Tras la penosa experiencia de mi padre en los coches de choque, años después empecé a ir a las ferias de adolescente con la pandilla. He de decir que nunca me subí a las atracciones bestias que daban miedo, así que allá abajo que me quedaba yo con todas las carteras, los bolsos, el dinero, etc.
Alguna chica me lo recriminó pero no pasa nada porque no me la iba a ligar igual.
Nunca he entendido eso de sufrir por sufrir, yo creo que ahora tampoco lo haría y eso que ahora veo una montaña, la subo. Veo un toro, le recorto. etc.
En una de esas, ya en la edad del jolgorio, a una de la pandilla cada vez que pasaba la atracción se le veían las bragas, y que bragas, bragas blancas de algodón y falda de pliegues de colegiala, braguitas. 15 años y delgadita y con sus correspondientes granos. Y allí quedé yo, con mi sonrisa y los bolsos, mientras los otros por pringaos lo pasaban bastante mal.
Y la última vez que fui a un sitio de esos fue en Terra Mítica en Benidorm, pero eso ya era un grupo de “Singles”, yo con 30 y los demás más viejos. Una gorda se pasó todo el día dándome piececitos si estaba en la silla de al lado, etc. Era una gorda monstruosa, un león marino adulto, un cachalote que daba miedo, vaya día me dio, parecía baloncesto, pero me dijo que sabía dar masajes y que me quería dar uno. Y lo dijo de una forma …
Al final en casa me hice una paja yo solo, un pajote, un gran pajote, pero de los buenos, gracias a esa ballena a la que por supuesto a partir de entonces siempre evité.