Yo siempre saludo, incluyendo a los vecinos de arriba con los que discutí por el ruido. Me era más incómodo emocionalmente bajar tantos pisos en el ascensor sin mediar saludo, y decidí hacerlo. Los vecinos de abajo, que a su vez me increparon por los ruidos de mi hijo, que no son nada del otro mundo ni suceden a horas intempestivas, tambien me saludan y dan conversación, aunque a veces me hayan tocado el timbre a las 8 de la mañana los hijos de puta. Lo tengo desconectado.
Dada mi nula capacidad para socializar, cuando he hecho el trayecto ascensoril con alguno de los pocos vecinos que me caen bien, he sido incapaz de mantener una conversación. Y cuando encontré una tontería que decir, el otro se puso a hablar a la vez de otra distinta. Joder. Le dije en pleno mes de febrero en medio de una tormenta, que ya mismo nos estábamos bañando en la piscina, que la abrían en junio. Asombroso, qué capacidad dialéctica, qué prosa ágil y aguda. Y el otro contesta: ha dicho el del tiempo que seguirá así toda la semana... menos mal que ya quedaba un solo piso por descender. Y al salir del ascensor, de los nervios, me comí la puerta que el vecino gentilmente me abría. Joder. Espero no volvérmelo a encontrar.
Con el paso del tiempo lo que más adoro es el silencio. No aguanto los vozarrones, porrazos, tacones, música alta, perros ladrando ni niños jugando, gritando, llorando ni correteando. El caso es que me he mudado hace una semana y de momento no he oído nada de eso, esto es como si me tocara la lotería.
Creo que es algo que no he comentado nunca en el foro, ni a mi familia ni a nadie: lo mucho que odio el ruido de los vecinos, en concreto los mismos ruidos que has dicho tú. Lo que más temo en el mundo es que en mi próxima residencia el ruido sea peor o igual que en esta. Estoy mirando áticos sin vecinos de planta, porque los de abajo tienen que hacer realmente mucho ruido para que te llegue a molestar.
De vez en cuando los vecinos de arriba se van un par de días fuera, y deseo que en alguno de esos trayectos un camión los defenestre, y tal vez en la caja de pino o en silla de ruedas no taconeen tanto. Hasta qué límite me habrán llevado para que mi dulce persona les desee esas cosas.
Podría irme a las afueras, pero está el problema de mi incapacidad para conducir, y lo de que me violen a las gallinas, que por ahí sí que no paso.