Levantarme el domingo a las seis de la mañana, quedar con un colega, preparar los caballos e ir a montar al monte, acompañado de nuestros perros.
A las nueve, almorzar en pleno monte. A las diez recogida y a las once en casa. Ducha, arreglarme e ir con mi mujer y con el crío a dar un paseo tranquilamente por el puerto. Comer en el restaurante de un amigo mirando al mar (que nos reserva un sitio donde ni nos dan por culo la gente, ni lo damos nosotros con el puto carricoche).
Por la tarde recogida, ellos duermen la siesta y yo arreglo los perros, me ducho otra vez, me pongo el pijama y ¡me toco los cojones!, (o veo la tele o me meto en el foro, o leo un libro...).
Esa tarde no le descuelgo el teléfono ni le abro la puerta NI A DIOS (paso de aguantar canseras).
A las 9 o las 10, el crio duerme, tomamos algo de fruta viendo un poco la tele, nos acostamos, echamos un quiqui y a dormir, que al día siguiente llegará el puto lunes.