—Sí, pero creyó que éramos amigos. Un error habitual. Cuando el viejo tonto me
dio la mano, le corté medio brazo. A continuación, dejé que me viera la cara. —El
hombre se llevó las dos manos al yelmo y se lo quitó, para sostenerlo en el hueco del
brazo.
—Hediondo —dijo Theon, con inquietud. «¿Cómo ha conseguido un sirviente una
armadura de tanta calidad?»
—¿Hediondo? —El hombre se rió—. No, ese pobre desgraciado está muerto. —
Dio un paso y se aproximó—. Fue culpa de la chica. Si no hubiera huido tan lejos, su
caballo no se hubiera quedado cojo y hubiéramos podido escapar. Le di el mío cuando
vi a los jinetes desde la cordillera. En ese momento, yo había terminado con ella, y a él
le gustaba aprovechar su turno cuando aún estaban calientes. Tuve que arrancarlo de
encima de ella y meterle mis ropas en las manos: las botas de piel de becerro, el jubón
de terciopelo, el cinto de la espada con incrustaciones de plata, hasta mi manto de marta
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cibelina.
»—Corre a Fuerte Terror —le dije—, y trae toda la ayuda que puedas. Llévate mi
caballo, es más veloz, y toma, ponte el anillo que me dio mi padre, para que sepan que
vas en mi nombre.
»Ni se le pasó por la cabeza preguntarme nada. Cuando lo atravesaron por la
espalda con una flecha, yo había tenido tiempo de ponerme sus harapos y de untarme
con la mierda de la chica. A lo mejor también me habrían ahorcado, pero fue lo único
que se me ocurrió. —Se frotó la boca con el dorso de la mano—. Y ahora, mi querido
príncipe me prometió que habría una mujer si yo traía a doscientos hombres. Bien, he
traído tres veces esa cantidad, y no se trata de chicos bisoños ni labriegos, sino de la
mismísima guarnición de mi padre.
Theon había dado su palabra. No era el momento de regatear. «Págale el precio de
la traición y ocúpate de él después.»
—Harrag —dijo—, ve a la perrera y trae a Palla para...
—Ramsay. —En los labios regordetes de Hediondo había una sonrisa, pero no en
los ojos pálidos—. Mi esposa me llamó «Nieve» antes de comerse los dedos, pero yo
digo que mi apellido es Bolton. —La sonrisa se le congeló en el rostro—. Así que me
ofrecéis a una chica de la perrera a cambio de mis buenos servicios, ¿no es así?
En su voz había un tono que a Theon no le gustó, como no le gustaba la manera
insolente con que lo miraban los hombres de Fuerte Terror.
—Fue lo prometido