esa chica que os comentaba me dirá: "-Hola cariño, ¿Ha ido bien el dia?". A veces los milagros ocurren para algunos afortunados.