He tenido dos depresiones severas diagnosticadas y es algo horripilante.
Te suena el despertador y quieres morir, aunque piensas que tienes un trabajo que te gusta. Tienes hambre porque llevas días comiendo lo mínimo para vivir, pero no tienes fuerzas para prepararte nada.
En el curro los niños te preguntan qué te pasa y no sabes responder. Cuando acabas las clases tienes un rato para nadar, hacer pesas o tomar algo, pero acabas llorando encerrado en el servicio del vestuario.
Comienza el turno de tarde y los que te conocen preguntan si te pasa algo, tú niegas con la cabeza esbozando una sonrisa hipócrita sin decir nada porque no tienes fuerzas ni para hablar. Normalmente das un mínimo de vueltas a la piscina para hacer más de un kilómetro, hoy sólo te levantas cuando te piden algo.
Miras al infinito hecho un ovillo y la silla cruje porque ni siquiera la has puesto bien, piensas que mientras no te caigas...
Van llegando los equipos de natación con su desbordante alegría adolescente y tú lo sientes como una bandada de grullas dentro de la cabeza. Te metes un momento al botiquín por vergüenza de no echarte a llorar delante de la gente y no reconoces la imagen que te devuelve el espejo, entonces entra una niña a pedirte un gorro y se asusta al verte así porque no entiende lo que pasa.
Llega la última hora y alguno del equipo de triathlon te pregunta si mañana tienes libre para salir a correr con ellos, niegas con la cabeza aún a sabiendas que tienes fiesta. Acaban el entreno y un buen amigo dice que le sobra una entrada para ir a ver a un grupo que te encanta, pero declinas la invitación sin saber por qué. El amigo, que te conoce bien sabe que algo te pasa.
Te cuesta un mundo cerrar la piscina y quieres creer que tienes unos días de fiesta, con lo que todo irá mejor, pero algo recurrente en tu cerebro te avisa que no será así.
Llegas a tu flamante coche nuevo y lloras porque no sabes si serás capaz de recorrer los 20 km que te separan de tu destino.
Cuando tras lo que a ti te ha parecido un esfuerzo sobrehumano llegas a tu cueva no tienes fuerza ni para acariciar a los gatos, está todo peor que la casa de
@Darkiano, pero piensas:
¿Cómo cojones voy a limpiar si no puedo ni abrir una cerveza?
Encenderías el portátil, pero para que. Deberías comer algo porque te suenan las tripas, haces un puré precocinado que se lo acaban comiendo los gatos, incluyendo el del suelo y la pared entre los trozos del plato reventado. Te rajas el pie con ellos pero ni te lo curas, aunque eres socorrista.
Haces un ovillo en la cama esperando no despertar nunca, pero cuando ni siquiera te has dormido una punzada en la columna te avisa de que será otra noche insomne, aunque no por voluntad propia.
Al no poder estar tumbado sales al césped, enciendes el ordenador y te pones a forear. Algún tullido emocional comenta que la depresión se cura con un pico y una pala, y recuerdas lo feliz que eras cuando no tenías nada y currabas en la vía metiendo traviesas de hormigón a pico y pala. Piensas...
- ¿Por qué?