El coche se disfruta cuando uno ha aprendido a conducir pronto, cuando no se hace por necesidad o por motivos de trabajo, cuando se conduce (muy) bien y cuando no supone un gasto enorme o un derroche de dinero excesivo en la economía personal de cada uno.
Aprendí a conducir con 13 años en un camión. Mi padre me sentaba delante suyo, iba casi de pie, con las manos tratando de abarcar un volante excesivamente grande y casi ni llegaba aún a los pedales. Conduje además otros camiones, un autobús, todos los coches que ha tenido mi padre, mucho antes de cumpliera la mayoría de edad, y por mi manos han pasado decenas de coches de alquiler, de novias, de mi ex-mujer y de su madre, de amigos y tres que he tenido en propiedad, de los cuales conservo dos actualmente.
Conducir no es imprescindible, a no ser que sea una necesidad imperiosa por motivos de trabajo y el transporte público no sea el más adecuado, pero sí es cierto que ofrece una libertad absoluta para moverte donde y cuando quieras, pero si pudiera usar el metro, el tren o un autobús para hacer el mismo trayecto, elegiría primero estas opciones.
Comprarse un coche para vacilar, fardar, tontear los fines de semana es absurdo. Comprarse un coche para disfrutarlo conduciendo y usarlo para desplazarse es una opción factible para quien pueda permitirse un gasto importante de dinero. Comprarlo y usarlo para follar es de tristes, pero si no hay opciones mejores, qué remedio.
Una cosa tengo muy clara. Cuando el trayecto que voy a hacer es mayor de 400-500 km. siempre uso coche de alquiler, voy en tren o en avión. Lo de darse una paliza en carretera más de 6 horas seguidas, ni borracho. Sólo de pensarlo me descojono de la risa.
Lo que sí me parece ya totalmente demencial es comprarse un coche que está muy por encima de tus posibilidades económicas, cuando no tienes dinero para llegar a fin de mes y comes casi cada dia un plato de patatas fritas con huevo. El coche, por desgracia, se ha convertido en un símbolo social de ostentación, de vacileo. Un coche es una máquina, que, además de poder ser estéticamente agradable, puede tener muchas utilidades, pero entre éstas no deberían entrar convertirlo en un objeto imprescindible para ligar, hacer el burro, carreritas quemando suelas o usarlo sólo en vacaciones.
¿Es imprescindible una lavadora? No. ¿Puede ser útil para facilitarnos la vida, perder menos tiempo y hacerla más cómoda? Sí.