Lo dije. Lo dije y mirasteis a otro lado. Os ofrecí la verdad y fuisteis recelosos. Pero la verdad y el tiempo son inmarcesibles, hijos de puta.
Y todavía es invierno, sobre todo para los culés. Ayer por la noche, se revirtió el curso del hielo congelado. La lluvia que cayó, impuesta de enormes copos de nieve, no abrigaron el recinto blaugrana. Consulté mi barómetro y, efectivamente, justo después del partido, instantes posteriores a la debacle barcelonista, dispuse mi tiempo para tratar de reemplazar las pérdidas de nuestras añoranzas; las nuestras, las madridistas, las primigenias; unas añoranzas corrompidas, vejadas y despedazadas en el pasado, desgastada con el paso del tiempo.
¡Pero llegó el invierno! Y volví a recordar sonrisas de labios madridistas; sonrisas que esa misma mañana habían visitado al oráculo meteorológico y éste, con despiadada crueldad, no pudo más que arrojar luz en la sombra. El oráculo nos dijo que correrían vientos del sur, pero que en el momento oportuno, a la hora procesal oportuna, en el instante oportuno, la bonanza del clima templado haría su estelar aparición en el vodevil futbolístico. No importaba que el viento soplase del oeste, del sur o del norte, y no nos importaba su inclinación, porque en nuestra sala de trabajo, el terreno de juego, el fuego ardía de forma alegre, los copos de nieve se aferraban al dintel del estadio y las vivificantes gotas de lluvia caían a regañadientes; el paisaje cambiaba.
De nuevo, comenzaba la vida, con si antiguo capital, con su sano corazón y su fortísima y devastadora hélice futbolística. En el pecho, aún ardía el alma que guiaba nuestro camino hacia aquella tierra de promesas, erigiendo el colosal templo de la libertad para consumar el trabajo de los hombres duros y tenaces, de los hombres primitivos, y gracias a ello, conquistamos una tierra oprimida por absolutistas y oligarcas, y la hegemonía nos la llevamos de la mano y la acurrucamos y la cobijamos en nuestro santuario, repleto de vestigios ancestrales; y fuimos el adalid de ese espíritu inquebrantable, y ayudamos a extender estos ideales a través del continente hasta las mismísimas putas puertas del sol naciente, donde ahí estaban ellos, esperando nuestro aliento y reclamando nuestra convicción en su tarea.
Diego López, Arbeloa, Varane, Ramos, Coentrao, Alonso, Khedira, Ózil, Di María, Ronaldo e Higuaín; los conquistadores madridistas os saludan, culés.