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Black Adder rebuznó:Ya que te tomas la molestia en postear me tomo la molestia en tumbar brutalmente tu argumento. Yo me declaro enemigo acérrimo en contra de los planes B, son para ratas miserables como alekos.
Los planes B son una excusa para FALLAR. Pongamos que quieres triunfar en un deporte. ¿Qué harás? Empezar a entrenar desde ya mismo, buscarás el consejo de los mejores, orientarás tu vida hacia tu meta? O buscarás trabajo como locutor en una radio local y te convencerás a tí mismo de que los sueños nunca se cumplen.
La sabiduría popular dice que siempre hay que tener prevista una alternativa, sólo "por si acaso". Que necesitas un seguro de vida contra el fracaso. Pero la sabiduría popular es para los mediocres. Aceptan a regañadientes la elección de un plan B porque saben que van a fracasar, y aparentemente viven de acuerdo con eso. La realidad es que si aceptas hacer el camino con un plan B en el bolsillo eres un FRAUDE. Eres un impostor porque te has rendido antes de empezar, porque no crees en ti mismo, porque has refusado el poder triunfar sin ni siquiera darte la oportunidad de intentarlo al 100%. Si no lo intentas al 100%, es mejor que ni siquiera empieces.
Cuando un deseo te quema por dentro y pones todas tus energías en convertirlo en realidad es imposible que puedas fallar. El fracaso es imposible, menos que eso, ni siquiera es imaginable. Pero cuando tienes un plan B aún caracoleando por tu mente es que aún no estás listo para darlo todo, no tienes las agallas para ir a buscar lo que quieres. Quizás estás al 75%, quizás al 95%, pero necesitas un 100%. Menos que eso es impostura.
Destroza tus planes B y pon todas tus energías en lo que importa, en ser lo que realmente quieres ser. Si quieres ser doctor, actor, pianista, genial, nunca es tarde. Si quieres ser un reportero fotógrafo, empieza ya a tomar fotos. Si quieres estar en pareja perfecto, extrae todo el jugo hasta quemarla completamente. Si quieres ser un fucker, ve a las fiestas y droga a las chicas con tus amigos negros. Quema los puentes tras de ti. Traspasa el punto de no retorno. Entrégate a tu pasión con toda tu alma. No puedes fallar. Es imposible.
Fantástico.
Fantástico.
Sí señor, bravo. Gracias por tu post.
***
Al respecto de la muerte, acabo de recordar una historia que me contaron mis padres acerca de unos vecinos que tuvieron antes de yo nacer. No sé si la he contado ya, me suena que sí, pero por si acaso la cuento de nuevo.
Al parecer, en mi casa, sí, en esa casa de la calle Ibiza donde vivían los Panero, Gonzalo Suárez, y el puto ILG, había, en el quinto izquierda, un matrimonio alemán, sin hijos. Él se llamaba Fritz Werner, ella no recuerdo. No tenían hijos, y eran ya jubilados. Eran, al parecer, bastante ricos. Él había ostentado un cargo de máxima representación de la Lufthansa en España, y ella era de buena familia. Me gusta imaginar -y esto ya es fantasía mía- que en algún armario él aún guardaba un uniforme de SS-Gruppenführer o de capitán de la Luftwaffe, quién sabe si también una Cruz de Hierro de primera clase o incluso una de Caballero de la Cruz de Hierro con hojas de roble. Podría ser. El caso es que un día él llamó al timbre de mi casa, y mi madre abrió y se lo encontró perfectamente trajeado, perfectamente afeitado, con sombrero, con esa dignidad y elegancia que tienen algunos ancianos que los ves y dices "este ha tenido que ser alguien importante". Mi madre abrió y él le dio las buenas tardes y dijo serena y textualmente tras quitarse el sombrero (y aquí la voz de mi madre contándomelo cambia y se pone grave, como imitando la templanza y sobriedad de Herr Werner al decírselo) dijo: "Vengo a comunicarle que mi esposa acaba de fallecer esta misma mañana". Mi madre le da el pésame, le hace pasar, le sirve un café, mi padre se une al pésame, Herr Werner termina su café, da las gracias y sube a casa. Hay un entierro, van mis padres, va gente de la embajada alemana, no hay familiares de la difunta, sólo su marido.
En los siguientes días Herr Werner no sale de casa. Cuando por fin sale está abatido, hundido, da largos paseos. Se empieza a reponer, por lo visto. ¿Qué tal está, dónde va, señor Werner? le pregunta mi madre una día que se lo encuentra saliendo en el portal. Voy al aeropuerto, a recoger a mi esposa, que viene de Frankfurt, dice él gravemente. Mi madre no sabe qué decir. Él sube en un taxi. Mi madre se alarma. A los pocos días, se vuelve a recluir. Un amigo de Herr Werner se instala con él en su casa. Herr Werner no sale. Toda comunicación acerca de su estado es a través de su amigo, que le dice que no come, que no sabe qué hacer con él. Mi madre se ofrece a subirle todos los días un plato de comida, el amigo lo recoge y ese plato de comida es devuelto al rato vacío por el amigo de Herr Werner junto con un agradecimiento: que dice el señor Werner que estaba delicioso, y que muchas gracias, cocina usted estupendamente.
Al cabo de pocas semanas es el amigo quien toca el timbre de mi casa, y quien trae la mala noticia: El señor Werner no se ha levantado hoy de la cama, he llamado al médico y ha certificado su muerte por causas naturales. El amigo desaparece, no sin antes decirle a mi madre que el señor Werner dijo en un momento dado que su comedor de caoba maciza del s XIX y todo lo que había en los aparadores y la vitrina con porcelanas chinas y cuberterías de plata de ese comedor es ahora de mis padres. Aparecen entonces desconocidos diciendo ser amigos, familiares; vienen al expolio del resto de lo que tuviera en casa. De lo que tuvieran en los bancos no pueden expoliar nada, claro, aunque alguno reclama dineros que le debían y que quién se lo va a pagar. Veinte años después un cartero deja en lo alto del los buzones, por no encontrar su nombre en ninguno de ellos, una carta dirigida a Fritz Werner. Por casualidad la veo, la mango y la abro. Un banco avisa al Sr. Werner de que tiene una cuenta ahí que lleva veinte años sin tocarse y que según la ley blablablabla. Viene el saldo. Muchas cifras, muchas.
Siempre me impactó la historia del Sr. Werner, que cuando se murió su mujer perdió la cabeza, las ganas de vivir y se murió de pena.
El comedor y su contenido sigue hoy en casa de mi madre, y ya le he dicho que me suda la polla todo lo demás, que no me hace falta, que la única herencia que de verdad quiero es ese comedor, que el resto todo para mi hermana si lo quiere, pero que el comedor es para mí.