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Los ingleses, en su puto idioma de mierda, distinguen entre la palabra loneliness y la palabra solitude. Ambas significan lo mismo, soledad, pero la primera se refiere a la soledad del que está solo porque no tiene a nadie y la segunda a la soledad buscada, donde uno encuentra paz y sosiego.
A mí me parece de puta madre la segunda, una mierda la primera. Afortunadamente he sabido encontrar el justo término medio entre mi soledad buscada y la necesidad natural de socializar. Siendo como soy hombre de pocos amigos, me he desprendido de la gran mayoría de ellos. De algunos sin quererlo -me encantaría poder revivir mi grupo de amigos de la adolescencia y primera juventud, pero la vida nos ha llevado por sitios y países diferentes y no es posible-, de otros queriéndolo y he acabado limitando mi esfera social a lo mínimo imprescindible. En estos momentos no necesito más que lo que tengo. Ni siquiera en el trabajo socializo: trabajo ahora desde casa, comunicándome con el resto de la oficina por teléfono, Skype, Slack y correo, y sólo eventualmente me encuentro con algún compañero para ir a una reunión con un cliente juntos, compañero que, por lo demás, es bastante afín a mí en muchas cosas. Me basta con mi pareja, con la que vivo, con las muy pocas ocasiones en las que quedo con algún amigo -y aún estas ocasiones están bajando en número- y mi casi nula relación social con otras personas. Me puedo tirar, perfectamente, tres días sin salir de casa, donde tengo todo lo que quiero y lo que necesito. Si no me tiro más tiempo sin salir es porque tengo la costumbre de pasear casi todos los días con mi novia, lo que también me ayuda a ver escotes y a desentumecer el cuerpo. Mi teléfono apenas suena, y yo que me alegro de ello. De cada diez veces que entablo una conversación con alguien, con un colega o un conocido, nueve y media las empieza la otra persona. He aquí un gran secreto para desembarazarse de gente: jamás llaméis o escribáis vosotros primero, que sea siempre el otro, pero contestad siempre: al cabo de un tiempo sólo quedarán los que interesan.
Así pues, en este momento, como digo, mi vida social es mínima y mi felicidad al respecto es máxima.
A mí me parece de puta madre la segunda, una mierda la primera. Afortunadamente he sabido encontrar el justo término medio entre mi soledad buscada y la necesidad natural de socializar. Siendo como soy hombre de pocos amigos, me he desprendido de la gran mayoría de ellos. De algunos sin quererlo -me encantaría poder revivir mi grupo de amigos de la adolescencia y primera juventud, pero la vida nos ha llevado por sitios y países diferentes y no es posible-, de otros queriéndolo y he acabado limitando mi esfera social a lo mínimo imprescindible. En estos momentos no necesito más que lo que tengo. Ni siquiera en el trabajo socializo: trabajo ahora desde casa, comunicándome con el resto de la oficina por teléfono, Skype, Slack y correo, y sólo eventualmente me encuentro con algún compañero para ir a una reunión con un cliente juntos, compañero que, por lo demás, es bastante afín a mí en muchas cosas. Me basta con mi pareja, con la que vivo, con las muy pocas ocasiones en las que quedo con algún amigo -y aún estas ocasiones están bajando en número- y mi casi nula relación social con otras personas. Me puedo tirar, perfectamente, tres días sin salir de casa, donde tengo todo lo que quiero y lo que necesito. Si no me tiro más tiempo sin salir es porque tengo la costumbre de pasear casi todos los días con mi novia, lo que también me ayuda a ver escotes y a desentumecer el cuerpo. Mi teléfono apenas suena, y yo que me alegro de ello. De cada diez veces que entablo una conversación con alguien, con un colega o un conocido, nueve y media las empieza la otra persona. He aquí un gran secreto para desembarazarse de gente: jamás llaméis o escribáis vosotros primero, que sea siempre el otro, pero contestad siempre: al cabo de un tiempo sólo quedarán los que interesan.
Así pues, en este momento, como digo, mi vida social es mínima y mi felicidad al respecto es máxima.