Dr_Escroto
Il Dottore
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En ese submundo que es el Metro de Madrid, es normal chocarse con gente ajena, con chusma, inmis, peloceniceros, kinkis varios. Pero el prototipo más peligroso son claramente la gente de la tercera edad. Esas personitas seniles a los que ya se la suda todo y se toman todo el tiempo del mundo (irónico, teniendo en cuenta el poco que le queda) en subirse/bajarse del vagón, en apartarse a un lado en las escaleras mecánicas para que pasemos por la izquierda los que cuyas piernas todavía pueden ir a más de 2 km/h.
Es una clara falta de educación la de estos veteranos.
Hoy, he flipado, y no lo digo por el tanga de esa jenny que ha asomado sugerentemente mientras subía las escaleras, total, ya estoy acostumbrado y ya casi ni me pongo cachondo ante esa cotidiana visión.
Salgo del submundo al "aire libre" (nótesen las comillas, estamos hablando de Madrid) a esa zona entre las dos Torres Kio que ya ha sido declarada capital mundial del Top Manta. Acompañando a esas personas de color, de color negro digo, hay también gitanos vendiendo rolex robados poniéndotelos en la cara, chinos vendiendo paragüas (solo aparecen los días de lluvia aprovechando la coyuntura), más gente de color (negro) impidiéndote el paso con su propaganda de nosequé brujo africano zulú que remedia todos los males (cuando digo todos, son todos, o eso es lo que jura el panfletillo) con actos chamánicos, un jodío judío con barbas de pelo púbico y gorrito ridículo que sentado sujeta un cartel publicitando su jodía secta judía y a veces (y este es mi favorito) un mendigo sin brazos que sujeta un mini de kalimotxo con la boca como recipiente para las limosnas (que putada sería hacerle cosquillas en los muñones).
En ese escenario que bien podría valer para el remake de "La parada de los monstruos", una señora seguramente seguidora de Mª Teresa Campos (esas cosas se notan en la cara) se me cruza al lado rozandóme que ni yo arrimando cebolleta un sábado noche, así que en un acto reflejo, saco el codo para que se choque más. ¿Quiere chocarse señora? Pues tome dos tazas.
La señora sigue para adelante con prisas, pero atino a escuchar algo que sale por su boca, y no era un cotilleo sobre la muerte de Lauren Postigo.
La señora había dicho claramente "gilipollas". En bajini, sin siquiera tener la cortesía de girar la cabeza y mirarme a los ojos para dedicarme tal halago, pero lo había dicho.
Flipé. Durante medio segundo tengo que reconocer que la señora me dejó descompuesto, clavado en el sitio. Pero seguí mi camino hacia el autobús, que casualmente coincidía en parte con el de la señora.
Así que la solté, unos dos segundos más tarde (en los que me estaba cerciorando mentalmente de que la señora realmente había dicho eso):
-Que te jodan.
-Gilipollas. -insiste la señora-
-Maruja.
-Subnormal.
-Que la jodan, señora. -esta vez, aprovechando que la señora había girado la cabeza, realcé la frase gráficamente con mi dedo medio levantado-
-Que te den a ti.
La situación era ya surrealista, y esta última frase la pronunció la señora mientras se subía al autobús. Todo esto me llevó mentalmente a los tiempos de parvulitos, así que en esa sensación de deya ví, la dediqué una frase que hacía años (la hostia de años) que no pronunciaba:
-Rebota, rebota, que en tu culo explota.
La hice el gesto y todo. Ese de cruzarse los dedos de las manos y hacer un movimiento para afuera como parecido a los pases de volleyball.
La señora dijo algo más, pero como ya estaba dentro del autobús, no atiné a escucharla, lástima de poesía desperdiciada.
Como despedida la dediqué con una sonrisa una última visión de mi dedo medio.
Pero la invasión de los viejos descarados no quedó allí, son legión, ya están por todas partes, como me demostró un viejo conduciendo un Mercedes, que me pitó cuando al bajarme del autobús y caminar dos metros más alante del paso de cebra para cruzar (a mi me daba tiempo de sobra para cruzar antes de que llegara el coche del viejo pijo) el viejales acelera como para intentar pillarme estilo Carmageddon y cuando pasa a mi lado rozándome va y toca el claxon.
Otro del clan de los carcamales que presenció en primer plano la roña de la uña de mi ya famoso dedo medio.
Si es que ya no se respeta a la juventud.
Es una clara falta de educación la de estos veteranos.
Hoy, he flipado, y no lo digo por el tanga de esa jenny que ha asomado sugerentemente mientras subía las escaleras, total, ya estoy acostumbrado y ya casi ni me pongo cachondo ante esa cotidiana visión.
Salgo del submundo al "aire libre" (nótesen las comillas, estamos hablando de Madrid) a esa zona entre las dos Torres Kio que ya ha sido declarada capital mundial del Top Manta. Acompañando a esas personas de color, de color negro digo, hay también gitanos vendiendo rolex robados poniéndotelos en la cara, chinos vendiendo paragüas (solo aparecen los días de lluvia aprovechando la coyuntura), más gente de color (negro) impidiéndote el paso con su propaganda de nosequé brujo africano zulú que remedia todos los males (cuando digo todos, son todos, o eso es lo que jura el panfletillo) con actos chamánicos, un jodío judío con barbas de pelo púbico y gorrito ridículo que sentado sujeta un cartel publicitando su jodía secta judía y a veces (y este es mi favorito) un mendigo sin brazos que sujeta un mini de kalimotxo con la boca como recipiente para las limosnas (que putada sería hacerle cosquillas en los muñones).
En ese escenario que bien podría valer para el remake de "La parada de los monstruos", una señora seguramente seguidora de Mª Teresa Campos (esas cosas se notan en la cara) se me cruza al lado rozandóme que ni yo arrimando cebolleta un sábado noche, así que en un acto reflejo, saco el codo para que se choque más. ¿Quiere chocarse señora? Pues tome dos tazas.
La señora sigue para adelante con prisas, pero atino a escuchar algo que sale por su boca, y no era un cotilleo sobre la muerte de Lauren Postigo.
La señora había dicho claramente "gilipollas". En bajini, sin siquiera tener la cortesía de girar la cabeza y mirarme a los ojos para dedicarme tal halago, pero lo había dicho.
Flipé. Durante medio segundo tengo que reconocer que la señora me dejó descompuesto, clavado en el sitio. Pero seguí mi camino hacia el autobús, que casualmente coincidía en parte con el de la señora.
Así que la solté, unos dos segundos más tarde (en los que me estaba cerciorando mentalmente de que la señora realmente había dicho eso):
-Que te jodan.
-Gilipollas. -insiste la señora-
-Maruja.
-Subnormal.
-Que la jodan, señora. -esta vez, aprovechando que la señora había girado la cabeza, realcé la frase gráficamente con mi dedo medio levantado-
-Que te den a ti.
La situación era ya surrealista, y esta última frase la pronunció la señora mientras se subía al autobús. Todo esto me llevó mentalmente a los tiempos de parvulitos, así que en esa sensación de deya ví, la dediqué una frase que hacía años (la hostia de años) que no pronunciaba:
-Rebota, rebota, que en tu culo explota.
La hice el gesto y todo. Ese de cruzarse los dedos de las manos y hacer un movimiento para afuera como parecido a los pases de volleyball.
La señora dijo algo más, pero como ya estaba dentro del autobús, no atiné a escucharla, lástima de poesía desperdiciada.
Como despedida la dediqué con una sonrisa una última visión de mi dedo medio.
Pero la invasión de los viejos descarados no quedó allí, son legión, ya están por todas partes, como me demostró un viejo conduciendo un Mercedes, que me pitó cuando al bajarme del autobús y caminar dos metros más alante del paso de cebra para cruzar (a mi me daba tiempo de sobra para cruzar antes de que llegara el coche del viejo pijo) el viejales acelera como para intentar pillarme estilo Carmageddon y cuando pasa a mi lado rozándome va y toca el claxon.
Otro del clan de los carcamales que presenció en primer plano la roña de la uña de mi ya famoso dedo medio.
Si es que ya no se respeta a la juventud.