Pues al hilo del mensaje de Mopor, recuerdo una entrañable visita de obra a un edificio en la misma Glorieta de Embajadores. Era una rehabilitación de un pilar metálico que había cedido en planta baja, por lo que el edificio había re-asentado entero y habían salido grietas por doquier. Básicamente tenía que hacer un informe para la comunidad, y que ésta le presentase a la aseguradora. Vamos, que era el puto perito.
Tenía que visitar todas las viviendas del ala derecha del edificio, e ir señalando las grietas habitación por habitación. Bastante tedioso. Me llevó una mañana hacerlo. Pero fue más llevadero gracias al zoológico humano que allí habitaba.
No recuerdo bien el orden de los factores, pero destaco 3 personajes (dos de los cuales dan sentido a que cuente esto en este hilo):
-La primera una asquerosa de 55 años que me recibió en picardías y me intentó meter mano. No viene muy a cuento pero era lol y lo tenía que contar. Aunque si os vale la "colección" como de 60 peluches (a cada cual más hortera, porque hay peluches que son bonitos, pero después están los que son de brillantina, con colores terribles, que llegan a dar miedo...) que poblaba su cama, entonces sí puede cobrar sentido. Llegaban de la almohada a los pies de la cama. Estaban por las mesillas de noche. Estaban por las baldas. Aquello era una puta locura.
"Vaya señora... cuánto muñeco..."
"Sí... me encantan, aunque son un problema cuando me entra el calentón con alguien..." (mirándome a los ojos... TERROR)
-La segunda era la portera, que vivía en la misma portería y que coleccionaba loros. Y los tenía sueltos la muy cerda. Y cagaban donde querían (obvio). Como obvio era que la casa estaba llena de MIERDA de pájaro, incluída la cocina. Churretones de mierda haciendo estalactitas por las alacenas... joder, es que era grotesco.
-Pero llega la estrella de la fiesta: el marinero retirado. Me recibe EN PELOTAS y ya después tiene la delicadeza de ponerse unos clásicos calzoncillos de algodón con su dulce néctar reseco en los mismos en bella mancha amarillenta. Pues bien... este canalla se dedicaba a coleccionar cintas de VHS. Aquello era... joder, aquello era la cosa más impresionante que ví en mucho tiempo. Si no tenía 100.000 cintas de vídeo no tenía ninguna. El 95% sin abrir o más. Era una locura... desde la colección de Jack Cousteau, a los vídeos que regalaba la Hobby Consolas, colecciones del ABC, películas de Disney... todo lo que fuesen cintas de VHS le valía. Por los pasillos quedaban escasos 40 centímetros libres para pasar. Había que ir de lado. Veía cómo su tripa sudorosa iba chocando con las miles de cintas que poblaban aquel sitio. Retirar cajas de cintas sobre más cajas de cintas para poder ver dónde estaban las putas grietas fue tarea de titanes. Sólo había cintas. No tenía muebles. Sólo cintas. De hecho no llegué a ver ni una puta televisión. Por momentos me planteaba que lo tenía de almacén y que no vivía allí, hasta que ocurrió esto:
"Veo que tienes perro... no te da miedo que te estropee las cintas?"
"No, no tengo perro... por qué lo preguntas?"
"Ah, como veía ahí unas mantas tiradas, pues pensé que era donde dormía un perro."
"No. Ahí es donde duermo."
"

(tierra trágame)... bueno, vamos a apartar estas cajas que por aquí huele a grieta..."
Y esto que es como de película tipo REC, ocurre en Madrid, en la Glorieta de Embajadores, en un edificio aparentemente normal y corriente, incluso señorial. Y no fue mi única experiencia fabulosa trabajando en Madrid... bendita ciudad! :121