Bah, diréis "
No merece la pena. ¿que tiene que ofrecernos esta vez? Siempre se enroca detrás de circunloquios preciosistas, utiliza tornasolados parapetos sin ninguna sustancia. Ea, no nos hagas perder más el tiempo. El gobierno de nuestras casas y ciudades no acepta semejantes distracciones. ¿Que te hace pensar que pueden interesarnos asuntos tan triviales? Prueba en las tabernas, prueba en los lupanares extramuros, allí encontrarás oídos más atentos, allí al menos no lastimarás el provecho de las haciendas ajenas. No somos ni mujeres ni viejos, ni tampoco locos sin oficio conocido que podamos perder el tiempo con tus habladurías de trilero. Despeja el camino y no me interrumpas más con tu insana verborrea". Escuchadme, esta vez es diferente, esta vez sufro con importancia por asuntos importantes. Hay un verdad que no admite regate alguno. Nunca he amado tanto la vida...
Hay momentos en la vida inasumibles, luces, efectos, sensaciones que nos obligan aceptar querencias suicidas. Uno podría pensar, oh, que sería más provechoso apartarse del camino y dejarse caer en los brazos de la Parca. La vida carece de emociones y todo nos desalienta y nos impele hacia la tumba. Somos románticos, vehementes, sentimos en exceso emociones excesivas y poco recomendables. Es un desapego incómodo por las cosas sensibles de esta vida, una distancia que crece entre el necesario hedonismo que justifica nuestra existencia y una realidad poco estimulante. Estoy hablando de ese abatimiento insuperable que uno puede sentir, semana tras semana, los domingos por la tarde. Horas y horas reptando a través del tiempo sin sentido alguno. Horas y horas lacerantes, inanes, horas pesadas, indigestas; horas para
"mirar con cariño los más altos campanarios"
Pero no. Protesto contra mi, contra esta emoción, contra lo que pienso y lo que siento y asiento mi queja sobre el recuerdo de una muerte inminente e insalvable que nunca llegó. Hace años, lo he contado decenas de veces en este sacrosanto Foro, estuve bajo sospecha. Un bulto, un quiste, un presunto tumor en un lugar inaccesible y terminal me llevó, emocionalmente, a las orillas de la Estigia. Pruebas, resonancias, preguntas y miradas al interior del "corazón de las tinieblas" en busca de una confirmación. Fueron meses terribles, dolorosos, vívidos. NUNCA HE AMADO TANTO LA VIDA como durante aquellos días. La muerte estaba allí, preguntando por mí, llamando a todas las puertas, mandando wasap cada minuto, concertando citas y enviando rosas negras. Me tenía ganas, olía la sangre de mi desaliento, mi desesperación, mi angustia y mi dolor. No podía ser y sin embargo era. Yo quería vivir. Yo quería vivir. Yo quería VIVIR y sin embargo no había vida para mí. Asumí finalmente mi cercana ausencia y la rutina de los que me sobrevivirían unos años más. Ellos se quedaban sin mí y yo lo perdía todo, su compañía y perdía también, con absoluta devastación y tristeza, mis odiados domingos por la tarde.
Hoy es domingo por la tarde. No esteis tristes. Amad la vida.
No parece gran cosa pero es un bien inmenso estas horas desapasionadas del día.