El Loco de las Coles
Famelic escaleto
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- 29 May 2005
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Dejar de fumar es de maricones, lo sé, y además de de rojos comunistas, pero la llegada de la primavera me ha hecho reflexionar.
Todo empezó allá por Abril de 2003, cuando las aventuras de mi vida me llevaron a vivir en un piso de estudiantes en el que compartía techo con dos italianas Erasmus y un joven oriolano. Todos fumaban, y por influencia primero y por el descubrimiento de las propiedades saciantes del tabaco después, fui cogiéndole el gusto al cigarrillo. Empecé a fumar tarde y lo dejo temprano.
El tabaco me ha acompañado durante la que puedo considerar la etapa más importante de mi vida, y aunque me ha hecho daño, aunque me ha provocado mala salud, mal aliento y malestar general día tras día, debo reconocerle que ha sido una grata compañía. Tantas cosas nos matan, que al menos hay que agradecerle al cigarrillo su sinceridad, pues ni engaña ni miente, y te abraza con la calidez de su mordisco gris advirtiéndote que te hará daño, como las mujeres a las que verdaderamente se ama.
Pero todo tiene un final, y como dije líneas atrás, la llegada de las alergias primaverales, sumada a los cotinuos constipados que me produce el ir en bicicleta han marcado un punto de inflexión en mi vida, más importante de lo que puede parecer cuadno se lee. No tengo un sistema respiratorio como para andar tonteando con el cigarrito, y para colmo tengo uan personalidad adictiva que me lleva a hacerlo todo a lo grande. Si bebo Coca Cola, soy el que más litros bebe, si fumo, me fumo a Dios por los pies, y así hasta el infinito.
Me despido pues del humo, y aunque llevo apenas tres días lejos del olor tostado y dulzón de mi Camel, algo dentro de mi me dice que es un adiós definitivo, porque la verdad sea dicha, me encuentro de putísima madre. Como ya he dicho, fumaba mucho, de día y de noche, en la calle y en mi pequeño cuarto, y cualquier alejamiento de ese hábito supone para mi una mejoría instantánea.
Fumar siempre se asoció al mundo bohemio, al mundo intelectual, al mundo filosófico incluso, y muchas personas, al ver que dejas de fumar, suelen mirarte con un rasgo de desdén en los ojos, como si hubieses abandonado el camino "rebelde" de la vida. Pero a todos esos que te dicen convencidos que no sirve de nada conservar la salud, porque nunca sabemos cuando vamos a morir, yo les digo que no es cuestión de ir desafiando a la muerte, que fumar no te hace más intrépido o más nihilista, y que la verdadera grandeza de los hombres radica en elegir su propio camino, tanto como si éste es fumar como si es dejarlo.
Hasta siempre Camel... y gracias por todo.