Él no es responsable, la culpa es del desobediente núcleo de jugadores que se resiste a respaldar su discurso en público. Él no es responsable de la ley del silencio, porque todo obedece a un malentendido del inferior del 'ser superior', que reconoció que esa decisión era 'una postura tomada por el cuadro técnico y por el vestuario'. Él no es responsable de hablar para esquivar una multa ejemplar de la UEFA, ese organismo del que insinuó que cobijaba una conspiración que, con la ayuda de Unicef, estaba destinada a perseguir a su equipo. Él no es responsable de que un periodista tenga la osadía de preguntarle a uno de sus jugadores si hablarán después del partido, por lo que aplica el protocolo reglamentario del artículo 33 para, todo educación y señorío - ese mantra que tanto crispa a sus legionarios-, proceder a levantarse y abandonar la conferencia de prensa. Él no es responsable porque serlo sería condenarse a actuar cuando la situación lo requiere, en vez de cuando le favorece.